Te Observo - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

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TE OBSERVO

Con un dulce resoplido, quizá de cansancio, quizá de emoción, abres tu libro, ese libro que llevas muchas noches intentando terminar. Tus dedos cogen con suavidez el pequeño pedazo de pergamino que has colocado entre página y página para marcar el lugar por el que se te quedó la lectura, y lo dejas a un lado. Te reclinas un poco en el sillón, bajas los ojos hasta las minúsculas letras impresas que de seguro esconden una gran historia, y comienzas a leer. Y no tienes la menor idea de que, por encima de mis apuntes de Pociones, te estoy observando.

Y llevo varios días que no dejo de hacerlo. No puedo evitar mirarte, no puedo evitar escrutar cada mínimo detalle de tu cara, de tus manos, de tu cuerpo, de tu ser. Es lo menos que me dejas hacer, más que nada, porque no te das cuenta de que mis ojos sólo están encima tuya todo el tiempo. Ese es el límite, lo único que puedo hacer es mirarte, mirarte como no miro nunca a nadie. Porque sé que jamás podré abrazarte, acariciarte, besarte o quién sabe qué más. Sé que todo eso está fuera de mi alcance, pero ya me he acostumbrado.

Y aún así sigo observándote. Eres tan bonita, te ves tan linda cada vez que apartas un mechón de tu suave rostro... Lo haces con delicadeza, como si temieras que se te fuera a romper el cabello de un momento a otro. Luego, suspiras una vez más, y yo me quedo una vez más con la duda: ¿Qué será aquello por lo que suspiras?. ¿Quién será aquel? En cambio, de nuevo vuelvo a quedarme conforme con saber que, al menos, aunque no estés pensando en mí... al menos puedo mirarte todo el tiempo que quiera.

Porque soy tu mejor amigo, nada más. Pero me contento con poder estar a tu lado cuando quizá, si no nos conociéramos, no podría estarlo. Tenemos nuestras peleas, eso sí, y es que en ocasiones me da tanta rabia no poder tenerte como algo más, que me enfurezco por cualquier detalle, cualquier cosa insignificante. He llegado incluso a derramar lágrimas por ti, cada vez que pienso que nunca seré para ti alguién más que Ronald Weasley, tu amigo, y sólo eso. Me he pasado llorando noches enteras por miedo a dormirme y descubrir pesadillas en las que tú aparezcas con otros chicos ¿qué más quieres? Eres todo mi dolor y sufrimiento... Pero me encantas. Todo lo que haces, todo lo que dices, o todo lo que me recriminas, todo, todo sobre ti me encanta.

Continúo con mis ojos clavados en ti. Cada segundo que pasa siento que mi discreción va disminuyendo, porque ya casi he levantado del todo la barbilla para poder verte mejor. Es increíble que aún no te des cuenta de esto que siento por ti. Y es de esperar, pues ¿a quién le interesan los sentimientos de Ron? Él es tan sólo un tercer elemento en el trío de Harry Potter, Hermione Granger y Ron Weasley. Sólo un relleno. Harry y Hermione, inteligentes y agudos, y Ron en el otro extremo, todo lo contrario. Pero, oh, sí, pueden pensar todo lo malo que quieran sobre mí, porque no me importará.

Nada de eso tiene importancia cuando quieres a una persona. Nada importa si se tiene alguien a quien amar, aunque no se sea correspondido. Nada te molesta cuando estás enamorado. Y yo lo estoy. Y mucho.

Pasas una página y ladeas unos centímetros tu cuerpo para acomodarte mejor en el sillón. Apoyas tu codo en un reposabrazos y el otro lo mantienes aún encima de tus piernas, algo erguida. Qué linda estás con esos cabellos escondidos por detrás de tu oreja... Y me pregunto... Si tanto te quiero, si tanto te amo, ¿por qué no puedo ser yo el ocupante de tu mente?. ¿Por qué no puedo ser yo ese que te besa y te abraza? Injusticia, así se llama esto.

Pero ¿desde cuando hubo justicia para mí? Puedo satisfacerme, ya dije antes, resignándome a mirarte simplemente y a pensar que nunca serás mía... Nunca lo serás, porque yo no soy el dueño de tus alegrías, ni con el que tú sueñas todas las noches, y mucho menos el que amas. De todos modos ¡no importa!, me repito, ya que, de consuelo, está el privilegio de ser uno de tus mejores amigos. Y así poder observarte una y otra vez.

Mientras que pueda seguir viéndote, soy feliz. Soy feliz sabiendo que por lo menos existo en tu vida. Soy feliz por poder verte tan de cerca cada día. Soy feliz siempre que tu lo seas. Soy feliz incluso sin poder ir más allá de pensamientos en los que nos besamos los dos. Pero, por favor, no me pidas que no te mire, porque me arrebatarías esa felicidad...

Se me acelera el corazón cuando pienso que vas a mirarme, pues haces un movimiento con la cabeza, y me ilusiono al imaginar que tal vez pueda encontrarme con tu mirada, pero no, lo único que haces es torcer tu cara hacia un lado, con la vista aún sobre el libro, y subir una mano para acariciarte delicadamente tu delgado cuello. Un cuello sobre el que he deseado millones de veces poder posar mis labios. Pero no. Está prohibido. Es un terreno que no debo traspasar. No se me permite.

Debería de hacer algunos deberes, pienso. Te has quedado ahí, a pesar de lo entrada que está la noche, tan sólo para acompañarme hasta que yo acabe mis tareas, y yo estoy desperdiciando el tiempo mientras te veo... O, quizá lo estoy ganando, porque de esta manera pienso que no te das cuenta de que te sigo observando en secreto.

Mírame, pienso, o más bien ruego. Mírame, por favor. Maldita mente, debería aprender Legeremancia o algo así. Si tuviera telepatía, podría conectar con tu cerebro en un segundo... Y así gritarte de una buena vez: ¡¡mírame!! Que me muero por que lo hagas. ¡MÍRAME!

Suelto aire prolongadamente, sin poder hacer nada para impedirlo, y luego no me arrepiento, porque de repente veo dos pupilas de color miel que se clavan en las mías azul cielo, luciendo desconcertadas. Sí, no es difícil tener idea de lo que pasa por tu mente en este instante... ‘¿Qué diablos miras, Ronald?’, o quizá ‘¿A éste qué le pasa?’ Y es que, tal vez, me pongo a pensar, tal vez ya sepas algo sobre mis sentimientos, incluso inconscientemente. Es imposible no saberlo, y hasta yo lo admito, puesto que, sé que mis ojos brillan llenos de amor al observarte directamente.

Espero unos escasos segundos más en la misma posición, aguardando a que apartes la vista, como seguro que harás. Pero no. No lo haces. Continúas viéndome como yo te veo a ti, y das la impresión de no querer dejar de mirarme. ¡Y me estás mirando! Lo he logrado...

Me estás mirando... Ahora entiendo por qué siento que mi estómago sufre cosquilleos por dentro, de seguro tengo ahí mariposillas que han procesado que me estás mirando... Pero ¿de veras me estás mirando? Parezco transmitirte mi pensamiento, porque, de pronto, parece que vas a volver tus ojos hacia el libro. ¡No, no, no, no, por favor, no!

... Y vuelves a obedecerme, manteniendo tu visa en mí aún. No sé si mi mirada es la que te lo está diciendo todo, pero el caso es que ahí estás todavía, mirándome; y yo devolviéndote la mirada con gusto, y estamos mirándonos fijamente sin ninguna razón.

Me da la impresión de estar soñando. ¿Acaso no será verdad?. ¿Tal vez el agradable calor del fuego me haya obligado a cerrar los ojos y a dormirme aquí mismo?. ¿O quizá es sólo mi imaginación, que, ansiando tanto esto, me haya jugado una mala pasada?... No. Con disimulo me había mordido la lengua para hacerme creer todo esto. Podría haberme pellizcado el brazo, pero tenía la sensación de que mis músculos habían perdido toda movilidad.

Sí, tus ojos reflejan sorpresa, aturdimiento, o algo por el estilo. No puedes creer haberme pillado así, observándote, ni tampoco te imaginas ni una sólo razón por la que lo hacía. Y yo me siento como si estuviera volando por el espacio, atravesando el cielo, como si hubiera despegado los pies de la Tierra. Por un fugaz instante, hasta me creo que es así. ¿Cómo puede ser que una sola mirada tuya me haga sentir todo esto? Ah, ya... Será porque te amo demasiado de lo que querría en realidad.

Finalmente, miras hacia tu libro, haciendo que mi ilusión interior disminuya, y, para mi asombro, lo cierras de un golpe seco. Vuelves a verme, yo no puedo apartar mis ojos de ti, y te levantas para ponerte a mi lado, de pie, con una de tus manos en la mesa y la otra en mi hombro.

Empiezo a sentir escalofríos, y temo que mis manos se pongan a temblar y tú te des cuenta de mi nerviosismo, que ya es bastante notable, ya que siento cómo mis mejillas arden. Me habré ruborizado, cosa muy habitual en mí, pero no me quejo, ahí estás tú, de todas formas, inclinándote sobre mi pergamino por encima de mi hombro para ver lo que he escrito.

Por mi parte, yo sigo mirándote intensamente. Ahora veo tu perfil, con algunos mechones de pelo rizado cayéndote por la mejilla, así que levanto mi brazo, aunque inseguro, y con los dedos te recojo el cabello por detrás de la oreja, como deben estar. Tú tuerces la vista hacia mí, tienes los ojos como platos, y ver que estás completamente confusa me hiere el corazón. No sabes que te quiero, no sabes que te venero y te adoro, no lo sabes y yo ya no sé cómo puedo demostrártelo.

Me gustaría plantarte uno de esos besos fugaces, que suelen revelar más de mil sentimientos, pero sé que no podría, además de que me ganaría una bofetada por parte tuya. Me gustaría poder contarte todo lo que te amo, sin embargo, es demasiado riesgo, demasiadas cosas en juego: nuestra amistad, tu desprecio, mi tristeza... No desearía tener que arruinar algo que, a pesar de tambalearse a veces, hemos conseguido a lo largo de seis años: una afecto inquebrantable. Por lo menos, yo te tengo el afecto más grande que pueda haber.

Quiero quitar mi mirada de encima tuya, de veras que quiero, porque no quiero dañarme más, eso es lo que estoy haciendo. En cambio, simplemente no me deja mi cerebro. No obedece la desesperada orden de Deja de mirarla, deja de hacerte obvio, y continúo igual. Mis dedos están todavía enredados en tu pelo, aunque ligeramente, así que me dispongo a bajar la mano y a esconderla debajo de la mesa, y de esta forma lo hago. Tú por fin reaccionas. Para mi alivio, tu cara no expresa terror ni desprecio hacia mí... No... En lugar de eso, y mi corazón empieza a latir violentamente, me estás sonriendo.

Supongo, sé, que es una sonrisa de amiga a amigo, pero no deja de ser una sonrisa. Vuelvo a experimentar millones de cosas por dentro, millones de sensaciones que soy capaz de explicar con palabras, porque si no se vive esto, ni siquiera se puede imaginar. Sólo sé que, en ese instante, mi monótono mundo se abre a todos por completo, la soledad de mi corazón encuentra compañía, mi tristeza interna se esfuma con unas risas...

Estás esperando alguna respuesta mía. Yo, intentando hacerlo lo mejor posible, tuerzo mis labios hasta conseguir esbozar también una sonrisa, que te la dedico desde lo más profundo de mi corazón, a pesar de que no lo puedas saber.

Mírame, Hermione, quiero que sepas que soy tu más fiel admirador secreto, tu amante en silencio, quiero que tengas claro que siempre esperaré por ti, pase lo que pase, aunque nos separemos algún día... que espero que nunca llegue. Quiero que alguna vez puedas sospechar aunque sea una mínima parte de lo que yo te amo, porque sólo con un uno por ciento de todo mi amor podrías llenar el Océano Pacífico en toda su totalidad. Quiero que sepas... Que te quiero y que nunca dejaré de hacerlo.

Ahora vuelves a apartar la vista, y me ha parecido ver que te has sonrojado levemente. Claro, quizá te sientas demasiado intimidada por mí, así que enseguida que me doy cuenta de mi descaro, yo también miro hacia otro sitio, pero en realidad aún sigo viendo tus bellos ojos.

-¿Necesitas ayuda, Ron?- me preguntas finalmente, sacando a relucir tu dulce y celestial voz, que llega a mis oídos como el más hermoso de los cantos...

Hago un esfuerzo por no decir Sí, necesito un cubo para no llenar toda la mesa de babas..., y me encojo de hombros, sin saber qué decir. La voz se me ha quedado atascada en la garganta, o al menos esa es la impresión que tengo.

-¿Qué es lo que no entiendes? - vuelves a cuestionarme, haciendo referencia al trabajo de Pociones, pero creo que debes de suponer que no me interesa lo más mínimo la tarea.

No entiendo cómo puedes ser tan hermosa... pienso, pero no digo. Soy tan cobarde... ¿Por qué no le puedo confesar todo y ya? Porque, en realidad no soy cobarde, sino previsible. No quiero ni pensar en las consecuencias que recaerían sobre mí si de repente te soltara Hermione, te amo. No quiero ni pensarlo.

-Y-yo... - balbuceo, percatándome entonces de que mi pergamino está prácticamente en blanco.

No he hecho nada, maldigo mi increíble pereza, y por un momento odio mi descontrolable obsesión por observarte y no hacer nada por evitarlo. Y tú preocupándote por mis deberes, quedándote conmigo, a mi lado, hasta las una de la noche o más tarde aún... ¿Así es como te agradezco todo?

-¡Por Dios, Ron! - exclamas, abriendo mucho los ojos, al darte cuenta tú también de que mi papel está completamente limpio. -¡No has escrito absolutamente nada!

Me siento vulnerable ante tus regañinas. No me gusta oírte cuando te enojas, pero en esta ocasión más bien pareces decepcionada. Te has decepcionado de mí. Es increíble, soy un estúpido vago. Y un loco de amor, sí, eso soy también.

Noto que mi cara se pone roja, y oigo cómo chasqueas la lengua, impaciente, y luego te sientas a mi lado con exasperación. Coges mi pluma y mi pergamino, ante mi asombro, y me miras con resignación.

-Esta es la última vez que te hago un trabajo, recuérdalo. - farfullas, con una mueca que más bien te hace linda en vez de fea. Tienes fruncido el entrecejo, además.

Te lo agradezco hondamente. Eres mi salvación, siempre lo eres. Por mis idioteces de enamorado siempre acabas haciendo tú el trabajo por mí. Y no es justo, lo sé, pero mis locuras me impiden actuar razonadamente. Mientras te veo escribir y fingir una letra bastante irregular, parecida a la mía, escucho también cómo vas murmurando cosas en contra de mí...

-Nunca cambias, Ron... Deberías de esforzarte un poco más... - Y yo sólo sigo pensando en lo preciosa que te ves así de concentrada, mientras que siento una tremenda oleada de un sentimiento confuso extendiéndose por mi cuerpo. - Vas a reprobar el curso y no quiero que te quedes atrás... Pero ¿se puede saber qué diablos es lo que haces mientras deberías de hacer tus tareas?

Sonrío cautelosamente ante esta última pregunta, que pienso que es retórica. Sí, es una buena pregunta, y además tiene una buena respuesta: ¿Qué es lo que hago en vez de las tareas? Lo único que hago, Hermione, es observarte en secreto.

Porque te quiero.

Por eso te observo.





Bien, esta historia empezó siendo un One-Shot, pero en otra página en la que lo publiqué me dijeron que lo continuara, pues dejé el final algo abierto, y pues me gustaría saber lo que opinan ustedes, porque estoy en proceso de continuarlo ^^

Espero que haya gustado. Manden algún review!

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2024-09-16

 

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