El teléfono sonaba sin emitir sonido alguno. La pantalla se encendía insistentemente mientras el aparato rugía en su frenético baile de ruleta. Fuera, un pájaro trinó: era temprano. Ella apenas lo notó; no se movió. Sus ojos estaban fijos en un cartelito que parpadeaba dentro del objeto danzante: Carlos llamando.
Cógelo, joder.
No era capaz. No sabía por qué, pero estaba comenzando a sentir miedo, un miedo atroz que se le clavaba como alfileres helados, como agujas malditas en la garganta y en el estómago. Su pelo despeinado le hacía cosquillas en la nariz en mechones rebeldes, pero apenas era capaz de percibir nada. Todo su malestar se resumía en aquella situación absurda e incómoda en la cual ella estaba sentada, semidesnuda, en una de las sillas de la cocina, mientras veía cómo su móvil vibraba silenciado y acto seguido notaba que era incapaz de descolgar.
Aquello era ridículo: debía contestar. Alguien preguntaba por ella.
Con un torpe movimiento, deslizó su mano por la mesa y agarró el celular. La mano le temblaba. Se sentía incapaz de aquello, de realizar una operación tan increíblemente sencilla: tomar algo entre las manos.
Ahora dale al botón verde, venga. Venga. VENGA.
Sus dedos parecían llenos de anestesia. Apenas podía separarlos unos de otros y mucho menos manejarlos.
No obstante, de pronto notó cómo la pantalla del teléfono había cambiado: Hablando con Carlos. ¡Al fin! Había logrado apretar el botón verde, ¡ya era hora!
Llévatelo a la oreja. O-re-ja. Vamos, no es tan difícil
La mano volvía a temblarle. Pensó que el teléfono se caería, que se rompería al estallar contra el suelo. Tanto mejor: así no tendría que contestar y se terminarían sus problemas. Sin embargo, el aparato había logrado avanzar hasta su oreja y allí reposaba ahora. El plástico estaba frío y resbaladizo. Un jaleo de ruidos poco identificables se podía entender a través de él. Elchat Directorio de chats en español
Ahora di "¿Diga?". Va, dilo. No seas maleducada, coño.
Le costaba respirar. Lo notaba: tenía la respiración entrecortada. Pero al otro lado alguien estaba esperando una respuesta. Tenía que contestar ya, ¡YA!
¿Diga
?
Su voz sonó débil y se le antojó estúpida, como de niña tonta. De inmediato, otra voz contestó al otro lado:
¡Hola, cariño!
Se retiró el móvil de la oreja con brusquedad y lo lanzó a la mesa. Su respiración se hacía más sofocada y compleja. Le dolía el costado y el pelo le caía sobre la cara.
No. No puede ser
Estaba comenzando a sentirse mal, realmente mal.
Ese no es Carlos. No. Alguien me está tomando el pelo.
Sin poder evitarlo, vomitó sobre las baldosas. No quiso sentirse melodramática, pero aquellas arcadas le salieron de dentro, de lo más interno de su ser.
El móvil hablaba solo sobre la mesa: Carlos seguía preguntándose qué es lo que le había sucedido a Sonia, aquella muchacha tan simpática que había conocido hacía ya un par de meses en un chat de Internet.
Y lo que le ocurría a Sonia es que se le había roto toda la magia: se había ilusionado con Carlos y aquella voz tan grave, tan ronca, tan
extraña no le encaja con los mil y un arrumacos que se habían dedicado vía Messenger.
Así pues, la muchacha decidió hacer lo que en su mente se le había antojado como estupidez: arrojó el teléfono móvil contra el suelo y este estalló en mil pedazos, apagando la voz de Carlos al fin.
Sonia había decidido que, dado que la magia se había roto, ella también rompería con todo. Se haría invisible a los ojos de Carlos: eliminando a aquel contacto de su Messenger bastaría para desaparecer. El problema era que aquel contacto aquel ideal de contacto no iba a desaparecer tan fácilmente de su corazón.
Porque nada es lo que parece ser y todo puede sorprendernos para mal
o para peor.
¡Ten cuidado! - Fanfics de Harry Potter
El teléfono sonaba sin emitir sonido alguno. La pantalla se encendía insistentemente mientras el aparato rugía en su frenético baile de ruleta. Fuera, un p
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2024-11-13

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