El reloj de la iglesia tocó, indicando la hora a las dos personas enel interior de un pequeño local de golosinas. Se oyó el sonido de campanillasque marcaba la entrada de un nuevo cliente, y la vieja señora de la trastienda,soltó un estridente chillido:
-¡Niña, atiende la caja!
Con un suspiro, la joven que se encontraba subida a las escaleras,pegó un salto y se situó tras el mostrador. Mascó su chicle rosa un par deveces, y, mirándose las uñas pintadas con esmalte escarlata, saludó al reciénllegado.
-Buenas tardes, ¿qué desea?
-Un paquete de chicless de menta, y doss regalicess - la voz sibilante,y casi apenas un susurro, hizo levantar la cabeza a la dependienta para verquién realizaba el pedido.
A pesar de lo cubierta que iba, escondida tras una sudadera con lacapucha calada, vaqueros, pañuelo al cuello, gafas oscuras y guantes, seintuían en esa persona unas curvas femeninas, jóvenes y casi dignas de modelo:por el acento, se notaba que no era del lugar. Tampoco parecía que le gustaraser observada, ya que al alzar la vista la dependienta, se giró en un clarointento de esconderse de su mirada. Quién sabe, quizás era una celebridaddisfrazada para no ser descubierta.
-Muy bien - continuó algo extrañada la joven de la tienda, gritando unpoco, debido al repentino jolgorio quese había formado fuera - son tres con cincuenta.
La clienta, que casi parecía asustada por el ruido, entregó un billetede cinco.
-Quédate con el cambio - añadió antes de marcharse rápidamente: no,desde luego no le agradaba que la gente la mirara, y en el local empezaban aentrar los niños recién salidos de la escuela municipal.
Con tanta prisa iba, que no vio el balón que, antes apuntando hacia laportería a su espalda, acertó de lleno en su cabeza.
-¡Cuidado! - gritó un crío, pero para entonces la chica ya había caídoal suelo, y en el proceso, perdido sus gafas de sol y uno de los guantes. Elgrupo de niñas que jugaba a la comba al lado, formó rápidamente un corrillo asu alrededor.
Una de ellas, con dos largas trenzas negras, se acercó y le tendió unatímida y pequeña mano.
-¿Estás bien? - preguntó amablemente
Aturdida, la joven del suelo cogió la mano que se le ofrecía con lasuya desnuda, y, levantando la cabeza, esbozó una pequeña sonrisa.
Un minuto más tarde, todo el pueblo estaba alrededor del lugar delaccidente atraído por el histérico grito de una niña.
-¡Era un monstruo! ¡Era horrorosa y monstruosa! - sollozaba la pequeñade trenzas negras en el regazo de su madre - ¡Y me tocó con sus manos heladas!¡Era peor que tocar hielo, era terrible mami! - y de nuevo sucumbió al llanto El Blog de la ginebra y el whisky on the rocks
Mientras tanto, la joven que había provocado todo aquello, a la que sele habían caído las gafas y un guante, y esbozó una sonrisa sin quererlo, huíacon una lágrima dejando un surco en su pálido rostro.
Abrió la puerta de una casa en ruinas, y se sentó, con las rodillasabrazadas, en una esquina del suelo lleno de cristales rotos que era su hogar:tras aquel accidente, también la habían repudiado en casa y no le había quedadootra que huir al lugar más lejano donde sabía que nadie la vería.
Con pasos temblorosos, se levantó y se situó frente al único y viejoespejo de la chabola. Se quitó la ropa y observó lo que un fallido experimentocientífico había hecho con ella, no solo físicamente, si no mentalmente: pudohaber sido un ser brillante, pero la avaricia y las ganas de más le alejarondel camino correcto, y llevaron a presentarse como sujeto a unas prácticas demezcla de genes humanos con animales. Un problema, en los circuitos, unaexplosión; qué más daba. Ahora lo único que importaba es que estaba sola.
Con una larga y pálida mano de dedos membranosos, recorrió las ristrasde escamas verdes que cubrían algunas zonas de su mortalmente blanca piel. Semiró a los amarillos ojos sin pupilas, y pasó por las múltiples cicatrices queadornaban su completamente calva cabeza. Hizo una mueca parecida a una sonrisa,dejando ver dos líneas de afilados y finos colmillos venenosos, y otra lágrimacayó.
La lógica y la esperanza le decían que en realidad no podía estarsola, que había más jóvenes en el experimento, y todos debían sentirse comoella, que su obligación era ir a buscarlos, a hacerles sentir bien y unidos, adescubrir que, si lo proponían podrían gobernar el mundo y ser, ante todo,felices. Se enjugó la lágrima, pensando que quizás, y solo quizás, podríalograrlo.
Pero el chillido horrorizado de la niña aquella tarde volvió a sumemoria, y le despojó de lógica y esperanza: no había más jóvenes, y si loshabía, ella no los había visto en cinco años ni los vería ahora. Todos se quedarían sin fuerzas en algúnmomento, y no podía ser la excepción. No podía ser la heroína.
Una última vez, esbozó la mueca de sonrisa que mostraba sus colmillosfrente al espejo, colmillos llenos de veneno.
-Adióss.
Y, con el sonido de siseo que le recordaba su desgracia aún sonando ensu cabeza, mordió su propio brazo, y se inyectó su propio veneno.
Última despedida - Fanfics de Harry Potter
El reloj de la iglesia tocó, indicando la hora a las dos personas enel interior de un pequeño local de golosinas. Se oyó el sonido de campanillasque marcaba
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2024-08-08
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