Esta historia la escribí hace algunos meses, para un concurso literario. Sé que es un poco pequeña, pues me permitían solo cuatro hojas y a doble espacio ... y no me quedó otra que ajustarme a los parámetros.
Podeís leerla con la canción Jueves, de La Oreja de Van Gogh.
Quería algo natural, sin fantasía. Quería tristeza y drama. Espero haberlo conseguido. No olvides sus comentarios.
* * * * * * * * * * *
Me despierto por la mañana, con los cálidos rayos de sol. Me dirijo al baño para asearme y quitarme la cara de sueño que tengo. Veo el reloj de mi mesita de noche. Es temprano, apenas las seis de la mañana. Pero hoy tengo una exposición de biología y es mejor que empiece a repasar mi discurso.
Hoy es jueves. Un jueves once de marzo común y corriente para cualquier persona, menos para mí.
Mi puerta se abre con un suave chirrido y por ella asoman mi mamá y mi hermanito, aún vestidos con pijama.
- ¡Feliz cumpleaños, Ariana! - dicen en coro
Un día más puedo reír y soñar. Un día más, Dios me permite disfrutar la vida junto a las personas que más quiero.
Gustavo, mi hermano, se acerca y me abraza fuertemente. Luego me alarga un paquete cuadrado.
- Toma, lo compré con mi ahorros - me dice con su vocecita dulce y alegre - Espero que te guste.
Cojo su regalo y lo abro con cuidado. Es un libro. Uno de los que llevaba esperando hace tiempo y que él me regala con tanto cariño.
- Gracias- le sonrío - es precioso.
Gustavo sonríe y sale de mi habitación bostezando, dispuesto a dormir unos cuantos minutos más. Mamá me mira y me entrega una caja pequeña.
- No todos los días se cumplen dieciséis años, Ariana. Espero que sepas usarlo.
Abro la caja y me sorprendo al ver su contenido. Un celular. No uno de último modelo y carísimo. Era un móvil plateado y pequeño, que de ahora en adelante me vinculará con las personas que me quieren. Me pongo de pie en un salto y abrazo a mi mamá con todas mis fuerzas.
- Muchas gracias, mamá. Siempre sabes lo que necesito.
Enciendo el móvil. Y a los pocos segundos empieza a vibrar. Veo la pantallita; el número se me hace conocido.
- ¿Diga? - contesto un poco extrañada
- Hola, hija - me responde una voz gruesa
- ¡Papá! - chillo de alegría - ¿Dónde estas? ¿Cómo has estado? ¿Cuándo vienes a Madrid?
Desde que mis padres se divorciaron, hace ya tres años, no lo he vuelto a tener frente a mí. Él trabaja en Barcelona y ahí vive. Me llama a veces y conversamos largas horas. Pero no es lo mismo que si viviera aquí. ¡Cuánto me gustaría que viniera a visitarnos!
- Feliz cumpleaños, hija. Qué rápido pasa el tiempo. Te tengo una sorpresa - me dice, mientras yo espero, ansiosa - Iré a Madrid unos días, de vacaciones. ¿Qué te parece?
- ¡Fantástico! - respondí, rebosante de alegría - ¡Te esperamos!
Conversamos un poco más y luego cuelga, para abordar el avión que lo traerá hasta aquí. Desearía que las horas pasaran más rápido para tener a mi familia reunida, aunque sea por unos escasos días.
Tomé el desayuno con rapidez, subí a alistarme y salí corriendo hacia la estación de tren. Estaba a unas pocas cuadras de mi casa y aún tenía tiempo. Disminuí la rapidez de mis pasos, recordando todo lo que había ocurrido desde que me desperté. Ahora sí que estaba feliz. Sabía que regresando del colegio podría ver a mi padre, abrazarle y contarle las muchas cosas que había pasado durante estos años. Noticias raras y curiosas
La estación de Atocha se alzaba imponente frente a mí. Compré el boleto y pasé a través de la puerta giratoria, observando la cúpula y el cielo despejado.
Entré a la plataforma y me puse a esperar la línea que me dejaría cerca a la escuela. La gente se arremolinaba a mí alrededor, algunos leyendo el diario, otros conversando animadamente. Quizás era sólo mi impresión, pero todos parecían estar feliz de alguna manera.
De pronto, un extraño presentimiento me invade, seguido de un escalofrío inusual. Un señor se me acerca y me pregunta:
- Disculpe, señorita. ¿Me podría decir la hora?
Asiento y miro mi reloj de pulsera
- Siete y treinta y tres.
Un ruido característico me indica que el tren de la línea dos está llegando. Levanto la cabeza y a pocos metros diviso el enorme tren blanco. Espero impaciente a que pare y entro en el vagón número cinco.
Para mi suerte, hoy no está tan lleno como los demás días. Busco con la mirada algún asiento libre y en una esquina veo uno. Me abro paso entre la gente que va subiendo y me acomodo, colocando mi bolso sobre las rodillos.
Me deslizo un poco y mis pies chocan con algo debajo de la butaca. Agacho la cabeza y observo. Una mochila. Me pregunto quién la habrá olvidado. Pero no tengo cabeza para eso, la muevo hacia la derecha y saco mis apuntes y empiezo a repasar, esperando que parta el tren.
Un minuto, dos minutos. El tren empieza a moverse suavemente, mientras la gente se acomoda en los espacios libres.
Otro escalofrío recorre mi cuerpo, esta vez de forma más intensa. Trato de hacerle caso omiso y cierro los ojos, concentrándome. De pronto, se oye un estruendo ensordecedor y mi cuerpo es lanzado hacia delante. Caigo en el suelo, golpeándome la cara. Parpadeo pero no logro ver nada. Todo es oscuridad. No puede ser, estoy ciega. Intento moverme con las pocas fuerzas que me quedan, pero no siento mis piernas ni mis brazos. A lo lejos oigo gritos desgarradores, pero tampoco soy capaz de hablar. El pavor y la angustia recorren mi cuerpo, estremeciendo hasta la última célula.
Quizás fue una bomba. Pero debería estar muerta. ¿Qué me pasa?
Comprendo tristemente que Dios me regala unos segundos más de vida. Pero no para lamentarme de por qué tenía que pasarme esto a mí. No para maldecir a las personas que hicieron esto, seguramente matando a muchas otras personas. Sino para agradecerle los años que pude vivir y disfrutar de una familia y un hogar. De haber tenido buenas personas rodeándome y expectativas que anhelaba cumplir. De tener un padre que me esperaba en casa y nunca volvería a ver. De tener una madre cuya voz nunca volvería a escuchar. De tener un hermano que nunca vería crecer.
A lo lejos oí otra explosión y sentí mis ojos empañados de lágrimas. Comencé a perder la conciencia. Y escuché el último latido de mi corazón.
Fin
Un último día - Fanfics de Harry Potter
Esta historia la escribí hace algunos meses, para un concurso literario. Sé que es un poco pequeña, pues me permitían solo cuatro hojas y a doble espacio .
potterfics
es
https://potterfics.es/static/images/potterfics-un-ultimo-dia-fanfics-de-harry-potter-4247-0.jpg
2024-11-10

El contenido original se encuentra en https://potterfics.com/historias/49266
Todos los derechos reservados para el autor del contenido original (en el enlace de la linea superior)
Si crees que alguno de los contenidos (texto, imagenes o multimedia) en esta página infringe tus derechos relativos a propiedad intelectual, marcas registradas o cualquier otro de tus derechos, por favor ponte en contacto con nosotros en el mail [email protected] y retiraremos este contenido inmediatamente