Una típica historia - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

1. Pensamientos rosas.

Era el primer día de las vacaciones de verano. La familia recién había llegado de la estación. Rose se dispuso a subir su baúl a su cuarto. Su madre sacó su varita para ahorrarle el trabajo a la chica, pero la joven se adelantó:

-Gracias mamá, pero prefiero hacerlo sola -dijo y sonrió. Hermione se sorprendió pero no dijo nada más, y empezó conversar con su hijo sobre todo lo que había aprendido en el curso. Rose salió de la pequeña cocina hacia una también pequeña y muy acogedora sala de estar, y subió con mucho esfuerzo el baúl por la angosta escalera.

-¿No quieres que te ayude? -preguntó Ron, observando a su hija.

-No, no, yo puedo -dijo la muchacha. Su padre se extrañó, pero le hizo caso, se dio vuelta y fue hacia la cocina.

Rose no sabía por qué no aceptaba la ayuda, pero necesitaba a hacer algo. Esta vez, pensar no bastaba para calmarse. Estaba nerviosa, y mucho. La perspectiva de tener que pasar todo el verano en su casa sin nada que hacer y con todo el tiempo del mundo para prestarle atención a sus desagradables pensamientos no la animaba para nada.

Al fin llegó a su cuarto, dejó el baúl a un lado, y se tiró sobre su cama. Observó la pequeña habitación, absolutamente rosa. Miró los estantes llenos de libros que su madre le había comprado incluso antes de que aprendiera a leer, y luego le dedicó una mirada al póster de los Chuldey Cannons que su padre había colgado incluso antes de que ella aprendiera a hablar. Realmente el naranja y el rosa no combinaban, pero la joven lo dejó allí para conformar a su papá.

Rose cerró los ojos, y unos recuerdos vinieron como flashes a su mente.

Una Rose unos cuantos años menor bajó emocionada del Expreso Hogwarts. Corrió hacia sus padres y hermano. Sus padres la abrazaban y murmuraban cosas como. Te extrañamos ¡Felicidades por tan buenas notas!... Después del cariñoso rencuentro la familia se dispuso a ir hacia la casa. Cuando caminaban hacia la pared que llevaba al mundo muggle, un niño de cabello rubio y ojos grises apareció en frente de Rose.

-¡Felices vacaciones! -dijo él.

-¡Gracias! Que pases bien, Scorpius -Y el chico se fue.

-¿Son amigos? -preguntó Ron al instante que el chico se fuera.

-Somos buenos compañeros de clase -dijo inmediatamente la niña, porque sabía que a juzgar por la cara que había puesto su padre no debería responder sí a esa pregunta.


No pienses en eso pensó Rose, volviendo al presente y sacudiendo su cabeza. Se paró bruscamente y fue hacia el baúl. Lo revolvió hasta encontrar un libro bastante gastado. Se sentó en su cama, lo abrió en una página aleatoria y comenzó a leer. Lo había leído miles de veces, cada vez que estaba nerviosa lo hacía, o sea, muy seguido. Pero la lectura no pudo evitar que otro recuerdo llegara a su mente.

Una Rose de unos trece años estaba sentada con el resto de su familia en una larga mesa. La casa estaba llena de adornos blancos, verdes y rojos; y todos reían haciéndole caso a su espíritu navideño. Su madre y sus tías empezaron a conversar animadamente de sus experiencias durante el embarazo y a Rose no le interesó el tema, así que se giró hacia la conversación masculina, donde parecía que todos se habían tomado varias copas de whisky de fuego.

-Bill, yo que tú, pondría rejas en el cuarto de Dominique y mandaría algún espía a Hogwarts, ya tendrías que empezar a cuidarla ¿no?- comentó Ron.

-¡Mira quien habla! Yo ya tengo experiencia en eso, ¿olvidas a Victoire? Y el que tendría que empezar hacerlo también eres tú - y lanzando una mirada a Rose agregó-: ¿No crees?

-¡Yo no soy un padre celoso! -girtó Ron y todos rieron- En serio, mientras se junte con chicos decentes, que jueguen bien al quidditch y me traten bien estoy conforme. Mientras que no se junte con malditos sangre pura...

-Estoy seguro de que Rosie no se junta con esa clase de gente...-dijo George sonriendo a su sobrina. Rose se arrepintió de no haberse interesado por los embarazos.

-Mmmm -dijo Ron- Habla bastante seguido de el hijo de Malfoy...

De repente todos se callaron y Rose se preocupó.

-¿El nieto de Lucius? -preguntó Arthur, cambiando su mirada amable por una entre preocupada y severa.

-Sí -respondió Ron.

-Mmm ¿De dónde lo conoces Rosie? -inquirió su abuelo, interesado.

-Eh...bueno...él...es compañero mío de clases y está en mi casa...así que...

-¿El hijo de Malfoy está en Ravenclaw? -preguntó sorprendido Charlie. Rosie asintió, y miró a todos sus tíos, que parecían preocupados.

-¿Qué tiene de malo que sean sangre pura?-preguntó la niña al final. Pues su familia le había enseñado que todos eran iguales, sin importar que status de sangre tuvieran.

-No es que sean sangre pura, de hecho yo lo soy, y hay muchísimas familias sangre pura y muy buena gente, la sangre no tiene nada que ver...-contestó su abuelo.

-¿Entonces...?- murmuró la chica cada vez más intrigada.

-¿Te suena el innombrable?- preguntó violentamente Ron.

-Voldemort.- corrigió Harry, que aún le molestaba que su amigo siguiera temiéndole al nombre. Rose asintió.

-Bueno, su abuelo y su padre eran sus seguidores -le contó Arthur. Rose se sorprendió, y ésta sorpresa se reflejó en su rostro lleno de pecas.

-De los más fieles -agregó Ron como si quisiera que su hija se impresionara más.

-No tanto en el último tiempo -dijo Harry.

En ese momento todos empezaron a hablar de aquellos oscuros tiempos, de los mortífagos y de todas las cosas malas que habían hecho el padre y el abuelo de Scorpius. Rose se giró hacia las mujeres nuevamente, aunque poco le importaba lo que contaba la tía Fleur sobre los antojos que le venían a las tres de la mañana.


La muchacha cerró el libro, evidentemente ya no la distraía. Empezó a caminar por la pequeña habitación, buscando algo qué hacer. Prendió la radio con la esperanza de que estuvieran hablando de un tema interesante, se acostó de nuevo en la cama y cerró los ojos.

Rose buscaba desesperadamente algo entre ejemplares antiguos de El Profeta, más precisamente del año 1998. Los leía muy rápido, los tomaba y los dejaba tan automáticamente que casi no se dio cuenta de que había encontrado lo que estaba buscado. Después de haber dejado de lado ese ejemplar y tomado el otro, se dio cuenta de lo que había leído. Lo tomó de nuevo.

 

DRACO Y NARCISA MALFOY ABSUELTOS DE TODOS LOS CARGOS. EL SR. L. MALFOY CONDENADO A SEIS MESES EN AZKABAN.


Así que es verdad... murmuró la muchacha.

La Rose del presente se sentó. Pero no fueron condenados, se dijo así misma tranquilizándose, por algo será. Se quedó sentada mordiéndose las uñas sin escuchar lo que decían en la radio.

Rose reía en los brazos de un muchacho de su edad, rubio y de ojos grises. En la sala común muy entrada la noche, en los terrenos de madrugada donde nadie podía verlos, en los pasillos desiertos...Sólo Hogwarts era testigo de ésos momentos felices.

¡Basta, basta, basta! dijo Rose, que tenía la misma edad que en el recuerdo que acababa de pasar por su mente, mientras se tiraba del pelo. Pero no pudo evitar pensar en las últimas palabras que le dijo el muchacho, a la hora de la despedida:

Es muy importante que nadie de tu familia se entere de esto.

Rose ahogó su gritó con su almohada, también rosa. ¿Por qué me habrá dicho esto? pensaba la joven, ¿Tendrá miedo de que mi padre le haga algo? Pero ella sabía perfectamente que sus padres lo iban a entender, aunque desconfiaran un poco al principio...El ministerio teme una reunión de antiguos mortífagos recordó Rose, pensando en lo peor. Ella era la sobrina de Harry Potter, su familia estaba directamente relacionada en la lucha contra ellos...¡No, no, no! se dijo la chica Scorpius nunca haría algo así, nunca me usaría, lo conozco hace años... pero no pudo evitar que algunas frases vinieran a su mente Voldemort...su padre y su abuelo eran sus seguidores...de los más fieles.

-¡Rosie! -la voz de su madre llegó desde abajo- ¡Ven! ¡Tus tíos y tus primos están aquí!

-¡Ya voy! -contestó la joven. Y cuando se dirigía hacia la puerta, algo golpeó a su ventana. Se dio vuelta y vio una majestuosa águila con una carta en el pico...y Rose sabía de quién era.2. Acontecimientos venenosos.

Julio de 2023

Querida Rose...

¿Cómo estás? Espero que bien...Yo estoy muy aburrido...


¡No, por dios, no puedo escribir eso! pensó el muchacho, arrugando el pergamino escrito y tirándolo a la papelera. Dejó la pluma a un lado, apartó los pergaminos, y apoyó su mentón en su mano. Evidentemente Scorpius no estaba inspirado. Se quedó un largo rato sentado, muy quieto, y pensando en cosas muy poco productivas.

Su cuarto era muy grande, enorme, tanto que el chico a veces se sentía diminuto y desprotegido en él. Las paredes, tan blancas como la nieve, estaban relucientes, pero emanaban a la habitación un frío imaginario. La cama era de una plaza, pero más grande de lo habitual. Estaba cubierta con una elegante manta azul marino que quedaba eclipsada por un lujoso respaldo de plata.

Unos gritos provenientes desde algún lejano lugar de la Mansión Malfoy sacaron al muchacho de su ensimismamiento. Scorpius se había parado para ir a buscar la fuente de ellos, pero de repente pararon. Debe ser una radio pensó mientras se sentaba en un pequeño pero cómodo sofá de color azul oscuro. Cerró los ojos...

Una chica con un enmarañado pelo rojo caminaba sola por un pasillo del colegio. Sostenía un montón de libros y tenía la mochila abierta, lo que causó que se le cayeran varias pertenencias de ella, pero la pelirroja no se dio cuenta.

-Eh, Rose -dijo Scorpius, que venía caminando justo detrás de ella. La muchacha se dio vuelta- Se te cayeron un par de cosas.

Rosie se puso colorada, pero sonrió y murmuró gracias e inmediatamente juntó todo tan increíblemente rápido que a Scorpius no le dio tiempo de ayudarla.

-De nada -contestó él. Y ella volvió a sonreír.

Scorpius nunca supo por qué esa sonrisa lo cautivó tanto. Tal vez porque era realmente sincera y él no estaba acostumbrado a ver sonrisas verdaderas. Quizá porque provenía de la única persona que no murmuraba cosas a sus espaldas cada vez que pasaba, o porque era la única que no lo miraba con gesto acusador cada vez que nombraban la palabra Mortífago en Historia de la Magia. Lo único que supo es que para él, ella era especial.


Scorpius, que seguía sentado en el sofá, sonrió, y se alegró de que no hubiera nadie observándolo, pero igualmente se sintió muy estúpido. Solía sonreír sin motivo aparente bastante seguido. En clase, siempre lo hacía, aunque se arrepentía cada vez que alguien lo miraba como si fuera un loco. Es que cuando estaba aburrido, simplemente se hundía muy profundamente en sus pensamientos, que a veces eran muchos más placenteros que su realidad. Aunque no siempre.

Un Scorpius de unos catorce años estaba sentado en el salón de su Mansión, junto a la chimenea de mármol. Leía una revista con un extraño gesto en su rostro que demostraba claramente que se estaba aburriendo. Su madre, Astoria, que estaba en frente de él, leía un libro muy gordo y su rostro expresaba cualquier emoción menos hastío, a diferencia de el de su hijo.

La pesada puerta de madera se abrió con un fuerte estruendo. Scorpius levantó la vista curioso, pero luego la volvió a bajar y su rostro adquirió de nuevo ese gesto de disgusto e incomodidad. Su madre, en cambio, cerró su libro y lo dejó sobre una mesita, para luego prestarle atención a su marido y a su suegro, que acababan de entrar.

-Dime ¿Qué pretenden? ¡Yo no lo pienso hacer! ¡Jamás! ¡No voy a obedecer lo que los malditos sangre impura, mestizos y traidores me digan! -gritaba Lucius, furioso.

-¿Qué pasó? -preguntó Astoria intrigada.

-Han propuesto una ley para que se les pague a los elfos domésticos -explicó Draco, más tranquilo que su padre, aunque no parecía muy contento con esa propuesta.

-Pero eso no tiene sentido -reflexionó Scorpius- Si a ellos les gusta hacer lo que hacen, no quieren que se les pague...

-Sí, pero éstos ineptos que están gobernando se quieren hacer los héroes y defender los derechos de todos, por más que los defendidos no quieran...- dijo Lucius un poco más calmado, pero con un tono muy amargo.

-¿Tendrá que ver Hermione Weasley en esto? -preguntó Astoria, pensativa- cuando trabajábamos en el mismo departamento no paraba de hablar de eso y de intentar reclutar gente...

-Sí, supongo que sí... -respondió Draco- no puedo creer que le hagan caso, es totalmente ridículo.

-Los Weasley no tienen remedio -se quejó Lucius- Se han pasado generaciones deshonrando el nombre de los magos y lo siguen haciendo.

Scorpius seguía con la mirada puesta en la revista aunque prestaba toda su atención a la conversación de los adultos.

-Y lo peor de todo es que siempre se reprodujeron como gnomos- agregó el anciano- son una plaga. Sí, eso son, una molesta plaga.

El muchacho no cerró la revista hasta mucho tiempo después, aunque la lectura había acabado completamente cuando su padre y su abuelo atravesaron la puerta. Sabía que si no fingía que hacía algo su madre o su padre le preguntarían por qué estaba tan pensativo.

Se sentía enfermo...siempre había respetado mucho a su familia ¿cómo reaccionarían si se enteraran que se sentía atraído por una Weasley?


Sin embargo, el Scorpius dos años mayor pensaba totalmente distinto. Había madurado, y veía a ese recuerdo como el inicio de una importante prueba.

Una tonta rivalidad de familias ahora le parecía insignificante, algo incapaz de interponerse entre él y Rose. Además, se moría de ganas por confesar a sus padres y a sus abuelos la verdad. Le encantaría verles la cara...

Últimamente le encantaba romper las reglas y las tradiciones familiares, y disfrutaba mucho al hacer algo que sus padres le decían que no debía. Él sabía que eran cosas de la edad y que la mayoría de los jóvenes se sentían seducidos por lo prohibido, pero igualmente, él confiaba en que sus sentimientos hacia Rose eran más que un mero capricho. No estaba seguro de lo que sentía, pero sabía perfectamente que era mucho más que eso...

De repente, los gritos que había sentido antes se sintieron más cerca. Se paró de un salto y coloco su oreja en la rendija de la puerta para escuchar con más claridad.

-¡Es mi hijo! -gritaba Draco, como Scorpius jamás lo había sentido gritar- ¡No te atrevas!

-¿Pero es que olvidas todo lo que venimos hablando en las reuniones?-decía la voz de un hombre que Scorpius no conocía- Dijiste que te ibas a encargar, estuviste de acuerdo... Ya todos lo hicimos, te toca a ti. ¿O aceptaste todo por miedo a las consecuencias de decir no?

-¡No acepté por miedo!-exclamó Draco en un tono poco convincente- Sólo...es que...

-Es que nada.- dijo tajantemente otro hombre. A ese, Scorpius sí le conocía vagamente la voz- ¿Es aquí?

Inmediatamente Scorpius se alejó de un salto de la puerta, pues no se esperaba que alguien la golpeara. Él muchacho no contestó, y ni el mismo sabía por qué.

-Scorpius, querido, ¿podrías abrir la puerta? -Era la voz de Astoria. Scorpius notó algo de temor en ella.

-Mmm...eh...¿¡Por qué!?- preguntó el chico al fin, con un tono bastante prepotente.

-Ahhh, con que se hace el rebelde el muchacho, ¿eh?- dijo el hombre que Scorpius no conocía- ¡¡Ábrela!!

-¡No te atrevas! ¡No tienes derecho a hablarle así a mi hijo...! -exclamó Draco, pero se oyó un estruendo y la puerta cayó al piso. Scorpius se encontró de frente con sus padres, un hombre que no conocía y otro hombre al cual creía haber visto en alguna ocasión.

-Es igual a ti, Draco -comentó el desconocido. Se hizo una pausa y luego agregó- A ver, dinos, ¿con quién te has estado juntado últimamente, pequeño?

Scorpius se quedó helado...Simplemente no podía ser.

-¿Cómo? -preguntó el chico, sin tener otra cosa que decir.

-No te hagas el tonto -bramó el otro hombre- Draco, encargate tú.

-Sí- continuó el completo desconocido- Uno mismo tiene que podar las ramas podridas de su propio árbol.

Draco se llevó las manos a los ojos y se los frotó. Luego, soltó un suspiro y dijo:

-Scorpius, no quiero que te juntes más con esa chica Weasley, ni con ningún miembro de ésa familia, ¿entendido?

-Yo no me junto con ella -mintió Scorpius inconscientemente, como si las palabras hubieran salido de su boca sin su autorización.

-¿Ah, no? -preguntó divertido el desconocido, mirando directamente a los ojos del chico. Scorpius intentó recordar en ese momento todo lo que su padre le había enseñado sobre la Oclumancia.

-Mira -comenzó a decir el otro, y Scorpius recordó que era un amigo de su abuelo que había salido hace unos años de Azkaban.-, nosotros tenemos buenas fuentes.

-¿Ah, sí? -preguntó el chico, altanero. Y no pudo evitar ver la preocupación en el rostro de su padre y notó que su madre estaba a punto de desmayarse-. ¿Quién?

-Supongo que conocerás a mi nieta -dijo el amigo de su abuelo.

-No tengo idea de quién es usted.

-Nott... Ella se llama Clemence Nott. Y me ha dicho que se pasean muy juntitos por el castillo- Al terminar la oración se le dibujó algo parecido a una sonrisa en sus labios.

¿Podría ser? Se preguntó Scorpius. Era verdad, pero él no recordaba que nadie los hubiera visto, aunque era probable...

El chico no dijo nada. Todos se quedaron en silencio mirándolo, hasta que su padre dijo con una voz temblorosa:

-Ya me oíste, Scorpius. Haz lo que digo.

-¡Pero que padre tan misericordioso! -dijo el hombre desconocido- ¿Acaso piensas qué eso bastará para que el chico cambie? No, No. Aunque lo tuyo es simple, Draco. Yo me tuve que deshacer de toda mi familia de traidores, tu sólo tienes que castigar a tu hijito.

-Lo castigaré -aseguró Draco- ahora ya se pueden ir.

-¿Lo harás? -inquirió Nott, levantando las cejas.

-¿Sabés qué, Draco? -dijo el desconocido- Lo haremos, por ti.

Astoria soltó un gritito. Draco se quedó paralizado del susto. El hombre se dirigió al escritorio y llamó a Scorpius, que fue hacia él, desafiante. Luego le dio un pergamino y la pluma.

-Le escribirás a la traidora todo lo que te ordene, ¿de acuerdo?

-No -se negó rotundamente el chico.

-¿Cómo? -preguntó el hombre. Parecía que era lo que quería oír- Ya verás...¡¡Crucio!!

Todo pasó muy rápido. Scorpius se sacudía de dolor y lanzaba un grito casi inhumano. Daba miedo oírlo. Astoria y Draco se lanzaron hacia el hombre, pero éste, quién dejo de torturar a Scorpius, le lanzó un Desmaius a Draco; y Nott sujetó por los hombro Astoria, que gritaba desesperadamente, pero no se podía liberar.

-Escribe: Me siento contaminado por haberte tocado, asquerosa traidora. Me aseguraré de que ni siquiera me vuelvas a mirar.

-¡No! -se negó de nuevo Scorpius, a lo que el hombre volvió a gritar ¡Crucio!.

-¡No lo haré! -susurró débilmente cuando el dolor cesó apenas. Ya casi no podía sostener la pluma.

-Da lo mismo, porque te puedo encantar con la maldición Imperius y lo harás de todas formas. Pero vamos a ahorrarte el dolor -apuntó a Astoria con la varita- Hazlo, porque ya sabes de lo que soy capaz.

Scorpius vaciló, miró a su madre, tomó la pluma que se le había caído y con un gran esfuerzo, tanto físico como psicológico, escribió lo que el hombre le dijo.

El hombre, tomó la carta, la observó, la puso en un sobre y se la dio al muchacho para que se la la pusiera en el pico de su águila, mientras seguía apuntando a la mujer con su varita. Scorpius hizo todo con lágrimas de rabia en los ojos, temblado mucho y tambaleándose debido a lo que le acababan de hacer. Los dos hombres, Scorpius y Astoria observaron por la ventana como el águila volaba hacia el horizonte. Luego Nott soltó a Astoria, quien se lanzó a los brazos de su hijo, llorando. Draco seguía inconsciente.

-Nos vamos -dijo Nott.

-Los vigilaremos -agregó amenazante el otro- A todos.

Y ambos salieron del cuarto.3.Noticias preocupantes.

-Rosie, esto es muy raro.

-Sí, lo sé.

Rose estaba acostada en su cama mirando atentamente al techo como si fuera un entretenido programa de televisión. Albus, sentado a los pies de ella, observaba por enésima vez la carta de Scorpius como si intentara encontrar huellas digitales o algo así.

-Él no te mandaría algo así -dijo Al resueltamente, dejando por fin la carta de lado y mirando a su prima.

-El Scorpius que yo conocí, no -afirmó Rose, sentándose.

-No tiene ningún sentido ésta carta. Ya sabemos que Malfoy no tiene los mismos prejuicios que su familia. Y, si es lo que tu piensas (que te ha engañado para sacarte información y todas esas estupideces que dices) tampoco hay motivo para mandarte ésto. Todo lo contrario. Yo supongo que el querría que no sospecharas nada -comentó el muchacho, que se paró y se dirigió hacia la ventana, para quedarse mirando el paisaje con aire pensativo. Después de un silencio, él agregó-: Yo creo que es sólo una broma pesada.

-Es la letra de Scorpius -aseguró Rose, sin esperanzas.

-Conozco hechizos que sirven para imitar la letra de alguien y suelen usarse para crear cartas falsas. Son un tanto complicados por lo que tengo entendido, pero James es un experto, pregúntale...

-Tal vez es parte de un plan rebuscado -se animó a proponer Rose. En su voz se notaba la preocupación que sentía.

-Yo creo que tu mente es demasiado rebuscada. Olvídate de todo ¿quieres? - le pidió Al a su prima, quien asintió, no muy convencida. Se hizo otro largo silencio, en el cual la joven aprovechó para pensar.

Después de todo, ella siempre tendía a exagerar las cosas. Su mente siempre volaba demasiado lejos de la tierra, y la chica llegaba a pensar cosas realmente improbables que lo único que lograban era que ella no pudiera dormir bien de noche.

Muy raramente expresaba sus preocupaciones en voz alta. Rose sólo recordaba haberlo hecho el verano anterior, cuando se pasaba los días muy taciturna, lejos de todos. Su madre al fin le preguntó qué era lo que le sucedida, y Rosie, después de pensarlo mucho, le confesó que tenía mucho miedo de haber reprobado todos los TIMOs y no poder cursar ningún EXTASIS ¿Qué sería de su futuro si pasaba eso? Hermione le preguntó si de verdad creía que había reprobado todos los TIMOs y Rose contestó sinceramente que no, (es más, estaba muy segura de que había obtenido varios Extraordinarios) pero igualmente el miedo la carcomía por dentro.

Ahora estaba en una situación muy parecida. ¿De verdad creía que Scorpius fuera capaz de manipularla tan cruelmente? ¡Por supuesto que no! (es más, muy en el fondo estaba casi segura de que él estaba muy enamorado de ella), pero aún así, las dudas sobre el origen de la carta la torturaban psicológicamente.

-Bueno, Rose, creo que es hora de irme. Prometí a mamá que llegaría antes de la hora de la cena. Nos vemos- se despidió Albus.

-Adiós -dijo fríamente la muchacha.

El chico salió del cuarto rosa dejando a su prima muy concentrada en sus pensamientos. Rose pensó que nunca más volvería a tener la mente en blanco o con pensamientos triviales, pero después de un rato, casi milagrosamente se durmió y sus sueños no incluyeron a ningún muchacho ni nada relacionado con él.

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Los rayos del Sol que entraban por la ventana obligaron a Rose a abrir sus ojos. La joven se encontró acostada en su cama armada, completamente vestida, y cubierta con una manta. Mamá pensó enseguida. Seguramente ella se había encargado de entrar al cuarto de su hija la noche anterior, taparla y apagar las lámparas.

De repente un rugido proveniente de su estomago la sacó de su ensimismamiento. Se tocó la panza, y recordó que no había cenado. También se acordó del asunto de Scorpius y de la carta que había recibido, y sintió que un peso se cernía nuevamente sobre ella. Lamentó haberse recuperado de su temporal amnesia matutina.

Se levantó con la intensión de bajar rápidamente a comer algo, ya que se estaba muriendo de hambre. Pero antes se miró al espejo, tomó un cepillo y peinó su indomable cabello. Aunque en la cocina sólo estaría su familia, le gustaba estar arreglada. Luego leyó nuevamente sin ninguna razón la carta de Scorpius y salió de su cuarto.

Se alegró al ver que su madre era la única que se había despertado. No era que no le agradaran su padre y hermano, pero disfrutaba mucho de las charlas tranquilas con su madre a solas ya que siempre terminaban con una nueva enseñanza o dejaban a la joven reflexionando sobre algo.

-Buenos días -dijo Rose, sentándose en una de las sillas.

-Hola ¿Dormiste bien? -saludó Hermione a su hija- ¡Debes estar muerta de hambre! No te desperté para comer porque supuse que estarías muy cansada, y después de todo las vacaciones son para descansar.

-Esta bien mamá, gracias- se limitó a decir Rose, mientras llenaba su plato.

-¿Te ocurre algo? -preguntó la madre, observando a la chica.

-No -mintió Rosie. Y luego, para cambiar de tema, agregó-: ¿Papá no se levantó todavía? ¡Va a llegar tarde al trabajo!

-Sí, ya se levantó. Se fue sin desayunar siquiera. Pero no se fue el trabajo -informó Hermione.

-¿Ah, no? ¿Y adónde fue? -preguntó Rose, intrigada.

-Verás, es una mañana muy agitada -comenzó a explicar la mujer- A eso de las seis de la mañana, nos llega una lechuza de la tía Ginny contándonos que tu tío tuvo que ir a una misión especial, porque supuestamente una mujer fue herida gravemente por magia negra, o al menos éso dedujeron los sanadores...

-¿Y por qué les avisó? -interrumpió Rose, que no entendía bien qué le importaba a su padre el trabajo de su tío.

-Ah, supongo que fue porque a tu padre le encantan esas cosas. Seguramente se hubiese enfadado si no le avisaban, porque se hubiese perdido la acción -dijo Hermione restándole importancia. Luego, continuó con un tono que expresaba más gravedad- Igualmente, no hubo acción. Por supuesto los agresores desaparecieron sin dejar rastro.

-¿Y quiénes pueden ser? ¿Por qué la habrán herido? -inquirió Rose. A ella le interesaban mucho esos temas, y varias veces se había planteado ser Auror, aunque no estaba completamente segura. Antes de ser Auror, prefería ser sanadora. Pero si cambiaba de opinión, estaba cursando los EXTASIS necesarios para seguir la carrera de Auror, así que no se preocupaba mucho.

-Últimamente, desde que asumió el nuevo Ministro de Magia, han dejado en libertad a algunos Mortífagos. Nott, por ejemplo, salió hace un tiempo de Azkabán por padecer una extraña enfermedad crónica. Los aurores lo han estado vigilando, y creen que anda en algo extraño, pero no lo han encontrado con las manos en la masa -explicó la mujer, mientras sacudía su varita y lavaba su plato ya vacío.

-¿Y es seguro que este ataque tiene que ver antiguos Mortífagos? -preguntó Rose, que tenía la boca medio llena. Luego se sonrojó. Había heredado muchas cosas de su padre, y el hablar con la boca llena en algunas ocasiones, estaba entre los defectos.

-No es oficial, pero todo da entender que sí, ya que la herida fue la mujer de Malfoy -dijo Hermione, que no se dio cuenta de que su hija abrió muchos los ojos y se quedó con la boca ligeramente abierta por la sorpresa que la noticia le había causado.

-¿La...la madre de Scorpius? -quiso asegurarse Rose, intentando lucir lo más tranquila posible.

-Ah, cierto que eres compañera del hijo de Malfoy, me había olvidado. Sí, la madre de Scorpius-comentó Hermione, con un tono indiferente que molestó mucho a Rose.

-Pero... ¿ella está bien, cierto? -inquirió la joven, que se moría de curiosidad por saber mucho más del tema.

-Sí, está delicada, pero fuera de peligro -respondió con simplicidad Hermione, ocupada en sus asuntos, revisando unos papeles. Rose quería que su madre le explicara más, quería saber con exactitud que había pasado, pero como Hermione no habló más, Rosie se vio obligada a seguir preguntando.

-¿Y el resto de la familia? ¿Scorpius está bien, no es así?

Está vez Rose no pudo evitar la preocupación que sentía. Hermione notó el cambio, y la observó unos instantes. Luego, por fin contestó.

-También había olvidado que eran amigos -dijo la mujer, mirando a su hija con ternura, conmovida por la mirada asustada de ella-. Sí, supongo que están todos bien. La carta sólo hablaba de Astoria, si hubiese pasado algo más lo sabríamos.

Rose asintió, aunque poco conforme. Hermione se acercó a ella, le dio un beso en la cabeza y le dio un beso en la cabeza. Luego de un silencio añadió:

-Voy a despertar a tu hermano, se me hace tarde. Ve a La Madriguera. Sé que están grandes para cuidarse solos, pero viendo lo complicadas que están las cosas prefiero que estén acompañados. Enviaré a Hugo en un rato y luego iré al trabajo. En el Ministerio seguramente saben del asunto. Te enviaré una lechuza en cuanto tenga novedades -dijo Hermione mirando a Rose, que se alegró al ver que su madre se había dado cuenta de lo importante que era ése asunto para ella. Luego salió de la cocina.

Rose se quedó sentada mirando a la nada. Por su mente pasaban muchas cosas. Se sentía mal por Scorpius, él le tenía mucho aprecio a su madre. Además, tampoco estaba segura de que él estuviera bien. Y luego surgió un nuevo pensamiento en su mente ¿y si la carta tenía alguna relación con el ataque? Era factible.

Suspiró. Luego recordó las instrucciones de su madre, se levantó y fue hacia la sala de estar. Tomó de una maceta un puñado de polvo plateado, lo arrojó hacia la chimenea, gritó A La Madriguera, y se lanzó hacia las llamas.4. Juntos.

Scorpius estaba sentado en una de las salas de espera de San Mungo, ojeando una vieja revista. Se sentía muy aliviado, ya que su mamá se encontraba totalmente fuera de peligro. Pero igualmente, sabía que todo no había terminado. Pronto irían por su padre y por él, y seguramente querrían acabar lo que empezaron con su madre.

Al tiempo llegó su padre, llevando dos bebidas y unos bocadillos. Los puso en una pequeña mesita que estaba al lado de los bancos, y luego se sentó junto de su hijo. El chico, que estaba realmente hambriento, tomó unos cuantos bocados y empezó a comer casi desesperadamente, dejando de lado la elegancia y distinción que llevaba generalmente gracias a su apellido.

Después de un rato, cuando los vasos y los platos se vaciaron, Scorpius por fin habló.

-¿Qué va a pasar? -preguntó el muchacho, sin más.

-Todo va a estar bien, hijo. Tus abuelos ya están ocultos lejos de casa, y cuando le den el alta a tu madre iremos con ellos. Por ahora estamos a salvo aquí. Hay Aurors vigilando por todas partes -respondió Draco, impasible.

-¿Vamos a escondernos? -exclamó el joven-. Pero yo voy a tener que volver al colegio en algún momento. Y padre, ¿vas a dejar el trabajo?

-No, mira... esto se solucionará pronto. Son pocos, aunque están bien organizados, pero supongo que los vencerán...

-¿A quiénes? ¿Qué demonios está pasando? ¡Explicame! -exigió Scorpius irritado.

-¡Más respeto con tu padre! -gritó Draco, enfadado. Últimamente su hijo estaba muy autoritario y temperamental.

-¡Yo respeto a quienes me respetan! ¡Tus amigotes me hicieron escribirle cosas horribles a mi novia, y seguramente no me perdonará! ¡Me torturaron, ellos me torturaron! ¿Cómo quieres que te respete, si lo único que haces es complicarme la existencia? -Al terminar de decir ésto, Scorpius miró hacia otro lado, claramente arrepentido de haber pronunciado esas palabras, que habían salido de su boca sin su consentimiento, impulsadas por la furia.

-Te explicaré- dijo Draco. No le habían gustado para nada las palabras de su hijo, ni la forma en que las dijo, pero no podía negar que tenía razón- Algunos antiguos Mortífagos y otros individuos más, se están aliando para derrocar al Ministro y traer nuevamente los ideales de El señor Oscuro. Como tu sabes, tu abuelo y yo fuimos servidores de él en aquellos tiempos. En fin, vinieron a pedirme ayuda, ya que soy de gran utilidad para ellos debido a que trabajo en el Ministerio. No podía negarme, entiéndeme Scorpius. Amenazaron con atacar a mi familia, y sabía que lo harían... es más ya viste cómo lo hicieron -terminó de explicar el hombre, mirando a su hijo con una mirada suplicante.

-Lo entiendo -dijo el joven, que seguía muy enojado, pero comprendía perfectamente la situación en la que había estado su padre.

-Mira. Sé que la Orden del Fénix está trabajando clandestinamente. Ambos bandos están bien organizados y será difícil... tal vez una Guerra, por eso no importarán los estudios o el trabajo. Tenemos que cuidar nuestras vidas...

-¿Vas a esperar escondido a que otros peleen por ti? Tú tienes que ir y enfrentarlos. Tú tienes que ir y ganarles. ¡Tú tienes que demostrarles que nadie se mete con un Malfoy! -gritó Scorpius.

Draco observó fijamente al chico. Si bien por un lado las palabras de su hijo le sorprendieron, por otro lado no le pareció extraño que el joven saliera con una ocurrencia como ésa.

Sabiendo que sería en vano exigir respeto y retarlo por haber gritado a su padre, Draco simplemente dijo:

-No es tan fácil.

Scorpius asintió. Entendió en ese instante que su padre no era un temerario ni un guerrero, pero al ver sus ojos suplicantes también comprendió que lo único que quería hacer era protegerlo, no sólo a él, si no también a su madre y a sus abuelos.

Hubo un silencio un poco incómodo.

-¿Tu crees que habrá una Guerra? - preguntó luego Scorpius, un poco más tranquilo.

-Sinceramente, no. Tal vez habrá algunos enfrentamientos entre La Orden del Fénix y la Nueva Organización de los Mortífagos, pero no creo que afecte a la gente que no está implicada, por lo tanto no será una Guerra propiamente dicha. Pero lamentablemente hijo, nosotros estamos implicados...

Scorpius cerró los ojos y reflexionó un momento. No podía obligar a su padre a luchar, pero él no se podía quedar escondido con los brazos cruzados, mientras La Orden del Fénix...Mientras Rose...

-Por favor, cuida bien a mi madre y a los abuelos -le pidió Scorpius a su padre.

-¿Eh? ¿Qué vas a hacer Scorpius? -preguntó Draco. Pero el joven no respondió, se dio vuelta y salió corriendo rumbo a la salida- ¡Scorpius! ¡Regresa ahora mismo!

-Lo siento papá -se disculpó el chico, sacando la varita y apuntando a su padre- ¡Expelliarmus!

Draco salió disparado hacia atrás, cayendo al suelo, un poco aturdido. El joven aprovechó el momento para salir del edificio y encontrarse en una concurrida calle londinense.

ººººººººººººººººººººººººººº

Los rayos del Sol vespertino hacían que el cabello rojo fuego de Rose se viera aún más intenso. La chica estaba sentada en el jardín de La Madriguera leyendo un grueso libro, intentado olvidar la carta que había recibido el día anterior y las noticias que había recibido aquella mañana. No había recibido ninguna novedad durante la tarde, y suponía que éso era bueno, ya que estaba segura de que si algo malo hubiese pasado, su madre se lo hubiese hecho saber.

El intenso calor hizo que a la joven le diera sed, por lo que se levantó de la silla para dirigirse al interior de la casa. Cuando estaba a punto de tocar la manija de la puerta, el ruido de una bocina la hizo sobresaltarse. La joven, con la mano apoyada en su pecho sacudido por su palpitante corazón, miró hacia la calle, y se sorprendió aún más al ver un autobús morado de tres pisos estacionado en frente de la Madriguera. Se acercó desconfiada, preguntándose quién estaría de visita. Al ver al muchacho rubio de ojos grises que ella tanto quería bajándose del bus, simplemente quedó petrificada.

-¡Rose! -gritó él alegremente, corriendo hacia ella-. Rose, ¿Cómo estás?

Se miraron a los ojos unos instantes, como si no pudieran creer que estuvieran tan cerca, y luego se besaron como nunca antes lo habían hecho.

-¿Qué...qué haces aquí? -se animó a preguntar la chica al fin, aunque todavía seguía abrumándola la sorpresa.

-Déjame estar a tu lado -dijo él, abrazándola fuertemente-. Déjame estar de tu lado.

-¿A qué te refieres?- preguntó la muchacha, sin entender.

-A que voy a luchar... con los tuyos, para que nada ni nadie se interponga entre nosotros.

Los dos jóvenes se abrazaron iluminados por la luz anaranjada del Sol que se ponía majestuosamente en el horizonte. Ella tenía los ojos húmedos por las lágrimas de emoción y él reflejaba decisión en su mirada gris, pero ambos sabían que ése momento marcaría un antes y un después en la vida de los dos.

Una típica historia - Fanfics de Harry Potter

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2024-10-10

 

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