Corría por el césped muerto. Sobre su cuerpo, yacía una sentaencia de muerte, por consumarse. El sol caía, bajo las ramas del horizonte. No tenía tiempo, tenía que darse prisa o los lobos hambrientos, se la tragarían. La sombra del absimo. La oscuridad que lentamente vigilaba su sueño. Estaba cerca de caer en sus redes. Su risa aguda se escuchaba en todas direcciones. Estaba confundida. Perdida.
Y un alarido, acabó con su noche. El fuego se turnó azul. Despertó agitada, al sentir el calor de una mano que acariciaba su espalda, con un ritmo inconstante. Tiritaba, aunque el fuego estaba a su máxima fortaleza.
No era suficiente para espantar a los cuervos de su mente. A los cuervos que querían sacarle los ojos mientras dormían.
- ¿Estás bien?- una voz tímida, pero fuerte al mismo tiempo, se escuchó a su lado. Apenas ladeó la cabeza. El fuego del salón, dibujo interesantes sombras en su rostro.
- ¿Estaba soñando?
- No lo sé. ¿Qué estabas pensando?- la voz respondió, dubitativa. Una mano temblorosa, se acercó al posa brazos de su silla y se apoyó firmemente. O con toda esa firmeza, que se permitió. Que sacó de su cuerpo.
Cuatro días y tres noches, habían pasado. Estaban en una casita pequeña, que se deshacía sola. Que estaba por caerse. Bajo la luz de un débil fuego. Pero no debían despertar a los demonios.
- Soñé con ese día otra vez- dijo y suspiró- Ted, soñé con ese día otra vez. Con el día de mi huída.
Aquel hombre no dijo nada y su cien, se arrugó. La mujer a su lado, ya tenía nueve meses de embarazo. Estaba próxima a dar a luz. No había tiempo de pensamientos infundados por el miedo. Tenía que ser valiente, por los dos.
Sostuvo su mano con fuerza, lo había estado haciendo desde que la observaba dormir. Apoyó su cabeza sobre su hombro y le acarició el cabello con ternura. La mujer a su lado, se afianzó en su regazo y esperó a que sus propios miedos, murieran bajo el suave toque de su marido. Bajo sus dulces palabras.
Esa noche quedaba visiblemente atrás.
- Nuestra hija va a nacer. Lo demás desaparecerá. Pronto, tendremos a nuestra hija. Pronto nacerá Nymphadora.
¿En ese desvencijado universo? Las dudas se cernían sobre su cabeza, como un río sobre su cause. No estaba segura de ser la mejor elección.
Pero ya no había marcha atrás.
* *
Y lo podía recordar. Sobre una cama de madera ya vieja, ya rota. Gemía a todo pulmón, mientras su hija estaba por nacer, en las condiciones más inhumanas. Pero lujos, no quitaba el derecho de vivir. Ted sonreía, esperando ansioso. Mirando con detalle,por si su pequeña cabecita sea somaba y podía tocarla.
Lo demás sobraba en ese momento. El nacimiento de un hijo, era la situación más hermosa que podía existir en ese mundo y en otros. Lo demás, no afectaría la alegría de aquel momento.
Un chillido agudo y un llanto, le dio lo que estaba esperando. Estaba manchado hasta las mangas, pero no lo tomó en cuenta. La bebita lloraba, se movía. Respiraba, tal cuál ellos, una vez obtenida la libertad.
Y sin importar, vivir como ratas en el suelo.
- Hola, Nymp...- susurró su padre, cuando sus ojos se abrieron por primera vez, en los brazos de su madre. La besó un par de veces, al igual que a la pequeña. Roció su cabeza con agua tibia, limpió su cuerpo y se sorprendió de encontrar tantas cosas.
Unos minutos luego.
- Nymp es metamórfaga- dijo con suavidad y Andrómeda sonrió, feliz- mira su coronilla. Su cabello es casi azul.
- Sí. ¿No te parece hermosa? Nymphadora es la niña más hermosa que jamás he visto. Y es solo mía... Es mi hija.
Y la felicidad brillaba en el hogar, pese a la inmundicia en la que estaba sumido. En la oscuridad de una pequeña vela, Andrómeda Tonks, arrullaba a su hija con una canción. Estaba exhausta, pero aún tenía fuerzas para contarle sus sueños. Que sus ojitos miraban fijamente.
- Hola, Nymphy... Sí, hola pequeña- sonrió dulcemente mientras Nymphadora ahogaba un bostezo- sí, nos vamos a dormir. Papá ya se durmió ¿viste? Estaba tan cansado el pobre. Pero ya estamos todos juntos, reunidos como debe ser.
La familia Tonks.
Una niña de cortos cabellos rosados, daba vueltas en un enorme bosque, con la cabeza mirando hacia el cielo. No se cansaba de dar y dar vueltas. Su madre, la miraba a la distancia, sonriéndole con mucha dulzura. Su largo y andrajoso vestido, bailaba mientras ella giraba velozmente.
Se elevó por los aires prácticamente un segundo y luego, descendió en el suelo con un gracioso movimiento. Se inclinó para ofrecer sus gratitudes. Su padre aplaudió feliz y su madre continuó sonriendo mientras remendaba medias.
- Deja de girar así, Nymph. Te marearás.
- En verdad mamita... ¿Tengo que llamarme Nymphadora?
- Sí. Así te llamas, cariño- dijo su madre, levantándose de la vieja silla en la que estaba sentada y mirándola, sonriente- para mí es un hermoso nombre. ¿No crees, Ted?- preguntó ella y le acarició el rostro a Nymphadora.
- Un nombre hermoso.
- Papá siempre va a coincidir en eso- dijo ella, cruzándose de brazos- ¿Y hasta cuando vamos a vivir en este lugar? Estoy muy aburrida.
- Hasta que podamos pagar algo mejor- dijo su madre, con una mirada de soslayo. Tonks rezongó y caminó hacia la casa. La mujer encontraba su corazón destrozado, solo por el hecho de no poder darle algo mejor.
Pero podría.
- Vamos Andrómeda, necesitas descansar un poco. Si apenas te has curado de la gripa pasada. Necesitas que te cuide un poco.
Andrómeda sonrió, no dijo nada y regresó a la pequeña cama. Se recostó allí, junto a su esposo. Nymphadora se había ido a dormir y ya sabían que no querría hablar sino hasta la mañana siguiente. Suspirando, Ted la miró, mientras su esposa se contemplaba en un espejo, al desvestirse. tantos años ya. Su hija tenía ocho años y todo había cambiado lo suficiente, como para marearla. Casi no podían pagar la renta del lugar. Pero creía que ya luego de ocho años, todo se había terminado.
- Mi amor, estás hermosa- dijo, mirándola en pijamas. La abrazó y ella suspiró.
- ¿Podremos irnos ya? No soporto este lugar.
- No estoy seguro. Ya he ahorrado lo suficiente para comprarnos otro hogar, pero temo que al salir...
- Lo sé. Pero Nymph tiene razón. Merece algo mejor. Y ni siquiera Bellatrix o Narcisa, impedirán que lo tenga.
Nymphadora estaba recostada en su cama. Odiaba el lugar, deseaba algo mejor. Algo que fuera real. Inspiró y se cubrió con las sábanas de su cama. Estaban rotas, pero aún la calentaban lo suficiente. Miró por debajo de ellas.
Soñaba con un nuevo lugar. Con un enorme patio para jugar. Conocer niños a los que pudiera acompañar, cuando fuera a pasear.
Tener muñecos, tener deseos diferentes, que no fueran evitar ser mordido por una rata o cruzarse con algún insecto.
¡Sus padres no lo comprendían lo suficiente!
- ¿Crees que Nymph esté muy molesta?- dijo, mientas su esposo le acariciaba el cabello en la cama.
- Es una niña, es lógico- susurró y sonrió- pero estará bien, no debes preocuparte- le comentó, a un lado de ella, apoyando su cabeza sobre una de sus manos. Andrómeda juntó sus manos sobre su vientre y miró hacia el techo de madera carcomida. El Blog de la ginebra y el whisky on the rocks
- Quiero lo mejor para ella.
- Y yo también, mi amor- le dijo, luego de un beso- pero necesitas dormir. No te hará bien, estresarte. No sabemos si podrías enfermarte otra vez. Descansa por favor.
Asintió cerrando los ojos. Soñando con los juegos. Jugando con los sueños.
El sueño se hacía realidad y Ted Tonks, sacaba las valijas a la calle. Miraba la andrajosa casa. No le debía nada, pero no negaba que había sido útil en el tiempo que habían estado allí. Habían vivido muchas cosas diferentes. Habían visto crecer a Nymphadora Tonks, en aquella casa. En aquella cama de sueños.
De pesadillas que se convirtirían en placer, luego. Lo sabía, lo presentía.
Nmphadora correteaba por el lugar, buscando sus cosas. No podía dejar nada, ahora que iban a mudarse y abandonar ese lugar, de las miles de pesadillas. Sonrió con fuerza, arrastrando su valija. No eran muchas coasas.
No quería mirar hacia atrás.
- Entonces, estamos preparados para abandonar. Han sido diez años de ocultarnos, diez años de vivir como prófugos, de un crimen que nunca cometimos.
¿El amor era un crimen acaso? Andrómeda suspiró, mientras su esposo sostenía su mano con fuerza y Nymphadora sonreía feliz.
- Creo que estoy lista, para partir- susurró, su mano temblaba bajo la de su esposo. No podía evitar sentir ese miedo, que estaba asociado a su pasado.
El fantasma que nunca terminaría de morir. El fantasma que mientras caminaba, era su sombra. Que mientras pensaba, se adentraba en sus sueños.
- ¿Lista, Nymp?
- ¡Por supuesto!
El nuevo hogar, mucho más grande. Fresco y aireado. Suspiraba Andrómeda, ante el placer de las paredes blancas. Ante el placer de sentir que su hogar, era una nueva historia que le podía contar al mundo. Atrás el miedo a ser dominada por su sangre. Tenía todo eso que deseaba y mucho más. Sin importar que la herencia familiar, no reposara en sus bolsillos.
Tenían una riqueza mejor. La unidad familiar. El deseo de subsistir, de tener una vida mucho mejor de lo que estaban enfrentando. Aspiraban a ser más y mejores que sus propios miedos. No podrían detenerlos.
Estaban en camino y nada podría parar sus anhelos. Sobretodo, aquellos de una niña en crecimiento, que le sonreía a la vida, una vez más.
Nadie detendría a la familia Tonks.
Muñecas y más muñecas, cepillos de peinar y broches de colores. Ted había hecho un descubrimiento. Una mejora en la vida. Que podían respirar libertad, que podían escuchar la risa de niños y sus propias risas. Unas paredes cálidas devolvían el sonido. Devolvían la devoción que le habían entregado a la vida.
La creencia de que podrían tener ese lugar que les correspondía. Ella era una Black, luego era una Tonks. Podría tener ambos derechos y nadie se los negaría. Sonreía, mientras Nymphadora subía y bajaba las escaleras, por el barandal.
- Nymphy, te vas a caer. Además, ya estás grande para estar jugando como una niña pequeña.
- Es divertido- dijo, mientras daba un largo salto y flotaba en el aire.
- Pronto perderás esa habilidad. Irás a Hogwarts, cariño.
- ¿Irme? ¿Por qué tengo que irme? Me gusta estar aquí y no quiero salir.
- Por que tienes que aprender a utilizar esas habilidades. Y al regresar a casa, tendrás prohibida el uso de magia. Los menores de edad, no pueden hacerla en casa.
- A papá no le molesta.
- Le molestará luego- le dijo y Nymphadora suspiró. Su cabello rosa chicle, cambió de tonalidad. Azul celeste. Su madre la observó, mientras meditaba detenidamente. Meditaba lo que acababa de decir acerca de irse o no irse.
Entrenarse en una escuela para magos. Sonaba divertido, pero tenía miedo de dejar a sus padres. De fallar. De quedarse sola y que jamás fueran por ella. Que jamás regresara a casa y a estar junto a su familia.
Sus padres dormían esa noche, pero ella no podía dormir. Caminó varias veces, preguntándose si debía despertarlos para comentárselos.
Ted observó la luz encendida del pasillo y escuchó los pasos suaves. Se levantó de la cama, soltando los brazos de su esposa y caminó hacia ella.
- ¿Nymp? ¿Qué estás haciendo? ¿Te sientes mal?
- No peudo dormir- dijo ella, parada en la mitad del pasillo- No quiero que sea mañana.
- ¿Por qué?
- Por que cada vez, me acerca a mi cumpleaños número once. Mamá dijo que me tenía que ir a estudiar. No me quiero ir, papá.
Se sentó con ella en la cama y suspiró, con una sonrisa. Ella lo miró, indecisa. No quería alejarse de sus padres.
- Es algo natural. Tu madre también fue a la escuela Hogwarts.
- Pero yo no quiero irme...
- Tienes que aprender a dominarte, a usar esos poderes. Tu mamá y yo, no pensamos dejarte sola... no creas eso, hija. Te esperaremos con ansias y te buscaremos, apenas regreses.
- Pero...
- Confía en mí y acuéstate. Una pequeña como tú, no debe desvelarse- le dijo, besándole la frente- Buenas noches, cariño.
Se levantaban temprano, era hora de partir. Era hora de decirse adiós momentáneamente, hasta que el viento los volviera a reunir. La miraban, mientras ella decidía qué empacar, que le recordara a sus papás.- Tonks, date prisa que ya se hace tarde. Papá te espera en el auto.
- Pero mamá, ¿en verdad tengo que asistir a esa escuela? ¿Y si jamás regreso y no vuelvo a verlos?
- Volverás, cariño. Solo te vas a educar, ya lo verás.
- No estoy segura, mamá.
La miraron, mientras ella arrastraba su pesado baúl y con un suspiro, colocaba la jaula de su lechuza a un lado. Su padre introdujo sus cosas, en la cajuela del auto y la miró con una sonrisa. Aunque ella, lo mínimo que quería, era sonreír.
- Te irá bien, mi amor- le dijo y ella, negó con mucho dolor- te van a enseñar, a controlar... Eso que habrás de usar, cuando al final tengas tu libertad.
- Pero yo no quiero mirar, me aterra pensar que ya no he de llegar.
- Nosotros nos quedaremos, no te aferres a sentimientos desechos.
- No puedo sentir otra cosa, no ahora. Es tiempo, de que luche contra esto.
- Eres una de ellos, tienes ese derecho.
Ladeó la cabeza, su madre estaba en la ventana. Agitaba un paño y la esperaría todo el año. Sonrió, pero sintió fue dolor. Dolor de verla partir, pudiendo morir. Pero tenía que ir, para que aquella historia, tuviera un fin.
- Cuídate mucho, Nymphadora Tonks. No hagas desastres, haz magia con el corazón.
- Que se queda hoy papito, dentro de aquel soldadito- señaló su ventana, que no vería por todo un año.
- Anda vamos, tenemos un trato. Volverás al rato, para jugar con los dados. Para jugar con las muñecas y las pulseras. Para jugar con mamá, un rato más.
- ¿Cuánto tiempo me quedará, para regresar?
Su padre rió, melodiosamente.
- Si aún ni al tren, he mirado pasar... No te podrás regresar.
Vida Tonks - Fanfics de Harry Potter
Corría por el césped muerto. Sobre su cuerpo, yacía una sentaencia de muerte, por consumarse. El sol caía, bajo las ramas del horizonte. No tenía tiempo,
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2024-11-15
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