Cadapaso que doy cuesta un poquito más. Mis gruesas botas se hunden indefinidamenteen el manto de esponjosa nieve, y yo tiro con fuerza de ellas para sacarlas denuevo al exterior. Otro paso más. Y, después, otro. Así avanzo lentamente haciadelante, siempre hacia delante
De pronto, me detengo. Alzo la miradamuy despacio y entrecierro los ojos para ver con claridad el paisaje que seextiende ante mí, un suave entramado de prados bañados en merengue helado yenmarcados por hileras de pinos entrelazados cuyas agujas impregnan el aire deese olor tan familiar. El olor a mi hogar.
Y allí, apenas visible entre lavegetación y la nieve, una chispa de calor; una pequeña vivienda de madera ytejas rojas, de esas que ya no se construyen, de las que solo aparecen en loscuentos y en los sueños, que a fin de cuentas no dejan de ser la misma cosa.
Con una sonrisa aflorandoindiscretamente a mis labios, trato sin mucho éxito de acelerar el paso, sintiendoel frío cosquilleo del hielo colándose entre mi ropa hasta alcanzar mi piel.
A medida que me acerco, los detalles dela pequeña casa se van haciendo cada vez más visibles: el ramillete de muérdagoque pende de la puerta principal, las cintas de colores que serpenteanlevemente mecidas por el viento desde la cornisa del tejado, las muescas que eltiempo ha ido grabando en la mellada pared de roble, la fina película de vahoque abraza los gruesos cristales de las ventanas
Del interior de la casa surge una luzsuave y cálida, el sutil refulgir de una cerilla abandonada en un frío desván.Ese calor va pasando lentamente a mi corazón, por lo que, para cuando hellegado ante la casa, sonrío de nuevo.
Por debajo de la puerta se escapa eldulce sonido de los villancicos, ligeramente interrumpidos por lasinterferencias de la radio que los emite. Puedo oír también el entrechocar queproducen las piezas de una vajilla, e incluso sin verla, en mi mente secondensa un viejo recuerdo: desayunos con frutas silvestres y pan conmantequilla durante los veranos olvidados, cenas entre tazas de chocolatecaliente y bizcochos recién hechos en los inviernos lejanos.
Inspiro profundamente, hago acopio deun valor que ya casi tenía por perdido y pico a la puerta. Una, dos, tresveces. Como siempre. HERRETE | Descúbre su verdadero significado
Seguidamente, hundo las manos en losbolsillos de mi lustrosa gabardina, tratando así de esconder mis dedos de lasfauces de la inminente noche y su ejército de afilados dientes helados.
Varios pasos sordos y pesados searrastran tras la puerta, que lentamente se abre.
El cálido aliento que cobija la casasopla lentamente sobre mi rostro, y perfilada por hilos de luz dorada apareceante mí una mujer que carga con tantos años en su alma como arrugas en sucuerpo.
La frágil anciana alza sus cenicientosojos saturados por el tiempo y los clava en mí, examinándome.
De pronto, una chispa de luz seenciende en el fondo de aquella vencida mirada, y la expresión de la anciana setorna de sorpresa y alegría. Escucho mi nombre salir de sus labios temblorososen un susurro emocionado.
Sonrío y extiendo los brazos hacia lamujer, que con un par de pasos trémulos se acerca a mí y me abraza. A través demis muchas capas de ropa se escurren varias lágrimas de salada felicidad.
Yo cierro los ojos y estrecho a laanciana contra mi cuerpo. La he echado de menos tanto, tantísimo
Entonces, la figura de un hombre conmucha vida a sus espaldas surge del interior de la casa y nos observa,impresionado, extasiado. Abro la boca, queriendo decirle algo, lo que sea, unade tantas cosas que se amontonan tras mis labios, pero las palabras se juntan,se mezclan y solo se escucha el silencio.
Pero no es necesario hablar. Élcomprende. Lo veo en sus ojos, sé que comprende. Me sonríe, y yo le devuelvo lasonrisa. Y justo entonces, dos personas más se unen a la escena. Dos mujeres,jóvenes, curiosas, casi idénticas. Idénticas entre ellas. Idénticas a mí.
Gritan mi nombre y corren a abrazarmejunto con la anciana. Y me siento feliz. Más feliz de lo que he estado en muchotiempo. Feliz con mi madre. Feliz con mi padre. Feliz con mis hermanas.
Y es que, ¿hay algo mejor que volver acasa por Navidad?
Dedicado a Sinsajo malholiente,Lectora anonima y Potterfanatica101, por ser las trillizas más fascinantes que he conocido nunca.
Volver a casa en Navidad - Potterfics, tu versión de la historia
Cadapaso que doy cuesta un poquito más. Mis gruesas botas se hunden indefinidamenteen el manto de esponjosa nieve, y yo tiro con fuerza de ellas para sacarlas
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2023-02-27
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