Por aquellas frías praderas en el invierno, él caminaba. Su mente ya no estaba en paz, desde que ella había decidido introducirse en su vida de una forma vil y cruenta. Amenazando sus sueños, su paz interior y su sanidad mental. Enloquecido iba por el mundo, por que no la podía amar sin dejarla de envidiar.
Es la historia de alguien enloquecido, de alguien que entre sus desamores, sólo la veía a ella. Terminó con Pansy, con Ruth la chiquilla del trabajo, incluso con Catrhina, cuyo cuerpo despertaba los millones de elogios. No podía con su vida, ella, estaba maniatada a aquel corazón.
Pero, no podía amar, no podía sentirse completo. La envidia, los celos, se estaban apoderando de él conforme crecía y avanzaba en sus caminos. Perfecta, con miles de sueños, con las amistades que no pudo tener y con el cuerpo, como los dioses. Envidia, eso era lo que despertaba ella.
Amándola en secreto, envidia en su boca. Sus labios, sólo servían para herirla, para despreciarla de la forma más asquerosa, que fuera capaz. Así era su amor. Era frío, era sarcástico, irónico. Era, duro.
Mala consejera. Su envidia siempre le aconsejó mal. El amor nunca pudo sosegar ese sentimiento, ese indeseable huésped que se introdujo en su corazón y, no le permitió ver más allá. Su adorada diosa, su adorada ninfa, sentía el calor de su rechazo y se perdía en los sueños de otro. Envidia sentía, de que ella pudiera amar, de que ella fuera amada. Envidia de Weasley sentía, de que pudiera hacerle feliz, de que pudiera hacer el amor con ella, como él, no podía.
Y así fue su vida, su dolor y su llanto. A su casa llegó, en medio de una torrencial lluvia. Desesperado, lleno de manchas y de cortes de sangre. La necesitaba, no soportaría otro rechazo más, no suyo. Sus labios estaban rotos, morados y su cuerpo estaba infectado entre dolores físicos y mentales. Sonreía lacónicamente, observando la expresión de terror en sus acaramelados y perfilados ojos. Sí, ella le temía y siempre le temió.
Su corazón noble, trató de intervenir, de ayudar a aquel muchacho que sufría. De todas formas, ni el más grácil león, era suficiente para curar a la serpiente que se había pinchado con su propio veneno. Muerte, eso le esperaba a quienes envidiaban de esa forma.
Se cae al suelo, a rastras toma su túnica y un ruego desesperado brota de sus labios como un sonido profundo, grueso y perturbante. Su boca está seca, su garganta ya no emite más que ruidos distantes e incomrpensibles. Garganta rota, de tanto gritarse y llorar. Las horas y los minutos resuenan en las paredes, cuando las campanadas anuncian ya, que es su hora.
Una delgada línea los separa, una delgada pieza de ropa los distancia de todo lo que debieron ser. Se tumba a su lado, suspira y trata de serle útil pero no. Draco, ya va a morir por amor.
Con una sonrisa suave, sólo pide un beso, un gesto de cariño. Ella se ha ido a dormir con el otro, con su enemigo y él, sólo quiere descansar. Para compartir, un poco de cama con ella. Su dulces labios sólo le tocan una vez, antes de que sus párpados se cierren y su endemoniado corazón deje de latir. Aunque ya no latía, desde que había puesto un pie en ese hogar.
- ¡Mátame! ¡Mátame que ya me has matado de amor!- ruge, sosteniendo la varita contra su pecho. De todas formas, aquel león orgulloso, no cede- ¡Morir por ti, eso quieres!
Luces enseguecedoras, blancas y dispersas en el frío ambiente. A su esposo, no le da el tiempo necesario para intervenir. Se ha terminado, en los brazos de su fruto prohibido ha terminado. Aferrándose aún a su pulcra mano, que ahora está manchando con su sangre y el fruto de su envidia.
Fruto de la envidia - Fanfics de Harry Potter
Por aquellas frías praderas en el invierno, él caminaba. Su mente ya no estaba en paz, desde que ella había decidido introducirse en su vida de una forma vi
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2024-10-24
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