Los Malos Hábitos - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

Utensilios de cocina y>Canción



El ruido sordo de la escoba golpeando el suelo de piedra, las cejas fruncidas y los labios apretados, le avisaban a Elisa Lolls que retrocediera. A Ginny Weasley la cara se le estaba poniendo roja, como un tomate maduro.



- ¿Qué dices? - preguntó incrédula.



- Que
Draco Malfoy nos dijo que no podíamos entrenar porque ellos están ocupando el estadio de Quidditch.



Ginny murmuró un par de palabrotas que nadie entendió, recogió su escoba y salió disparada haciendo ondear su túnica escarlata, desapareciendo entre los muros de piedra. Sus compañeros de equipo la intentaron seguir, pero conservaron cierta distancia: la prudente para ponerse a recaudo de un ataque de histeria o de rabia que podía terminar en una fiesta de moco murciélago.



El viento frío de los terrenos no sofocaban el ardor de las mejillas de Ginny, y ella aún no destensaba la frente. Estaba furiosa, quizás no había estado tan enojada desde que toda su familia, incluyendo a Harry, no querían dejarla luchar en la Batalla de Hogwarts.

Al llegar hasta las graderias del estadio vio la silueta de Draco Malfoy, volando muy alto montado en su escoba, le observó dar órdenes a otros mientras nadaba en medio del cielo gris en busca de algo. Algo pequeño y redondo. La snitch dorada.



Ginny dudó un segundo entre utilizar un potente Sonorus, o ir ella hasta arriba para explicarle un par de cosas. Se decidió por lo último, y con una fuerte patada contra el irregular césped se elevó en el aire, fundiéndose en una con la escoba que Harry le había regalado hace unos meses atrás.



Y una vez arriba de su escoba, a cada segundo se sentía más volátil. En el aire ella se hacia liviana y minúscula. Olvidó casi por completo que estaba haciendo ahí, porque siempre le ocurría lo mismo: era el viento susurrando en sus oídos, acariciando su pelo, golpeándole la cara. Aquello era su mejor antídoto a la pena, la frustración y la rabia y los colores del atardecer la sedaban por completo haciendo que la mueca de enojo que estaba impresa en su frente se fuera desvaneciendo.



Ginny giraba en amplios círculos, se unía con las corrientes de aire, flotaba como si no hubiese un palo de escoba entre sus piernas. Y ahí le vio, cerca de las graderías donde se ubicaban los de Hufflepuff, bailaba agitando sus finas alas doradas a escasa altura del suelo. Apuntó el recto mango de la escoba en dirección a la snitch, se hizo una con la madera y estiró el brazo tanto como pudo, cerró su mano un segundo antes de que algo colisionara bruscamente con su cuerpo.



- ¡Que bruto que eres, Malfoy! - le gritó mientras se levantaba del suelo, tambaleándose un poco y con las piernas dormidas por el golpe. Intentaba alisar los pliegues de su túnica roja, y contener la sensación de dolor que punzaba en sus músculos.



- ¿Bruto, yo? - repitió el chico. - No soy yo quien anda metiéndose en los entrenamientos de los otros equipos, Weasley. No sé si en tu casa te enseñaron pero es de mala educación inmiscuirse en lugares donde no has sido invitada. - Draco sonrió con una mueca de desdén. - Por lo visto no, porque llegas aquí y te entrometes como una salvaje.





Imbécil
¿Salvaje, yo? Sí, claro
se me había olvidado que yo quiero exterminar a todos los que no piensas que




Otra vez ese color rojo furia emergió en la piel de Ginny, quería gritarle esas cosas que pensaba y muchas más, pero Hermione, Harry y su padre siempre le decían que para que sanaran las heridas de la pasada guerra habían ciertos temas que era mejor no mencionar, y uno de esos era la participación de los Malfoy.

Pero le costaba tanto, sobretodo cuando Draco sonreía con su cara pálida estática. Ginny se mordió la lengua.



- Cállate, Malfoy. - le espetó. - ¿Qué hacen tú y tu equipo ocupando el estadio? Nosotros lo íbamos a ocupar.



- Tú lo dijiste, Weasley
lo iban a ocupar. - Draco fingió pena, llevándose una mano dramáticamente al pecho.



Pero un segundo después los labios de Draco extendiéndose por su cara, componiendo una sonrisa de superioridad fue lo último que Ginny vio antes de buscarse entre su ropa la varita. Un segundo le bastó para sacarla y apuntar a Draco con ella.



- No, no
Cuidado, Weasley
podrías hacerte daño.



Los chicos de ambos equipos se ubicaron paulatinamente detrás de sus respectivos capitanes. Murmuraban en señal de apoyo tras cada comentario que hacian los representantes de Slytherin o Griffindor, y se miraban entre ellos de forma amenazadora.



Ginny estrechó el espacio entre sus ojos, al tiempo que sus dedos apretaban con fuerza su varita, le miró atentamente y alzó con un movimiento corto su cabeza antes de susurrar:



- Váyanse
todos ustedes fuera. Nosotros vamos a entrenar hoy.



- ¿Y si no nos vamos que pasará? ¿Va a venir algún auror a sacarnos? - preguntó con fingido terror.



A Ginny el estómago se le apretó de pronto, y casi instintivamente agitó la mano, moviéndola de aquel modo tan particular que lograba que unos gargajos enormes se le pegaran en la cara a Draco Malfoy. Lo observó fúrico, intentando sacárselos a tirones de su nariz, de sus mejillas, y hasta de los párpados.



Y Ginny rió. Se burló de la danza indígena en la que se retorcía el cuerpo de Draco, se mofó de la expresión de asco en que se deshacía la cara de él cuando veía los mocos verdes y gelatinosos. Y se rió, incluso cuando llegó la profesora MacGonagall hasta la multitud de espectadores y preguntó:

- ¿Qué ocurre aquí, Señorita Weasley?



Pero fue Elisa Lolls quien contestó al ver que Ginny no podía hablar.



- El equipo de Slytherin está ocupando el estadio cuando nos correspondía a los de Griffindor. El partido es este sábado y nosotros tenemos que entrenar.



- Señorita Lolls, dígame, ¿Qué día es hoy?



- Jueves - contestó la chica con aplomo.



- El equipo de Griffindor tiene reservado el estadio para el día viernes
no para el día jueves, yo misma lo pedí. - dijo la profesora con un tono cargado de reproche que se transparentaba en sus facciones.



- Pero Ginny dijo que hoy teníamos entrenamiento.



Y Ginny ya no rió más. Sus ojos se abrieron como platos un segundo, y un momento después el corazón se le aceleró con violencia, un fuego trepanó sus mejillas, inundando toda su cara de un horrible color rojo. Quería clavar la vista en hierba y no levantarla más.



- Pues la Señorita Weasley se equivocó. Su entrenamiento era mañana. Señor Malfoy acompáñeme hasta la enfermería
¿Señorita Weasley? - aguardó hasta que Ginny la mirara. -
la espero en mi despacho.



Se sintió ridícula, tonta, olvidadiza. Mientras caminaba avergonzada en dirección a la Torre de Griffindor intentó borrar de su cabeza las miradas de reproche e incredulidad que sus compañeros de equipo le lanzaron, culpó a Draco Malfoy de su desgracia, le dirigió pensamientos envenenados y se alegró de haberle lanzado ese moco murciélago.

Pero cada vez se hacia mayor esa sensación desagradable. Se sintió una loca y una tirana, una reina descorazonada que hacía pagar a los justos por sus pecados. El pecado de confundir el día del entrenamiento.



Viernes, viernes
¿no era el jueves? No, no era
eres una estúpida, Ginevra.




Y mientras jugaba con Arnold en la Sala Común se preguntaba qué tan desagradable sería disculparse con Draco Malfoy y cual sería el mejor modo para decirle a sus compañeros de equipo la mala noticia que la profesora MacGonagall le había dado. O mejor dicho, el castigo que le había impuesto al equipo de Griffindor por tener una capitana impertinente.

Y por más que se estrujó los sesos, no se le ocurrió ningún modo bueno.



- Chicos, eh
la profesora MacGonagall me ha dicho que mañana no tenemos entrenamiento, porque van a ocupar el estadio para hacer unos experimentos
ya saben, vendrá gente del ministerio y todo eso.



Ginebra Weasley eres una mentirosa
¡mentirosa!.. MENTIROSA
Diles la verdad, diles que los castigaron porque tú les jodiste el entrenamiento al equipo de Slytherin, y diles que ellos entrenarán mañana para compensar lo que tú le quitaste.



- ¿Eso te dijo la profesora MacGonagall? - preguntó Demelza, confundida.



- ¿Eh?...¡No!, por supuesto que no
La profesora MacGonagall sólo me dijo que mañana no podemos ocupar el estadio. Harry me dijo el resto y también me dijo que me mantuviera alejada del estadio si no quería tener furúnculos gigantes en el cuerpo durante un mes
ya saben, los experimentos.



Vio a sus compañeros alejarse, resignados y con una sonrisa de suficiencia como si supieran algo muy importante.



Harry
la palabra mágica.



Y también les vio ansiosos. Era el primer partido de la temporada y se enfrentaba las dos casas que por excelencia despertaba - y caldeaba - los ánimos de todos los alumnos de Hogwarts.



Hasta antes de este incidente Ginny Weasley estaba tranquila. Tenía confianza en su equipo, y también en la mala suerte que pudiera tener Malfoy capitaneando el equipo de Slytherin, un equipo en donde la moral de los jugadores no era la mejor después de la derrota de Voldemort.



Ginny durmió medianamente bien la noche del jueves porque aún le quedaba una parte difícil que aceptar: disculparse con Draco Malfoy.

Sin embargo durante el día viernes decidió que aquello era impensable. Ella no podía hacerlo porque Malfoy se iba a reír, probablemente hasta iba a invitar a unos cuantos Slytherins más para mofarse de su error.



Decidió que tenía un orgullo que proteger, y que definitivamente, jamás le iba a ofrecer disculpas a Malfoy.



Antes prefiero ser la terapeuta de Myrthle.



Cuando se convenció de que hacia lo correcto, giró, una vez más, sobre su cama, pero esta vez para quedarse profundamente dormida.



El sábado se levantó contemplando el cielo gris perla que reinaba sobre Hogwarts, cuando se dio cuenta que no era capaz de encontrar ni sus botas le reconoció a Hermione que estaba ansiosa. Obvio, era el día del partido, su primer partido como capitana del equipo de Griffindor. Leyó tres veces la carta que le había llevado la nueva lechuza de Harry. Desayunó simulando calma, olvidándose de las miradas fugaces que le lanzaban los chicos de Slytherin y sonrió a cada uno de los buenos deseos que le dedicaron los de Ravenclaw y Hufflepuff.



Caminó en compañía de Luna Lovegood y Hermione Granger hasta los camarines, y con cada paso sentía que la boca se le secaba y que las piernas se les hacían de mantequilla.



¡Tonta
como si fuera tu primer partido!



Guardó en el bolsillo de su túnica un colgante con una piedra azul que su amiga le dio para espantar a los Desastreros. Mientras Luna le explicaba que los Desastreros eran unos seres horribles, similares a los mosquitos y que absorben toda tu buena suerte para dársela a tus mascotas, vio como Hermione rodaba los ojos y abría la boca para desmentir la historia de Luna. Eso no ayudaba, pero no tenía tiempo ni ganas para tratar de que los criterios de sus dos amigas se aunaran.



Ginny alentó a su ansioso equipo con las palabras que Harry le aconsejó utilizar en la carta que le envió esa mañana. Vio el pánico extenderse por los rostros de cada uno de sus compañeros, vio las manos tiritando al sostener los palos de las escobas, y de pronto se dio cuenta que todo aquello era ridículo. Ella jugaba bien, tenia un buen equipo, habían entrenado duramente durante más de un mes y Malfoy apestaba jugando Quidditch. Les hizo ver cada uno de sus pensamientos a todos los jugadores, y salió con tanta confianza que incluso pensó que haría después de ganar el partido.



Con el resto de los miembros del equipo a sus espaldas voló en su flamante escoba hasta el estadio de Quidditch, sintiendo el viento mezclarse con su piel y distinguiendo en el horizonte al equipo de Slytherin. Pronto ya nada era audible, sólo se escuchaban una ola mezclada de aplausos y abucheos. Se estrechó la mano con Draco Malfoy quien parecía dársela con cautela, como si Ginny padeciera alguna enfermedad cutánea altamente contagiosa, y ella la tomó con determinación, sacudiendo la mano con fuerza.

Para consternación de Ginny, Draco sonrió.



- Buena suerte, Weasley.



- Lo que digas, Malfoy.



Ambos escucharon el pitido y al elevarse hacia el cielo, Draco le pegó un empujón. No fue un golpe fuerte, ni siquiera se tambaleó en su escoba. Todos los del equipo de Griffindor alegaron a Madame Hooch pero, ella no vio nada.



Cuando Ginny atrapó la quaffle entre sus manos y se dirigía a toda velocidad hacia uno de los aros de Slytherin, vio de reojo a Malfoy moviendo algo entre las manos, y un segundo después le vio volar tan rápido como una bala hacia el norte. Se quedó paralizada en medio del aire, intentó gritarle a uno de sus golpeadores pero su voz se perdió en algún punto de su garganta al ver cómo sucedía todo en cámara lenta. Cerró los ojos con potencia, luego, oyó el pitido del silbato.

El partido había acabado.



¿Qué? ¡Pero si acababa de empezar
hijo de puta!



Y la quaffle que aún sostenía, la lanzó con furia contra el guardián de Slytherin, que celebraba incrédulo la victoria de su casa, y lo golpeó en la cabeza tan fuerte que casi lo derribó de su escoba.



Bajó en picada hasta el suelo, y vio a Madame Hooch que le llamaba.

Intentó simular que ella no lo había notado porque no tenía ganas de nada, nada que no fuese cavar un profundo hoyo en la tierra y vivir ahí por siempre, pero no pudo desatender el llamado del silbido.



A regañadientes se acercó hasta donde estaba Madame Hooch y Draco Malfoy, escuchó estupefacta lo que ella le explicaba, mientras Draco la miraba con la sonrisa más amplia que Ginny le había visto componer. Aquello no podía ser verdad, probablemente algo entendió mal, sin embargo las palabras se repetían con un molesto eco en su cabeza Nuevo trato y amistad Espíritu deportivo Ustedes son líderes Deben dar el ejemplo a los más pequeños.



Y Ginny que podía comprender el fin de todo ese discurso, sólo se le ocurrió pensar en el concepto que Charlie tantas veces le repetía cuando jugaban juntos en la madriguera, y él le ganaba al atrapar la snitch.



Maldito fair play.



- Por lo tanto, Señorita Weasley ¿Qué espera para abrazar al Señor Malfoy y felicitarlo? - preguntó Madame Hooch.



¿Abrazarlo? Eso es demasiado




Se quedó estática en su posición, nadie notó que cerró sus dedos con fuerza en el mango de su escoba. Estaba convertida en una estatua, como si nunca hubiese oído nada.



- Weasley, ¿no vas a felicitarme por este partido tan entretenido?



¿Partido?...Esto no alcanza para eso
Yo te voy a dar partido.



Le observó furiosa, intentado torturarlo con la mirada, o por lo menos hacerle algo de daño.



- ¿Señorita Weasley? - escuchó que le llamaba Madame Hooch, con un tono amenazador.



Y una extremidad de Draco se extendió frente de su cuerpo: con el brazo estirado le estaba ofreciendo un apretón de manos.



Ginny le miró dudosa, aquello era imposible, una experiencia de un universo paralelo.

Reflexionó rápidamente sus posibilidades y concluyó que un apretón de manos no era tan atroz. Estiró su brazo también y cuando estuvieron los dedos fríos del uno sobre los tibios del otro, Draco con un breve tirón la atrajo hacia él y susurró muy cerca de su oreja:

- Este discurso ha sido la mejor canción que he escuchado en mi vida
mucho mejor que la que le hicimos a tu hermano.



Ginny volvió a sentir cada centímetro de su piel hirviendo. Quería decir algo, algo feo e hiriente, pero no pudo más que apretar los dientes hasta hacerlos rechinar.

Y Draco Malfoy se alejó.



Batalla


Ginny estaba sola en los camarines, porque ninguno de los miembros del equipo quiso bañarse (según ellos ¿Para qué? ¡Si ni siquiera estamos transpirados!). Se quitó la túnica y buscó entre los bolsillos el amuleto que Luna le había dado.



Mierda
no está.

Malditos Slytherins
¡apuesto que me jodieron los Desastreros!
y Draco Malfoy es mi mascota.



Y Ginny se rió de su chiste, se carcajeó de si misma y de su mala suerte.

O de la buena suerte de Malfoy.



Draco Malfoy le había quitado limpiamente el entrenamiento del día viernes, el último, quizás el más importante. Y además, por su culpa, el partido no había durado ni tres minutos.



¡Tres Minutos!



Pateó lejos la túnica hecha bulto en el suelo.



¿Cuál es la gracia de jugar Quidditch si no puedes jugar?



Durante un segundo pensó en ahogarse en la ducha, como Oliver Wood al perder contra Hufflepuff cuando ella estaba en segundo.



Respiró hondo, y decidió que si iba a ser un espectáculo por no saber perder, iba a buscar su propia manera. Continuó desvistiéndose, sacándose las botas y dejándolas tiradas al lado de la banca, mientras intentaba contener las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. Volvió a inhalar pausadamente.



Es sólo un juego, un solo juego, uno.



Se decía al tiempo que se pegaba con una palma en la frente.

No quería amargarse por un partido, no quería perder las esperanzas en la Copa. Se restregó los ojos y pensó en todos los juegos que podría ganar. Ella jugaba bien, lo sabía. Sus hermanos (menos Ron) siempre se lo decían, Harry se lo decía.



- ¿Weasley? - escuchó una voz ronca que le llamaba. - ¿Estás ahí, Weasley?



- ¿Ah? - preguntó, sorprendida. Sólo atinó a buscar como una posesa la túnica que había lanzado lejos. - Un momento, no estoy lista.



Se puso la túnica para ocultar su cuerpo desnudo, sin anudarla ni nada. Como si fuese una simple bata la afirmó cruzando los brazos sobre su pecho.

Y su labio superior se crispó al ver en los camarines a un sonriente Draco Malfoy, afirmado en el umbral de los camarines de mujeres.



- Creo que esto es tuyo, Weasley - dijo el chico al tiempo que sacaba de su túnica verde brillante el amuleto que Luna le había dado. - Se te resbaló del bolsillo después del comienzo del partido
es decir
recién.



Ginny miró en todas las direcciones esperando que llegara algún rostro amigable a salvarla de aquel momento tan incómodo, pero después se dio cuenta que lo prefería así, podría lastimar a Malfoy sin testigos que la delataran. Sin embargo sus mejillas se sonrojaron al preguntarse cuánto tiempo estaba Malfoy apoyado en la puerta.



- ¿Y vienes hasta aquí sólo para darme esta mierda?



Draco levantó sus cejas cuando le oyó. -
¡Qué violenta, Weasley! - meneó la cabeza. - Pero para ser sincero no, no vine sólo para darte esta mierda - río. - Quería ver la expresión de derrota en tu cara por última vez este día
antes de irme a celebrar
Y también quería contarte que Potter vino a ver tu primer partido como capitana. Ahora mismo debe estar lamentándose con sus amigos sangr
- Se interrumpió. -
de que su novia sea una perdedora.



Los ojos cafés de Ginny se hacían cada vez más pequeños bajo sus cejas fruncidas mientras la sonrisa de Draco se ampliaba.



- Vete a la mierda, Malfoy - farfulló Ginny y se acercó hasta él para quitarle de un tirón el colgante de Luna. - Ahora, ándate
Ya puedes irte a celebrar. - lo imitó a la perfección, pronunciando cada silaba marcadamente y retrasando el sonido en su garganta.



Draco la ignoró, y cruzando los brazos sobre el pecho, continuó:



- No, aún no, Weasley
¿No vas llorar? - preguntó extendiendo cada una de las palabras y haciendo relucir sus dientes desnudos.



- ¿Por qué habría de llorar?, ¿Por qué ganaste un partido de Quidditch?, ¿Por qué un día Draco Malfoy tuvo suerte?...No, la verdad es que prefiero llorar cuando voy al cementerio a ver a mi hermano que murió asesinado por mortífagos, mortífagos como... - calló de pronto, y decidió darle la espalda, simulando que arreglaba las prendas de ropa que había dejado esparcidas sobre la banca.



Ginny se volteó bruscamente cuando la mano de Draco le sujetó el brazo con excesiva fuerza y la hizo girar sobre sí. Vio el rostro, perturbado, del chico que le decía en susurros roncos:



- ¿Por qué te callas, Weasley? Anda, dilo. - le instó, atropellando las palabras unas con otras. Frente al mutismo de Ginny, y sosteniéndole la mirada penetrante que ella le dirigía, le aclaró.



- No tuve suerte
Esto se trata de jugar bien o no. Nosotros jugamos mejor que ustedes, ¡Yo jugué mejor que tú!



Y eso fue suficiente para arrancarle la voz a Ginny.



- No seas ridículo, yo no estaba jugando de buscadora y lo sabes muy bien
Si hubiese estado en esa posición te vuelo el trasero, imbécil. - Coronó sus palabras con una mirada desafiante hacia la mano de Draco, exigiéndole con los ojos ardientes de furia que le soltara.



Pero Draco no captó el mensaje.



- ¿Tú, volarme el trasero a mi?...No seas tonta, Ginevra Weasley. - y sin darse cuenta apretó más aún el brazo de la chica. - ¿Qué puedes hacer mejor que yo?, ¿Cuál es el talento especial que yo no pueda superar?



Bailar, cantar, utilizar la varita, soñar, amar, pensar, sonreír, caminar, correr, cocinar, escribir




Y Ginny sonriente por sus pensamientos, se acercó al cuerpo del chico unos centímetros, sólo los necesarios para parase sobre la punta de los dedos de los pies, y poder encarar el sulfurado rostro de Draco, y con una voz extremadamente dulce, susurró:

- Esa es la pregunta equivocada, Malfoy
la pregunta correcta es ¿Qué no puedo hacer mejor que tú?



- Eso está claro
es obvio que no juegas al Quidditch mejor que yo. - contestó Draco levantando las cejas.



- Si y tampoco sé hacer un Imperius mejor que tú, no sé torturar y tampoco sé matar. Tienes razón, eres un verdadero genio, Malfoy. ¡Todo un aporte para la humanidad!



- Cállate, Weasley - le ordenó Draco, con la garganta apretada, y saliendo las palabras una octava más ronca.



- Cállame - le desafió Ginny. - Cállame con alguna de tus virtuosas habilidades, cállame si te atreves, Malfoy, ahora que no puedes esconderte detrás del dinero de tu padre o detrás del poder de Voldemort. Cáll




Y Draco bajó la cabeza hasta que sus delgados labios chocaron con los de Ginny Weasley, los apretó con fuerza, con rabia, con violencia, impidiendo que los de ella pudieran articular ni una sola letra más.



Sentía la respiración rabiosa de Ginny, las manos desesperadas de ella empujándolo hacia atrás, sin embargo la energía de aquellos pequeños brazos no eran suficientes para separarlo.



Draco soportó estoicamente cada uno de los golpes que ella le propinaba en el pecho, soportó los pisotones mientras él le estrechaba el cuerpo al de él, soportó los pellizcotes y las afiladas uñas encarnándose en su piel.



Pero no soportó cuando Ginny entreabrió sus labios y paseó su lengua caliente por la boca de Draco, llenándolos de saliva y succionándolos suavemente una y otra vez, dejando a su paso una estela de sabores a medio probar, y una sensación de frío repentino, congelando su piel, y erizándole los vellos de la nuca. Sin pensarlo, él entreabrió sus labios también, e invadió la boca de Ginny con su lengua, jugando a enredarla y desenredarla como si fueran dos piezas de un puzzle que en ocasiones calza y en otras no.



Los dientes de Draco atrapaban, por momentos, los labios de Ginny con fugaces mordiscos, mientras una de sus manos se enterraba en la espesa cabellera de ella, liberando olores que él nunca había sentido en alguien. Con la otra mano la mantenía firmemente apegada a él, y abría, levemente, los ojos sólo para comprobar que ella aún los tenía cerrados.



Y Ginny lo imitaba. A veces entreabría los ojos y le veía con los párpados caídos, dándole un aura de paz y tranquilidad impropia de él.



Los dientes de Draco jugaban a esconderse en su labio inferior, y ella podía sentir como se le hinchaba la boca con aquel jugueteo.



Ella enterró los dientes con deliberada fuerza, sintiendo como la presión que aplicaba lograba atravesar la carne elástica y tierna de la boca de Draco y el sabor metálico de la sangre se pegó a sus labios.





- ¡Auch
bruta de mierda! ¡¿Estás loca?! - gritó, tras soltarla violentamente, para llevarse sus dedos a su labio sangrante.



Y a Ginny no le importaron los insultos, escupió con suavidad y se limpió los restos de saliva y sangre que quedaban en sus labios. Se sentó en la banca, y cruzó la túnica con firmeza, echándose a reír de él, mientras éste se dirigía al lavamanos más cercano para mojarse y lavar la herida.



Ginny por fin sentía que el día volvía a ser lo que debía, un día en que el sol, oculto detrás de las nubes, le sonreía a ella, y sólo a ella.

Draco al ganarle el partido de Quidditch sólo le había ganado una batalla, en cambio ella, ella era la reina de la guerra.




Llave

Draco abrió el grifo con las manos temblorosas de ira. Fruncía el ceño más y más, formándose un pequeño surco entre sus cejas. La risa de Ginny Weasley parecía molestarle más incluso que el labio dañado.



- ¿Te puedes callar? - le preguntó con voz imperiosa.



- Y si no lo hago
¿vas a intentar callarme de nuevo?



- Por supuesto que no
-dijo Draco llevándose las manos con agua hasta la boca una vez más. Desvió la mirada en busca de Ginny. - Estúpida pobretona salvaje.



¿ESTUPIDA, POBRETONA, SALVAJE?

A Ginny le recorrió el cuerpo un hormigueo que se alojó en sus manos, tenía rabia y quería utilizar todos aquellos músculos que sentía tirantes. Era casi irresistible los deseos de hacer pedazos algo o de golpear a alguien.

Y no se resistió más.

Draco no vio cuando Ginny llegó hasta él como un rayo dejándole caer tantos golpes como si estuviese bajo una lluvia de puñetazos.

- Estúpida
-le golpeó en la espalda con un puño fuertemente apretado. -
es tu madre
Pobretona - dijo entrecortadamente -
Sí..¿Y qué si soy pobre?...Pero salvaje
salvaje eres tú, Draco Malfoy que atacas hipogrifos y finges inocencia, simulas estar lesionado y gimoteas por los rincones. ¡Tú eres despreciable!

Y para aumentar el malestar de Ginny, Draco sólo se rió de cada una de sus palabras. Daba la sensación que ninguna de ellas podía afectarle, que era inmune a los insultos de Ginny Weasley, y continuaba exhibiendo su sonrisa imperturbable sin desviar la mirada de ella.

Ginny estaba al borde de un ataque de histeria, se preguntaba cómo era posible que se riera si le estaba pegando tan fuerte como podía y llegó a la conclusión que Draco tenía una vena masoquista.

Pero Draco le tomó con determinación las muñecas y le dijo con la voz cargada de burla.

- Mira, Weasley. Nunca estuve tan seguro que eras una salvaje hasta este momento. - desvió los ojos hasta el cuerpo de Ginny, quien con los movimientos bruscos que ejecutó para pegarle a Draco, no se dio cuenta que su túnica sobrepuesta se había ido corriendo hasta dejar sus pechos descubiertos.

Ginny quiso deshacerse del agarre del chico, quería cubrir la piel expuesta, pero él cerró sus dedos con más fuerza aplacando cualquier intento.

- Pareces una tonta muggle
de esas que no ocupan ropa y se pavonean por la tribu mostrando sus senos caídos, tan caídos como los tuyos.

Y Ginny sintió una explosión de furia derramarse dentro de ella, sus mejillas encendidas y los ojos brillantes revelaban que pronto iba a llorar de rabia. Respiró trabajosamente y le dio un rodillazo en la entrepierna a Draco, quien se dobló de dolor un segundo, sin embargo se irguió tan pronto como pudo, mientras un rugido ronco emanaba de su pecho, un rugido que se transformó en una risa entre dientes.

La chica no podía creer que él estuviera riéndose, y trató, infructuosamente, liberar sus brazos. Con movimientos frenéticos tiraba de ellos, pero no había caso.

Draco Malfoy tenía más fuerza que ella.

Y Ginny quería llorar y ya no de rabia, sino por la frustración y la pena de ser víctima de aquella humillación. Contra su voluntad, las lágrimas rodaron por sus mejillas dejando una estela caliente a su paso.

Y Draco supo que tenía la llave de la venganza en la mano, y aquella oportunidad no la iba a desperdiciar.


- ¿Sabes, Weasley? Nunca he entendido qué te ven
No tienes ninguna gracia especial, eres pequeña
demasiado delgada como si nunca comieras
Y ese pelo
rojo
es muy vulgar. Sin tener en cuenta tus modales, por supuesto.

Ginny inspiró profundamente para responderle a gritos a Draco, pero él la silencio con la mirada amenazadora que le dirigió.



- Supongo, Weasley, que estás preparada para que Potter te abandone. Con toda la fama y dinero que tiene le deben llover las chicas. Y me imagino que habrán muchas que son más guapas que tú, más educadas que tú
y con mejor posición social que tú.



Ginny Weasley pensó que las nubes de aquel día eran muy espesas y egoístas. Aquel día ya no era luminoso, no al menos para ella.
Draco Malfoy le estaba robando todas las victorias que ella podría tener.




Agua



Pero ella era Ginny Weasley. ¡Que rayos! No podía echarse a llorar, ni dejarse avergonzar de ese modo por Draco Malfoy.

Cerró los ojos bruscamente, pensando en algo que le sirviera para defenderse, para hacerle tanto daño a Malfoy, como él le había hecho a ella.



- ¿Terminaste, Malfoy? - Draco sólo la miró. - Bien, porque tengo una duda
Si soy tan fea, tan ordinaria, pobre, salvaje, y no sé cuantas cosas más
¿Por qué me besaste?



Draco sonrió.



- ¿De qué te ríes? No he dicho nada gracioso, estúpido hurón
Dime ¿Por qué me besaste?



- No te besé
Te estaba haciendo callar.



Si, claro.




- ¿Y por qué no me tapaste la boca con una mano?
o mejor aún, ¿Por qué no utilizaste tu varita?



- ¿Crees que te besé porque quería?



- Si no me das una respuesta satisfactoria
sí, eso creeré.



- Sueña con eso, Weasley. No hay nada de ti que me interese.



- Te doy el beneficio de la duda con eso
supongamos que sólo me hacías callar
Pero ¿para callarme tenías que meterme la lengua hasta la garganta?-preguntó ladeando la cabeza levemente.



Y Draco fue invadido por un leve rubor. Entrecerró sus ojos y dudó un segundo antes de responder.



- Sin contar que tú me besaste primero
- Ginny abrió la boca para protestar, pero antes de articular palabra alguna Draco continuó. -
tú abriste los labios, Ginevra
no fui yo. Y como tú abriste los labios
te devolví el gesto porque, digamos que eres como una mala costumbre.



- ¿Una mala costumbre?



- Si
eres como no bañarse un domingo, como morderse las uñas. Uno no lo hace por gusto, porque es feo, y está mal. Pero si se te presenta la oportunidad lo haces, sin pensarlo ni quererlo muchas veces.



- ¿Me estás diciendo que besarme es como escarbarte la nariz?



- Sí.



- O sea ¿soy tu moco personal?



Draco volvió a reír.



- Sí, digamos que sí. Eres mi moco personal.



Yo te voy a dar..., come mocos.



Y las manos de Ginny atadas por las Draco no le parecieron un impedimento para sus propósitos. Ella se acercó tan veloz como pudo, apegándose a su cuerpo y buscando su boca fría.



Draco la evitó girando la cabeza hacia el lado opuesto, le soltó las manos y retrocedió hasta quedar pegado contra la muralla de piedra de los camarines. Ginny posó cada una de sus manos a los lados de la cara de Draco y como un dementor se acercó hasta su boca.



Una vez más él la evito.



Pero Ginny, sosteniéndose en la punta de sus pies, desparramó besos pequeños por el borde la mandíbula, siguiendo aquel arco hasta su cuello, mientras dejaba vagabundear sus manos por el pecho del chico. Respiró pausadamente, llenando sus pulmones de la esencia gélida de Draco, logrando que el aire que botaba cosquilleara en la piel de él. Deshizo el camino, dejando un rastro de saliva hirviente, obteniendo pequeños temblores como respuestas.



- Detente, Ginevra.



Ginny buscó los labios de él, al tiempo que sus manos buscaban la abertura de la túnica verde. Cuando descubrió el camino que separaba la tela de la piel, murmuró en su lóbulo.



- Detenme, entonces.



Y anidó su lengua dentro de la oreja de Draco, provocando una ola de pequeñas contracciones en él a medida que se enfriaba la saliva que dejó ahí. Buscó, nuevamente los labios de Draco, que se encontraron a medio camino con los de ella, perdiéndose en una lucha de sabores, saliva y dientes que parecía no tener fin.



Ginny bebía de los labios de Draco como si fueran una fuente, pero la sed que Ginny sentía despertar bajo sus caderas no era de agua, sino de fuego, de un fuego húmedo y eléctrico.



Busco a tientas aquel trozo de piel duro que se elevaba entre sus ropas. Cerró sus dedos alrededor de el y comenzó a mover su mano con movimientos cortos y rápidos.

Draco sofocaba cada gemido que nacían de su pecho, con algún beso eterno, profundo o enterrando los dientes entre aquellos hombros cremosos, bañados de pecas.



- ¿Qué haces, Ginevra? - interrogó a duras penas, con un susurro ronco.



Sin embargo Ginny no contestó. Bajó lentamente, haciendo que sus pezones erguidos tocaran cada centímetro de la piel de Draco, y con cada contacto, ella sentía que el espacio de entremedio de sus piernas se hacia más jugoso. Y la sensación de fuego que le salía de cada poro no se apagaba, sino que cada beso, cada caricia, parecían reanimar el incendio en que se quemaba su piel.
No había agua que sirviera para apagar eso.



Burbuja


Ginny descendió por el cuerpo de Draco regando besos y caricias húmedas. Se acuclilló frente a él y con su pequeña mano acortando el camino, lamió una, y otra vez aquella rigidez fibrosa que se alzaba soberbia frente a sus labios. Bebió, con calma al principio, intentando descubrir todos los sabores que ocultaba el cuerpo de Draco, mientras su boca formaba perfectas o.



- Escregrutos de la puta madre, Weasley




Pero Ginny no atendía. Estaba desconectada en su deleite, comprobando que aquel líquido caliente que llegaba hasta su lengua tenía un penetrante sabor.



Cuando Draco enredó sus dedos largos entre los cabellos de Ginny, sólo lo hizo para afirmarle con fuerza la cabeza mientras sus caderas aprendían el ritmo exacto.

La gruesa punta de la verga enhiesta chocaba contra su garganta, a veces haciéndole sentir arcadas, pero sin deseos de que parara aquello. No todavía, al menos.



Que Draco Malfoy se la follara por la boca, a Ginny le parecía impensable
Ni siquiera había probado alguna de esas setas que solían comer Fred y George.



Sólo George, ahora.



Sin embargo la distracción no le duró mucho porque Draco tiraba de sus cabellos, sin ningún cuidado, para aplacar la virtual distancia entre ellos dos.

Los jalones, aquel entrar y salir que despertaba cada una de sus papilas era una sensación
desconocida, por decir lo menos. Quejidos cuando invitaba los dientes, saliva que se escapaba de su boca, y carne apretada, caliente y punzante.

Draco se retorcía, arqueaba su espalda como si un fantasma tirara de hilos invisibles anudados en su piel.



- Ginevra
- le llamó Draco, con voz débil. - Apártate, Gin




Y el resto de la frase se perdió en un temblor que recorrió el cuerpo de Draco desde la cabeza hasta la punta de los pies.



Ella, a pesar de que escuchó los entrecortados jadeos, abrazó las caderas de Malfoy, descansando sus manos entre las nalgas. Cuando Draco le jaló los cabellos con más fuerza de la normal, ella apretó la carne firme de sus nalgas, hundiéndose entre ellas. Y ese brebaje espeso que le desbordaba las comisuras hizo que miles fuegos artificiales explotaran en su pecho, al tiempo que Draco lanzaba un airado gemido.



Y él alejó sus manos de la cabellera de Ginny Weasley, y se llevó una hasta la cara, intentado retirar aquel estremecimiento del que era presa, intentado romper la burbuja que enjaulaba su sentidos
¡Que hacia él con una Weasley!. Después la dejó caer a un lado de su cuerpo totalmente laxo, y no estaba preparado para el contraataque de Ginny, quien lamió una, dos y otra vez, antes de enderezarse con un movimiento certero y suave.



Besó a Draco en los labios, con el mismo ímpetu que hace unos momentos atrás. Retrocedió del cuerpo del chico, quien le miraba fijamente con los ojos grises brillantes, y sonrió.



- Te ves tan guapo cuando estás
- Se interrumpió, abruptamente, cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta, con un leve golpeteo. - ¿Ginny? - fue lo que oyó a continuación. - ¿Ginny, estás ahí?



- Sí, pasa. - Respondió automáticamente, sonriéndole con malicia a Draco Malfoy y a la vez cerrando fuertemente su túnica cruzando los brazos.



Draco estaba estupefacto. Se acomodó las ropas desarreglada tan rápido como pudo




- Hola, Gin
¿Malfoy? ¿Qué haces aquí? - le miró con desconfianza, al tiempo que observaba las ropas a medio abrochar y las mejillas coloradas.
Harry respiró hondo.



- Nada en especial. - respondió con desdén. - Vine a decirle a
tu novia que




-
Te encanta comerte los mocos, anda dile a Harry tus malas costumbres, Malfoy. - sonrió Ginny anudándose la túnica como si tal cosa fuera lo más natural del mundo.



- Sí, Potter. La verdad es que tengo algunos hábitos muy malos.

Y Draco fulminó con la mirada a Giny.

Salió de aquel camarín antes de que alguien le echara. Pasó por el lado de Ginny y le dedicó una mirada fugaz, pero desafiante. Con su andar altivo y gatuno cruzó la habitación y antes de salir rió.

- Potter, pero no soy el único.

Los Malos Hábitos - Fanfics de Harry Potter

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Canción El ruido sordo de la escoba golpeando el suelo de piedra, las cejas fruncidas y los labios apretados, le avisaban a Elisa Lolls que retrocediera. A Gi

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2023-02-27

 

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