Testigos de la Felicidad - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

Bien... he esta es la historia por la cual no pude publicar mis demás fics. Originalmente, esta historia participó en el Concurso Navideño 2010, pero como no obtuvo puesto, decidí hacerle algunos cambios y tal vez lo alargue más :D

Ojalá les guste xP

Hora de leer!

Capítulo 1

Diciembre.

Mes del año lleno de paz, amor y alegría. La mayoría de muggles tradicionalmente celebran el nacimiento del Señor Jesucristo en dicho mes. Días o semanas antes, dependiendo de cada familia, se preparan con fervor, ya sea armando el famoso árbol de navidad o la pequeña personificación del nacimiento del niño Jesús.

Lo cierto es que, el júbilo y el entusiasmo llenan a ese pequeño grupo de personas reunidas en un mismo lugar listas para el gran día.

 

Navidad.

Sin embargo, los magos tienen unas costumbres no tan diferentes. Al igual que sus hermanos no mágicos, los magos y brujas se reúnen un 25 de diciembre listos tanto para dar como para recibir sus obsequios. Pero, tienen creencias diferentes al porqué de esa ocasión tan especial.

Originalmente, ellos no creen en otro que no sea Merlín o Morgana, mientras que los muggles veneran a un Dios y, para esas fechas, tienen otro ídolo igual de importante, llamado Papá Noel o Santa Claus para algunos.

Son los niños quienes admiran a ese personaje bonachón vestido de rojo y blanco. En este caso, los pequeños son los que preparan una lista que posteriormente la enviarán al Polo Norte, indicando los regalos que quieren o deseos y anhelos para el año venidero.

Con emoción e impaciencia, esperan que el reloj marque las 00.00 horas, empezando así un nuevo día, el 25 de Diciembre. Puntuales se dirigen con entusiasmo hacia el árbol de navidad y buscan sus obsequios animados, pensando que el gran señor de sonrisa amable en un trineo jalado por renos les llevó aquellos significativos presentes.

Los magos, a pesar de no creer en Papá Noel, respetan las costumbres de los muggles al igual que la inocencia de algunos niños que todavía esperan a esa persona regordeta caer de sus chimeneas.

En Hogwarts, en cambio, se celebra un gran baile para todos los alumnos y profesores. En esa fría noche, cada estudiante y maestro asiste al Gran Comedor con sus mejores galas dispuestos a divertirse y pasarla bien con sus amigos.

Lamentablemente, este año en particular, no se pudo desarrollar semejante fiesta.

Una semana antes de Navidad, la actual directora, Minerva McGonagall, llamó a un grupo de alumnos para hacerles saber la razón de dicha cancelación.

Y ahí estaban, esos cuatro jóvenes con futuro brillante, sentados frente al escritorio de la antigua profesora de Transformaciones.

Como introducción, la directora les describió las más importantes costumbres muggles en Navidad, enfatizando una en particular. La llegada del Gran Hombre. La aparición de Papá Noel.

Al principio, los adolescentes se mostraron confundidos tratando de entender qué tenía ese viejo con problemas de obesidad que ver con la anulación del tan esperado Baile de Navidad.

Sin más, la Profesora les relató su experiencia.

― Como ya sabrán, dentro de unos días se cumplirá un año desde la muerte de nuestro querido antiguo director. Un año desde que Albus Dumbledore nos dejó― indicó la severa profesora con nostalgia.

 

Los cuatro jóvenes se vieron entre sí con tristeza, recordando aquel hombre que, a pesar de todas las dificultades, nunca se rindió y siempre se mostró amable y sonriente con cualquier persona dispuesta a ayudarlo, y él dispuesto a ofrecer una segunda oportunidad a cualquiera que lo necesitara.

― Hace unos años, Albus me confesó uno de sus secretos mejor guardados― continuó hablando la directora tras unos segundos de tenso silencio―. Como ya les dije, los niños muggles creen un hombre de avanzada edad llamado Santa Claus. Esa creencia lleva muchísimos años de existencia, sin embargo, tiene unos menos desde que se intensificó, tiene varios años menos desde que los niños comenzaron a creer con más fervor. Tantos como la edad del mismo Dumbledore.

El cerebro de cada estudiante presente comenzó a trabajar rápidamente. Hombre de barba blanca. De sonrisa y ojos amables. De traje rojo y blanco. Que le gustaba la leche y las galletas.

Oh, no.

Todo eso podía concordar perfectamente con el ex-director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, Albus Dumbledore.

― Directora, ¿qué es lo que nos quiere decir?― cuestionó la única fémina estudiante presente―. Acaso
¿Acaso el famoso Papá Noel tiene algo que ver con el Profesor Dumbledore?

Todos la miraron expectantes. La Profesora dio un largo suspiro.

― Me temo que sí, Señorita Granger― respondió tranquila―. Ya saben cómo era Albus. Siempre tan alegre tratando de ayudar a los demás. Tenía un alma noble. Las historias de Santa Claus vienen desde tiempos remotos, comenzó siendo un simple San Nicolás que regalaba unos cuantos objetos a los niños más pobres. Albus siempre fue un excelente mago, y al obtener la mayoría de edad, decidió hacer realidad todas esas creencias muggles.

Hermione y Harry que eran los únicos con raíces no mágicas, escuchaban todo el relato atentos. Mientras que los otros dos jóvenes sangre pura, no prestaban total atención.

― Recuerdo que cada 24 de Diciembre, Albus salía del castillo con un saco algo desgastado y se subía a una especie de trineo. Y no regresaba hasta el siguiente día, totalmente cansado y exhausto― relataba la directora con una sonrisa triste.

― Entendemos, Profesora― intervino Harry Potter―. Sin embargo, ¿cuál la razón de su llamado?

Minerva McGonagall fijó su mirada en los cuatro alumnos sentados frente a ella. Sabía que Dumbledore confiaba en ellos, por lo que le tocaba a ella realizar lo mismo.

― Albus fue un hombre fuerte y valiente. Y estoy segura de que les hubiera confiado la vida a ustedes― decía seria―. Y como él ya no se encuentra en este mundo, creo que hubiera querido que ustedes continuaran con su trabajo― concluyó sin apartar la mirada de sus pupilos.

Los cuatro soltaron un leve "Oh", aún confundidos sin saber qué más decir.

― Ustedes son los mejores estudiantes. Tienen un gran futuro. Y por esas razones sé que podrán realizar esta simple tarea. Aunque, si ustedes no están dispuestos a hacerlo, lo entenderé.

Harry, Ron y Hermione se pararon y dijeron en coro.

― Lo haremos.

El único slytherin presente, soltó un bufido y tomó la palabra.

― Aunque los cuatro aceptáramos, ¿cómo entregaríamos miles, no, billones de regalos en una noche? ― cuestionó

 

― Creo que olvida algo importante, Joven Malfoy― indicó la directora con una pequeña sonrisa―. Ustedes son magos, ¿cierto?

Los cuatro asintieron lentamente comprendiendo la respuesta

― Es por eso que llamé a los cuatro estudiantes más brillantes― continuó hablando la directora―. Albus usaba un hechizo muy poderoso para realizar semejante tarea, el cual, uno de ustedes no habría podido haberlo hecho sólo. Por lo que decidí que un pequeño grupo de ustedes lo haga y, así no desgasten tanta energía.

Los tres gryffindors junto a la Profesora observaron en silencio a Draco, esperando su respuesta.

― Está bien. Está bien. Lo haré― dijo resignado poniendo los ojos en blanco

El joven rubio observó cómo los demás sonreían alegres y soltaban exclamaciones entusiastas.

― Pero
¿y los regalos?― preguntó Hermione al recordar la cantidad de presentes que debían dar a los niños

― Y la lista― recordó Harry abriendo los ojos desmesuradamente al imaginarse un gran rollo de pergamino lleno de nombres y apellidos

― Nos podremos comer la leche y las galletas, ¿cierto? ― preguntaron Ron y Draco a la vez al suponer que debían merendar algo por sus horas de trabajo en el mundo muggle.

De repente, los cuatro alumnos empezaron a hacer una serie de preguntas relacionadas con su nueva labor. Y la directora, cansada de tanto escuchar, los tuvo que callar no tan amablemente.

― No se deben preocupar por los regalos ni la lista― ordenó severa― En cuanto a los primero, los elfos se encargan de fabricarlos durante el año. Mientras que la lista ya está hecha. Tomen- indicó dándole, como Harry ya había dicho, un gran pergamino.

Al abrirlo, este mostraba los nombres, apellidos, direcciones de los hogares y regalos de cada niño. Al ver la cantidad interminable de pequeños a los que debían dar regalos, a los jóvenes casi se les cae la mandíbula de la impresión.

― Eh
y esto, ¿en cuánto tiempo se supone que debemos hacerlo? ― preguntó Ron con un hilo de voz.

La directora al entender su preocupación, trató de tranquilizarlos.

― Todos no irán a un mismo lugar. A cada uno se le designará un área en específico para hacer todo más rápido― explicó― Hermione, tú irás a América. Harry, será el encargado de Asia. Ron, entregará regalos a Europa y África. Y, por último, Malfoy irá al Medio Oriente, Oceanía y a la Antártida― finalizó con una gran sonrisa.

Los cuatro compañeros se observaron atemorizados al pensar que irían solos a diferentes partes del mundo sólo para entregar unos juguetes a unos niños.

La cosa hubiera sido diferente, si los mandaran a esos lugares de vacaciones, pero no, ellos iban a escabullirse entre las chimeneas de las casas, llenarse de polvo y cenizas sólo para poner un mísero peluche o carrito de plástico bajo un árbol de Navidad. Y como recompensa, sólo podían tomar un vaso de leche y unas cuantas galletas de parte de los niños.

La Profesora vio el temor en los ojos de sus estudiantes, por lo que tuvo que decidir rápidamente.

― Bien. Potter y Weasley irán juntos a América, África y Medio Oriente. Mientras que, la Señorita Granger y Malfoy irán a Europa, Asia, Oceanía y la Antártida― finalizó soltando un suspiro de alivio

 

Pero, sin saberlo, empeoró las cosas.

Ron y Harry, se levantaron de sus asientos como impulsados por unos resortes y se quejaron. Ellos, en defensa de su amiga, no querían que fuera con Draco por la mitad del mundo, diciendo que este la podía maltratar en cualquier momento.

Pero la directora, enfadada contestó que justamente la castaña era la única madura que podía tener una conversación lo suficientemente civilizada con Draco como para no matar al otro a golpes.

Rendidos, tomaron asiento.

― Bien, creo que eso es todo― dijo la directora ya más tranquila―. Los quiero el 24 de Diciembre aquí, a las cinco de la tarde― indicó con el rostro serio―. Pueden retirarse.

A paso lento, los cuatro compañeros salieron del despacho de la directora. Y en silencio, se fueron a sus respectivas salas comunes para poder reflexionar sobre lo que habían escuchado.

Y nadie los podía culpar.

De cuándo aquí se descubre que el famoso Santa Claus en realidad fue el amable director Albus Dumbledore. Eso era de locos. Quién iba a pensar que el viejo, muchas veces considerado loco, llevaba felicidad a los hogares de las familias muggles.

Aunque, pensándolo bien, esa tarea podía ser considerada muy de él.

A quién se le ocurriría recorrer todo el globo terrestre sólo para dar, y ni siquiera recibir regalos.

A qué genio de hombre se le puede pasar por la cabeza ir en trineo volando de chimenea en chimenea para llenar, aunque sea, con un poquito de felicidad aquellos corazones tan pequeños e inocentes.

La respuesta es simple.

Sólo a un viejo loco adicto a la leche y las galletas.

Pero claro, un viejo loco con un corazón tan blanco como la misma nieve de Navidad.

Sólo a un lunático con un corazón así de puro y noble se le hubiera podido ocurrir aquella encantadora locura.

Les gustó?

Comenten y díganme qué tal estuvo? :D

Este capítulo fue el que más me costó hacer :D sé que no está muy bien, especialmente la última parte, pero lo mejoraré. Como ya dije, pondre otro capítulo para explicar mejor las cosas ya que aquí como que ocurren muy precipitadamente xP

Haber si les gusta!

Hora de leer!

Capítulo 2

― Esto es raro― comentó Draco paseando su vista por los nueve thestrals que acababan de ser amarrados a su trineo rojo. Podcast ingles diario

Ya era 24 de Diciembre y nuestros cuatro protagonistas ya se estaban preparando para partir usando unos trajes idénticos a los del verdadero Santa Claus. Tenían desde el saco rojo y blanco hasta las botas negras. Al principio no estuvieron conformes de utilizar semejante ropa de circo, según Draco, pero se tuvieron que resignar cuando la directora les recordó la promesa de reemplazar a Dumbledore.

Nos debes una grande, viejo, pensaron todos en dicho momento sin nada más que decir.

Hace unos minutos la directora les había dado dos trineos que los ayudaría a recorrer todo el globo. Según dijo, estaba equipado con la última tecnología muggle, les indicaría el clima de los lugares a los que acudirían, ella misma sería capaz de comunicarse con ellos y, la lista de todos los regalos ya estaba incorporada en una de las tantas computadoras del transporte.

― ¿Y estos para qué se supone que son? ― cuestionó Draco señalando a las criaturas previamente mencionadas.

 

― Son sus renos― respondió la directora con una pequeña sonrisa―. Albus los ha utilizado para transportar su trineo, y ahora les toca a ustedes.

― ¿Esos son renos? ― cuestionó Ron con una ceja alzada

― Por supuesto que no, Señor Weasley― contestó la profesora molesta―. Al parecer los muggles que lograron verlos lo relacionaron con dichos animales. De ahí viene la leyenda del trineo jalado por renos. Como ellos no conocen nada de la magia, pensaron que eran unos simples mamíferos cuando en realidad son solo los thestrals. Qué imaginación la de ellos. Pensar que un reno puede volar― exclamó.

― Sí, sí, claro, lo que diga― interrumpió Draco viendo como los elfos le ponían a las criaturas unos cuernos y al primer thestral una nariz roja. Sonrió ante la gracia pero continuó preguntando―. Pero, ¿y los regalos?

― De eso no se preocupen― dijo la directora haciendo un gesto despectivo de la mano restándole importancia y entregándole a cada grupo un desgastado saco marrón―. Lo único que tienen que hacer es decirle al saco el nombre completo del niño y el regalo aparecerá en su interior como por arte de magia― finalizó riéndose de su propio chiste.

Los cuatro estudiantes la miraron extrañados y si hubieran estado junto a ella, lo más seguro es que hubieran retrocedido un paso asustados.

― Por cierto, casi me olvido. Hay un hechizo que Albus creó para que el trineo y los thestrals vayan más rápido― avisó.

― ¿Qué tan rápido?― preguntó Ron emocionado

― Créame, Señor Weasley, muy rápido. Tanto que si necesitan recorrer kilómetros para llegar a un destino, será como aparecerse en el lugar que quieran en un parpadeo, no lo sentirán― informó―. El hechizo requiere mucha energía, por eso lo harán de a dos. Si por alguna razón uno se siente incapaz de seguir moviendo su varita, tendrán que abortar la misión. Es tanta magia la usada que un mago tan joven como ustedes podría hasta perder la vida.

Los compañeros se miraron entre sí serios.

― El hechizo es: "Caritas numquam moritur" y no se olviden de pensar en el lugar al que quieran ir mientras recitan este hechizo― indicó―. Ustedes podrán hacerlo. Albus y yo confíanos en ustedes, sabemos que no nos defraudaran― aseguró.

― Por supuesto que no, profesora― habló Hermione decidida.

Los cuatros jóvenes se pusieron los cinturones de seguridad, ahora sí, listos para partir.

― Deben estar aquí antes de las seis de la mañana― indicó la directora―. Y recuerden esto, mis jóvenes pupilos, ante cualquier emergencia pongan siempre su mejor sonrisa y digan la frase favorita de Albus en estas situaciones: "Ho ho ho"― finalizó con una sonrisa alejándose del grupo y alzando la mano despidiéndose.

― ¡Vamos! ¡Rudolph! ¡Cometa! ¡Relámpago! ¡Trueno!... eh
¿cómo se llamaban los demás?― preguntó Draco llevándose una mano al mentón y poniéndose a pensar.

Hermione soltó un gran suspiro de resignación negando con la cabeza.

Los thestrals comenzaron a elevarse. Los jóvenes se miraron decididos y exclamaron al unísono con un solo movimiento de varita: "Caritas numquam moritur".

Hermione y Draco se aparecieron en un pequeño pueblo de Portugal. Vieron en una de las pantallas del trineo que les indicaba a qué casa ir y se estacionaron en el techo del hogar indicado.

 

― Bien, tú anda. Yo te esperare aquí― dijo el joven Malfoy recostándose en su asiento sin importarle la furiosa la mirada de la castaña.

― Oh no. Tú vienes conmigo, Malfoy. Por las buenas o por las malas― exclamó haciendo tronar sus nudillos.

Draco soltó una sonora carcajada.

― ¿Tú? ¿Qué me vas a hacer? ¿Acusarme con un libro?― cuestionó con una sonrisa burlona.

El thestral de la nariz roja comenzó a gruñir y moverse furiosamente tratando de liberarse de sus correas al escuchar el comentario del rubio.

― Creo que está de mi lado. Así que decide Malfoy, ¿vienes o libero a Rudolph?― propuso con una inocente sonrisa.

Draco fijó su mirada en la criatura, quien se volteó lo suficiente como para que el rubio viera un brillo de maldad en sus oscuros y casi imperceptibles ojos. Temeroso de que su compañera cumpliera lo dicho, agarró el saco y se dirigió hacia la chimenea, rodeando claro, a los thestrals que lo miraban de mala manera.

― ¿Y ahora qué?― preguntó observando el gran vacío que los esperaba dentro de la chimenea.

― Te lo explicaré cuidadosamente, Malfoy― comenzó a decir Hermione antes de hablar lentamente como si de un retrasado se tratara el rubio―. Nosotros. Bajar. Por. Ahí.

― ¿Por quién me tomas, Granger? Yo no soy tu patético amigo Weasley, así que trátame con mayor respeto― replicó dándole la espalda para ponerse a pensar e idear un plan para bajar.

Hermione se puso roja de la furia y sin pensar en lo que hacía, empujó a Draco con fuerza dentro de la chimenea. El rubio cayó pesadamente al suelo, se paró y comenzó a sobarse el brazo con el que había detenido su caída.

― ¿Ups?― escuchó Draco decir a Hermione, quien saltó hacía el vacío no sin antes hechizarse para caer cual pluma al piso. Realizó el contra maleficio y observó a Draco divertida.

― Pudiste haberme roto el brazo, ¿sabes?― exclamó el rubio frunciendo el ceño.

Su compañera lo calló haciéndole un gesto de silencio.

Por primera vez pudieron ver la casa en donde se encontraban. Alrededor de la chimenea habían tres sillones de cuero, y en una esquina había un gran árbol decorado con luces y esferas de color rojo y verde. Había guirnaldas colgadas de las paredes y uno que otro muérdago colgado del techo para los más incautos. Debajo del árbol de Navidad habían pocos regalos, y a un costado, se encontraba un plato con galletas y un vaso con leche para el tan esperado Papá Noel.

― Oliveira Da Silva, Mayra― dijo Draco metiendo su cabeza en el saco.

Hermione se tapó la boca tratando de no reír al ver tan cómica escena. Con ternura, le sacó el saco de la cabeza y metió la mano antes de alzar una bonita muñeca pelirroja con vestido verde agua. Lo colocó con cuidado debajo del árbol y agarró una galleta del plato. Draco la imitó y se tomó la leche de un sorbo.

― Rápido. Tenemos otros miles de regalos que entregar― apuró el rubio posicionándose dentro de la chimenea y alzando la varita para salir volando. Hermione lo siguió con prisa y se subieron al trineo, el cual estacionaron en un techo a unas cuadras más.

Realizaron lo mismo por una hora y Draco ya se estaba aburriendo. Se detuvieron en una de las últimas casas de España pero el rubio no se movió.

 

― ¿Qué ocurre ahora, Malfoy?― preguntó Hermione exasperada por los continuos berrinches de su compañero.

― Me estoy arrepintiendo de esto― respondió― Ahorita mismo podría haber estado en Malfoy Manor junto a mis padres, comiendo...

― ¿Qué te parece si me cuentas tu interesante vida mientras entregamos el regalo?― propuso con una falsa sonrisa. Rudolph, el thestral, soltó un bufido.

Draco lo miró con odio y siguió a la castaña hasta la chimenea por donde bajaron. La casa, como otras, no era muy diferente. Tenía el habitual árbol decorado y galletas y un vaso de leche al costado.

― Como te seguía diciendo, yo debería estar en Malfoy Manor comiendo un gran banquete junto a mi familia. Pero no, ustedes como son tan egoístas me hicieron aceptar a la fuerza este estúpido trabajo― decía furibundo viendo como la chica ponía un osito de peluche en su lugar y se comía una galleta.

― Malfoy, ya cállate. Acá el único egoísta era tú por no querer ayudar a la directora y a Dumbledore en esta tarea, estamos aquí para llevar felicidad a los niños no para
― se detuvo abruptamente al escuchar unos pasos por las escaleras.

Se miraron horrorizados ante la idea de ser descubiertos, y sin más, se escondieron tras un sillón.

― ¿Santa? ¿Eres tú?― escucharon la voz de un niño.

Con cuidado, Hermione asomó su cabeza. Vio a un pequeño de unos 3 o 4 años parado en medio de la sala bostezando cansado, tenía un pijama rojo con dibujos de carritos y cargaba un viejo oso en la mano.

― ¿Por qué te escondes, Santa?― preguntó el niño dirigiéndose hacia el sillón en donde él creyó ver un destello rojo.

Al llegar, vio confundido a los dos jóvenes sentados en el piso de su casa.

― Eh
¿Ho ho ho?― dijo Draco alzando una ceja sin saber qué más decir.

― Hola, pequeño. Verás, yo soy Hermione y el es Draco. ¿Cómo te llamas?― preguntó con una amable sonrisa.

― Yo soy Adrian.

― Oh, pues Adrian, se ve estás cansado, ¿por qué no te duermes?― propuso sin abandonar su sonrisa―. Ven― dijo cargándolo y comenzándolo a mecer lentamente.

― Gracias por el regalo, Señorita Claus― fue lo último que dijo el pequeño antes de caer en los brazos de Morfeo.

― ¿Ves, Malfoy? Es por esto que aceptamos este trabajo. Sólo imagínate, hay miles, no, millones de niños que esperan a ese gran hombre de rojo― comenzó a decir Hermione entregándole el niño a su compañero―. Draco, te aseguro que mañana por la mañana, cuando Adrian se despierte y vea a su nuevo oso, una hermosa sonrisa aparecerá en su rostro― le dijo acariciando los oscuros cabellos del niño―. Este regalo traerá felicidad a esta familia, y fuerza también para seguir adelante. La navidad trae ilusión, Draco. Y cuando ves a un pequeño angelito como él tan feliz, tan alegre e inocente, sientes
sientes tu espíritu lleno, Draco, como si eso fuera lo único que quisieras ver el resto de tu vida― finalizó viendo como el rubio acomodaba al Adrian en un sillón y lo tapaba con una manta.

Adrian abrió los ojos por un momento fijando su mirada en el joven Malfoy.

― Gracias a ti también, Santa― dijo con una pequeña sonrisa antes de bostezar y cerrar los ojos.

No, gracias a ti. Gracias por hacerme entender.

Draco sonrió sinceramente y se dio media vuelta.

― ¿Sabes? Creo que ya lo entendí― comentó antes de darle un beso en la mejilla y salir por la chimenea.

Siete horas después, ya habían terminado con la parte del mundo que les había tocado, dejando regalos, comiendo galletas y saboreando la leche preparada por lo niños.

Estaban sentados en los jardines de Hogwarts, pensando en los pequeños que en ese momento deberían estar abriendo sus regalos.

Sonrieron satisfechos al saber que su labor estaba terminada.

― ¿Sabes qué significa "Caritas numquam moritur"?― preguntó Hermione. Draco negó con la cabeza―. El amor nunca muere.

Viejo cursi

Pero cuánta razón tenía.

Amor fue lo que dieron; y en cada familia, el amor se está viviendo gracias a ellos.

Gracias a Dumbledore, el viejo cursi.

Sí, sí, ya dije que lo mejoraría y me pondré manos a la obra... bueno en cuanto actualice mis otras historias ya que al parecer algunas lectoras me van a matar si no publico pronto :D

Comenten!

Se me cuidan!!!

Carla Malfoy =]

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2023-02-27

 

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