El dia de mi boda - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

Ese día era el señalado para la celebración de la boda. Ginny ya llevaba tres meses de embarazo y empezaba a notársele un poco. Harry se había ofrecido a financiar la ceremonia que eligiera. Le había ofrecido una boda de blanco con damas de honor, una propuesta muy tentadora, pero Ginny se había negado. Después de todo, el suyo no sería un matrimonio real, sino un procedimiento legal para dotar de legitimidad a su hijo.

Harry también le había propuesto un viaje de luna de miel, a cualquier parte del mundo que quisiera ir. Y de nuevo ella había declinado su oferta. Las lunas de miel eran para amantes, algo que Harry y ella jamás serían.

Al final habían convenido realizar una íntima y sencilla ceremonia en la casa del los padres de Ginny, en La Madriguera. Estaba toda su familia, cosa que le resultaba muy incomoda a Ginny ya que ella quería que la ceremonia fuera lo más privada posible, es por eso que había preferido no invitar a sus otros amigos y conocidos.

Harry le había prometido no invitar a sus amigos o socios de negocios si ella consentía en celebrar una recepción de boda, en algún momento durante las semanas siguientes a la ceremonia. Reacia, Ginny había terminado por aceptar.

-¿Estás preparada? -le preguntó Hermione, tendiéndole el ramo de rosas propio de la novia.

-Creo que nunca estaré preparada para casarme con Harry -respondió Ginny con una sonrisa forzada, aceptando las flores-, pero todo ya está atado y arreglado. Sólo resta el último acto oficial.

-¿Sabes? casarte con el padre de tu hijo no es de las peores cosas que podrían sucederte.

-Sí que lo es cuando se trata de Harry Potter- dijo la pelirroja tozudamente.

-Pobre Ginny - Hermione le dio unas palmaditas en la espalda- que se ve forzada a casarse con un hombre guapo, rico, uno de los tipos más buenos y amables que he conocido en mi vida. Y que está considerado como el mejor partido de toda la Comunidad Mágica.

-Está claro que tu opinión sobre Harry difiere muchísimo de la mía.- dijo Ginny mirándose en el espejo.

-Eso es porque mi opinión de los hombres en general difiere muchísimo de la tuya. Si piensas lo peor de un hombre, jamás confiarás en él; siempre esperarás que cometa algún error. Si Harry y tú albergáis la esperanza de cimentar algún tipo de vínculo entre los dos por el bien de vuestro hijo, tendréis que aprender a confiar el uno en el otro.

En ese momento Ginny exploto en llanto, se abrazo a Hermione.

-Por favor -le dijo Ginny con los ojos llenos de lágrimas- dime que no voy a cometer el segundo gran error de mi vida.

-No estás cometiendo ningún error -le aseguró Hermione- Casarte con Harry es probablemente lo más inteligente que hayas hecho jamás. Para cuando nazca tu bebé, tengo la sensación de que toda esta experiencia os habrá hecho mejores a los dos, tanto a Harry como a ti.

Escucharon una música procedente del salón; Ginny ignoraba que su familia hubiera contratado a un arpista y a un violinista. Aquella melodía era demasiado romántica para una boda tan... forzada. Hermione abrió la puerta de la habitación.

-¿Lista?

-No, pero adelante.

Hermione, con un vestido similar al de Ginny, la precedió de camino hacia el jardín donde se realizaría la ceremonia, sólo esta presente su familia que ya era mucha gente para Ginny. Los gemelos la miraban como si fuera un ángel...después de todo era ella quien les solapaba todas sus trastadas...Percy...era Percy no se le podía pedir más, miraba a su hermana con toda la seriedad posible, a su lado se encontraban Bill y Charly que tenían en sus caras dibujadas unas leves sonrisas, como de complicidad, después de todo ellos dos eran los únicos que sabían a parte de Hermione sus sentimientos en el pasado por Harry, debían pensar que este era el sueño de su hermana y no quería que ellos supieran que eso no era cierto...les sonrió y continuo caminando, ahí estaba su madre que no podía estar más feliz, al fin Harry iba a formar parte de la familia, siempre lo quiso como un hijo y ahora que lo iba a ser de verdad, no le caía mas felicidad en el cuerpo, en ese momento reparo en el hombre que la llevaba del brazo...su padre...quien estaba feliz con el matrimonio una vez que se acostumbro a la idea de que iba a ser abuelo...antes que suegro...levanto la vista y ahí estaba Ron su amado hermano, quien después de pegarle a Harry le dio todo su apoyo...fue como si se le hubiera pasado todo eso de ser posesivo con ella, según sus propias palabras le entregaba ese trabajito a Harry, Ron sabia muy bien que no iba a ser nada fácil...Ron se encontraba al lado de Harry, ambos vestidos de negro. Al llegar al pequeño altar, Ginny mantuvo bien alta la cabeza, con la mirada perdida en alguna parte del universo, cualquier cosa antes que mirar al novio al cual había visto al pasar y le había sacado todo el aire de los pulmones...realmente estaba muy guapo.

Cuando los músicos ejecutaron el Ave María, las lágrimas asomaron a los ojos de la joven. En el momento en que entregó a Hermione su ramo de flores, Harry la tomó de la mano. Su contacto era cálido; fuerte pero delicado. Harry se llevó su mano a los labios y la besó con ternura. Ginny levantó la mirada hacia él, que se inclinó sonriente y le murmuró al oído:

-Todo saldrá bien. Te lo prometo.

Ginny asintió y después los dos se volvieron hacia el pastor.

Después, poco pudo recordar de la ceremonia. Indudablemente no había cometido ningún error, porque al final el pastor les declaró marido y mujer. Lo que nunca podría olvidar fue el beso que le dio Harry. Ella había esperado un beso rápido, nada más, pero para su gran sorpresa recibió uno largo, tierno y apasionado.

Ya en el comedor de la casa sus padres, Ginny se quedó boquiabierta al ver el pastel de boda, de varios pisos de altura, decorado con rosas de helado.

-Mamá, ¿qué has hecho? le preguntó Ginny mirando el entorno.

-Bueno, es sólo un pastel de boda y un poco de champán. Menos para la novia, que bebe refresco de calabaza, claro está.

Su madre parecía tan contenta que Ginny no tuvo corazón para reprenderla. No podía decirle que le estaba poniendo muy difíciles las cosas al convertir aquello en una ceremonia tan romántica.

-¿Tienes tu cámara fotográfica a mano, papá?- pregunto Fred entrando en el comedor- Estos son los momentos que hay graficar para el futuro.

-Muy gracioso Fred- dijo Ginny mirándolo a los ojos.

Fred convenció a su padre de que tomara algunas fotos, y luego se volvió hacia Ginny y Harry- Vamos, vosotros dos, cortad el pastel.

Y los empujó hacia la mesa. Durante todo el rato, Harry no dejaba de agarrar a Ginny de la cintura.

-Después de cortarlo, Ginny, tú le darás un pedazo a Harry y él hará lo mismo -les dijo George con una cara de felicidad- Y tú saca algunas fotos, papá.

Arthur obedeció al final, a pesar de sus protestas de que no era un fotógrafo profesional y de que además aquellos artefactos muggles eran demasiado para él.

-Vamos, cariño -Harry le ofreció el cuchillo de plata a la novia. No decepciones a tu madre; se ha esforzado mucho por preparar este día tan especial para nosotros.

-Lo sé -Ginny sonrió a la cámara.

Los dos juntos cortaron el pastel e hicieron todo lo que les había ordenado Molly.

-¿Tenéis algún plan de luna de miel? -les preguntó Arthur

-No exactamente -respondió Harry.

-Ninguno en absoluto, papá contestó Ginny.

En ese momento Arthur les hizo otra fotografía, en la que Ginny aparecía mirando ceñuda a su marido.

-Yo te explicaré la situación, papá intervino Ron- Harry y Ginny no van a pasar una luna de miel. Simplemente se van a ir a casa y a comenzar su vida juntos.

Ginny se estremeció. El pensamiento de compartir su vida con Harry le resultaba absolutamente intimidante, y la idea de vivir con él casi aterradora. En un principio, no había querido abandonar su apartamento. Harry le había pedido que se trasladara a su casa, pero ella se había negado y, en cambio, le había sugerido que continuaran viviendo separados. La respuesta de Harry había sido clara e inequívoca; no tenía ninguna intención de perderse ni un solo minuto de su embarazo.

Así, habían convenido en trasladarse a una casita de campo en las afueras de Londres, que había pertenecido a los padres de Harry, situada a sólo unos kilómetros de la casa de Hermione y Ron. Tenía tres dormitorios, de manera que podían disfrutar de cierta intimidad, y aunque a Harry le quedaba un poco lejos de su oficina, Ginny estaba más cerca de su floristería en Londres.

El trabajo de Ginny había constituido otro motivo de desacuerdo entre los dos. Harry había insistido en que no había razón para que continuara trabajando durante su embarazo. Ella le había recordado que no era simplemente una empleada de la floristería, sino su propietaria. Al final habían llegado a un compromiso; Ginny contrataría un par de empleados de media jornada para que la ayudaran los días que Hermione no trabajase.

Lanzando una mirada a su alrededor, Harry se fijó en la forma en que los miraban los Weasley y de repente Harry entro en pánico...el no bailaba...él era sólo Harry y además tenía dos pies izquierdos..., se armo de valor y le dijo a su esposa:

-Creo que están esperando que bailemos le comentó a Ginny mientras la tomaba del brazo.

-¿Qué? -la joven lo miró fijamente, todavía aturdida por los sucesos de aquella jornada.- Harry tu no bailas...-le dijo Ginny pero Harry ya la tenia entre sus brazos y se movía de manera lenta mientras la miraba fijamente a los ojos.

-Un baile para complacer a tu familia, y luego creo que podremos irnos.

Rodeada por sus fuertes brazos, Ginny se dejó guiar. De repente se estremeció; cada vez que se acercaba a Harry, su cuerpo parecía recordar la noche de pasión que habían compartido y reaccionaba con un deseo que no podía negar.

Se movían lentamente al ritmo de la romántica melodía, Harry sonriéndole como si fuera realmente feliz, como si no acabara de casarse a la fuerza, por una cuestión de honor.

Harry sabía que la boda había sido más difícil para Ginny que para él. Si no se hubiera mostrado tan dispuesta a mantener las distancias durante el tiempo que durara su matrimonio, él podría haber encontrado la situación más que tolerable. Pero tal como estaban las cosas, tenía frente a sí siete meses, más lo que tardaría en formalizarse su divorcio, de forzada abstinencia.

De cualquier forma, haría lo que tenía que hacer. Aunque muriera en el intento, se haría cargo de Ginny e intentaría que los próximos siete meses fueran lo más fáciles y cómodos para ella.

Además, esperaba que durante todo ese proceso Ginny aprendiera a conocerlo.

Ginny y Harry se encontraban en el porche de la casa de campo. En cierta ocasión Remus le comento a Harry que aquella casa la había comprado James pocos años después de su boda, había adquirido especialmente aquella casa para su madre.

-¿Qué estás haciendo? -pregunto Ginny cuando Harry la levantó en brazos nada más abrir la puerta.

-Cruzar el umbral con la novia en brazos -respondió mientras entraba en el salón.

-Esto es ridículo. Creo que se te ha subido a la cabeza esa boda estúpida que nos han preparado. ¡Bájame!

La dejó en el suelo con lentitud y sensualidad; estremecida, Ginny se apartó de él. Luego, Harry encendió las luces. En la mesa del salón había flores y una botella de zumo de Calabaza.

-Supongo que esto también es cosa de los Weasley- al observar las grandes y ventiladas habitaciones, de colores cálidos, y el mobiliario de roble, pensó que aquella casa había sido decorada para satisfacer los gustos de un hombre.

-Te refieres a las rosas y al zumo de manzana con gas? -le preguntó Harry- No, eso ha sido idea mía.

-Oh.- dijo la pelirroja mirando la habitación.

-Puse tus cosas en el dormitorio más grande- explico Harry a Ginny indicándole por donde seguir. Harry se quitó el abrigo y se aflojó la corbata.

-Gracias. Creo que me quitaré este vestido y me pondré unos vaqueros-Ginny tenía que escapar de Harry, escapar de aquellos verdes ojos que parecían formularle preguntas que ella no quería responder.

Abrió la puerta de su dormitorio y se quedó boquiabierta. ¿Qué le había sucedido? Lo recordaba bien de cuando Ron y Hermione habían vivido allí hacía cerca de un año, mientras esperaban a que terminaran de construir su nueva casa. Antes la decoración de aquella casa era totalmente masculina, con tonos verdes y marrones; en cambio, ahora estaba pintado de rosa pálido... su color favorito. Cada mueble, de madera de ébano era una pieza de antigüedad.

Una colcha multicolor adornaba la cama de dosel. Con las lágrimas asomando a sus ojos, Ginny se mordió el labio. Maldijo a Harry Potter. ¿Por qué había hecho algo tan absolutamente dulce y romántico? Había redecorado por completo aquella habitación... para ella. Enjugándose las lágrimas, rebuscó en el armario hasta encontrar unos viejos vaqueros y un suéter rojo, de manga corta.

Cuando se estaba poniendo los pantalones, dándose cuenta de que no podía abrocharse el botón debido al engrosamiento de su cintura, escuchó una música procedente del salón.

No podía permitir que todo aquello la afectara: la romántica ceremonia de boda, Harry entrando en la casa con ella en brazos, aquel precioso dormitorio... No podía permitir que todo aquello la hiciera sentirse débil y vulnerable. Desde el principio, el hecho de bajar la guardia había sido el motivo de que se viera involucrada en aquel embrollo. La reputación de Harry Potter con las mujeres no era ningún secreto; conocía exactamente todas las teclas que había que pulsar para seducir a una mujer.

Suspirando, Ginny intentó en vano abrocharse los vaqueros. Y Harry fue a elegir ese preciso momento para llamar a la puerta y entrar. Al ver que no había podido abrocharse el botón, sonrió.

-Parece que muy pronto tendremos que conseguirte una nueva ropa.

-No- Ginny se bajó el suéter para cubrirse la cintura- Estos vaqueros siempre me han estado un poquito ajustados.

-Me gusta cómo te quedan.- que la miraba de arriba hacia abajo.

-¿Quieres algo? -le preguntó ella mirándolo fijamente, con las manos en las caderas- ¿Tenías alguna razón para entrar aquí sin que te invitara?

-¿Sin que me invitaras?- preguntó Harry- ¿Es que necesito una invitación tuya para entrar en tu dormitorio?

-Sabes que sí. Si vamos a vivir juntos, tendrás que aprender a respetar mi intimidad.

Harry exhaló un profundo suspiro. ¡Ya estaba empezando de nuevo! ¿Cómo iba a soportar siete meses en esas condiciones?

-De acuerdo, no entraré aquí sin contar antes con una invitación tuya dijo Harry- Ahora mismo venía a decirte que he preparado unos vasos de zumo para los dos y he puesto música. Pensé que te gustaría sentarte en el salón a charlar un rato.

Ginny se arrepintió de su propia reacción. ¿Qué había pensado que quería Harry de ella? ¿Violarla? ¿Llevarla a la cama contra su voluntad?

-¿Hablar sobre qué?

-Simplemente hablar-Harry se encogió de hombros- Podríamos dejar claras algunas reglas domésticas, cosas como que no entre en tu dormitorio sin tu permiso.

-De acuerdo.

Descalza, Ginny siguió a Harry al salón y se sentó en el sofá. Él le entregó una copa de champán llena de zumo, y levantó la suya.

-¿Qué te parece un brindis? -preguntó, y al ver que ella asentía, añadió- Por que nos toleremos el uno al otro durante siete meses, y hagamos todo lo posible por hacernos amigos, en bien de nuestro hijo.

Mientras bebía, Ginny se preguntó si habría alguna esperanza para los dos. ¿Podrían llegar a convertirse en amigos?

-Siento haberte dicho esas cosas cuando entraste en mi habitación. Lo que pasa es que no quiero...

-No hay razón alguna para que me tengas miedo, Ginny. No albergo ningún siniestro plan de seducirte, si es eso lo que te preocupa - Harry apuró su vaso de zumo y lo dejó sobre la mesa- Lo que sucedió entre nosotros la noche de la fiesta del bautizo de Missy, me resulta tan misterioso como a ti.

-Sabes -repuso ella, intentando en vano no ruborizarse- que esto no es lo que yo quería. Quiero decir, que tú y yo nos sintiéramos obligados, atados...

-Lo sé y lo siento.

-Yo también, pero supongo que ya es demasiado tarde para que cualquiera de los dos pida disculpas -añadió Ginny- Cuando Hermione se quedó embarazada de Missy, me di cuenta de lo mucho que quería tener un hijo. Casarse no estaba en mis planes, así que supuse que jamás me quedaría embarazada. Estaba en un error -intentó reír, pero no pudo.

-No somos la primera pareja que cae en «la trampa del amor», como algunos la llaman y no seremos la última - Harry se sentó al lado de Ginny, apoyando un brazo en el respaldo del sofá.

-«La trampa del amor» -repitió ella- Atrapados por nuestra propia estupidez.

-Atrapados por nuestro propio deseo -la voz de Harry era baja y profunda; de reojo miró a Ginny, que tenía la mirada fija en él, con los ojos anegados en lágrimas.

-Nunca dejaremos saber a nuestra hija que nos sentimos atrapados por el hecho de concebirla -dijo ella- Ella siempre se sentirá querida y deseada, a pesar de todo.

-No te preocupes. Yo sólo quiero lo mejor para nuestra hija -le aseguró Harry -Ese es el objetivo de nuestro matrimonio, ¿no?

-Sí- sonrió Ginny- Bueno, si vamos a vivir juntos durante los próximos meses, podríamos establecer algunas reglas, ¿de acuerdo?

-No hay necesidad de que te encargues de la limpieza de la casa dijo Harry- Dobbie puede encargarse de eso.

-No. Nunca he tenido un elfo y no lo voy a tener ahora. Nosotros mismos podemos encargarnos del mantenimiento de la casa, ¿no te parece? ¿O piensas que la limpieza del hogar es un trabajo de mujeres?

-Creo que prefiero que venga Dobbie y haga el trabajo, pero si tú no quieres, los dos nos haremos cargo y ella sólo vendrá una vez por semana, para las tareas más pesadas. Temporalmente.

Ginny le lanzó una fría y desaprobadora mirada.

-Bien, ¿pero qué pasa con la cocina? - Preguntó- Creo que deberíamos hacer turnos de comida, si estás de acuerdo.

-No tengo mucha experiencia -dijo Harry- Creía que tú te encargarías de eso. Supongo que sabrás cocinar, ¿no?

-Sí, sé cocinar -«y antes de que finalice este matrimonio, tú también sabrás, te lo aseguro», pensó Ginny mirándolo con sus tiernos ojos.

-Bien. Estoy deseando encontrarme con una buena comida casera cada noche -comentó Harry.

Ginny fingió una sonrisa. Estaba segura de que eso sucedería. Harry quería una buena mujercita que le estuviera esperando con la cena preparada cuando volviera del trabajo.

-Cocinaré la cena con mucho gusto una de cada dos noches -le informó ella- El otro turno corre de tu cuenta. Y no te preocupes, no tendrás que cocinar si no quieres. Me conformaré con que me invites a cenar fuera.

-De acuerdo - Harry hizo una mueca, pero al fin asintió, estupendo. Asunto arreglado.

Ginny quería tratar otros puntos a propósito de las reglas que iban a observar en la casa. A pesar de lo que Harry había dicho, ella pensaba que probablemente tenía intención de compartir su cama cada noche.

-No entraré en tu habitación sin que me llames, y tú tampoco en la mía -dijo Ginny.

-Conforme- dijo Harry mirando el techo de la habitación, esto no estaba saliendo como el quería.

-Generalmente entro a trabajar a eso de las nueve, y me levanto a las siete. Podríamos desayunar juntos, si quieres - Ginny no podía imaginar cómo sería sentarse a desayunar cada mañana con Harry Potter- Por supuesto, algunas mañanas no podré comer nada.

-¿Quieres decir que realmente vas a padecer náuseas matutinas por la mañana? Increíble -comentó él, riendo entre dientes.

-El doctor Meyers -le informó Ginny, riendo también- dijo que no duraría mucho tiempo.

-Quiero acompañarte cuando vayas a la próxima revisión- dijo Harry seriamente.

-Eso no será hasta dentro de unas semanas- contesto la pelirroja.

-Quiero asegurarme de que tengas un embarazo sin problemas, lo más agradable posible -a pesar de las circunstancias de la concepción del bebé, Harry lo deseaba intensamente. Nunca había tomado conciencia de lo mucho que ansiaba tener uno hasta ese día, hacía ya cerca de un mes, cuando Ginny le anunció que estaba embarazada- Estaré a tu lado hasta el final. Vamos a hacer esto juntos, ¿recuerdas?

Ginny se preguntó si Harry querría realmente compartir todo con ella. No estaba segura. Si él fuera su marido de verdad, y no formalmente, sería distinto. Si su hijo hubiera sido concebido por el amor y no por la pasión... ¿Era Harry Potter un hombre capaz de amar? Era muy capaz de apasionarse, de experimentar sentimientos de posesión y protección pero... ¿era capaz de amar? Tenía muy serias dudas al respecto. ¿Y qué pasaba con ella? Quería mucho a su familia, pero... ¿amar a un hombre? Quizá ella fuera tan incapaz de amar como Harry. En cualquier caso, aunque ellos no se quisieran, querrían a su hija. Ya había empezado a amar a su bebé, a su pequeña niña...

Harry observaba detenidamente a Ginny, preguntándose en qué estaría pensando. ¿Desearía no estar embarazada? ¿Se estaría arrepintiendo de su decisión de tener el bebé? Una vez que lo tuviera, ¿llegaría Ginny a ser la clase de madre que sería capaz de abandonar a su hijo o sería una madre dedicada como el ejemplo que había tenido en su propia casa.

-Supongo que hay cosas que tendremos que aprender sobre la marcha -comentó Ginny- Nunca he vivido con un hombre. Quiero decir...

-No te preocupes -dijo Harry- Aunque vivamos en la misma casa, eso no quiere decir que realmente estemos viviendo juntos.

-Tienes razón - Ginny se levantó- Creo que voy a acostarme. Ha sido un día muy largo y estoy cansada.

-Te veré por la mañana- dijo un pensativo Harry.

Harry la observó mientras se retiraba a su dormitorio. Esa era la habitación que él siempre había ocupado cuando se quedaba a pasar alguna noche en la casa, y que había redecorado siguiendo escrupulosamente las sugerencias de Hermione.

Harry se fue a la habitación de los invitados, nunca había llevado a ninguna mujer a la casa de sus padres, estaba viviendo ahora mismo allí, con su esposa...

Después de ducharse se metió en la cama, pero no pudo conciliar el sueño. Se preguntó por qué no podía dormir. Que aquella fuera teóricamente su noche de bodas no era razón para que se atormentase a sí mismo. El pensamiento de que su mujer estaba a sólo unos metros de él, al otro lado del pasillo, hacía que se volviera loco preguntándose cómo sería hacer nuevamente el amor con ella.

Ella no lo quería; eso se lo había dejado perfectamente claro. Entonces, ¿qué diablos le sucedía? ¿Por qué quería a una mujer que no le correspondía, una mujer a la que ni siquiera gustaba? Al fin Harry cayó en un sueño inquieto, salpicado de imágenes de Ginny descansando desnuda en sus brazos, suplicándole que la amara, gritando su nombre.

Se despertó sobresaltado, sudando. Necesitaba tomar una bebida, algo que le ayudase a dormir. Se puso su bata de seda y abrió sigilosamente la puerta de la habitación. Cuando salió al pasillo, oyó un peculiar sonido; eran sollozos estrangulados. Alguien lloraba. Era Ginny.

Agarró el pomo de la puerta de su dormitorio. Luego recordó que ella le había dicho que no entrara sin que antes se lo autorizase, así que acercó el oído a la puerta, escuchando los ahogados sollozos con el corazón acelerado.

Llamó suavemente. No hubo respuesta, pero los sollozos cesaron. Llamó de nuevo, en esa ocasión con más fuerza.

-¿Sí? -preguntó Ginny con voz débil.

-¿Puedo entrar?

-No. yo... ¿qué quieres, Harry?

-Te he oído llorar. Quería asegurarme de que le encontrabas bien...

-¡Estoy perfectamente! exclamó con voz enérgica, aunque temblorosa.

-¿Cómo puedo saberlo?

-Oh, entonces entra y compruébalo por ti mismo.

Harry abrió la puerta. Ginny se encontraba sentada en la cama. Cubriéndose hasta la barbilla con las sábanas. La habitación estaba bañada por la luz de la luna, que se filtraba a través de las cortinas de encaje de las ventanas.

Se acercó a la cama, encendió la lámpara de la mesilla y observó a Ginny. Estaba despeinada, con los ojos llorosos, la nariz enrojecida. Preocupado, se preguntó durante cuánto tiempo habría estado llorando.

-No estás muy bien que digamos. ¿Qué te pasa, nena? ¿Qué es lo que va mal? -deseaba consolarla, pero no se atrevía.

-¿Cómo puedes preguntarme qué es lo que va mal? Yo... estoy embarazada y me he casado contigo- contuvo un sollozo- ¡Y deja de llamarme «nena»!

-Lo dices como si eso fuera un destino peor que la muerte -repuso él encogiéndose de hombros, y se sentó en la cama, a su lado.

-Sé que debería sentirme agradecida; eso es lo que siempre me dice Hermione. Estás considerado como el mejor partido de toda la comunidad Mágica, ¿sabías eso? Y yo te he cazado en la «trampa del amor» -se le inundaron los ojos de lágrimas- Pero la verdad es que o misma me siento atrapada, como si hubiera caído en una trampa que me arrebatara la vida...

-Lo siento - Harry no sabía qué decir, ni qué hacer. Su esposa había estado llorando durante horas sencillamente porque se había casado con él.

-No es culpa tuya -repuso ella.

-Entonces, ¿de quién es? -le preguntó Harry.

-De acuerdo, es culpa tuya. Y mía también. Esta es mi noche de bodas y lo único que puedo pensar es... -por un momento estuvo a punto de decir: «en la noche que pasamos juntos haciendo el amor».

-¿Qué es, Ginny?

-Que una noche de bodas no debería ser así.

-¿Cómo debería ser?

Las lágrimas corrieron de nuevo por sus mejillas, y al intentar limpiárselas soltó la sábana que sostenía entre los dedos. Harry se quedó sin aliento al descubrir la ropa interior de seda rosa que llevaba. Maldijo para sus adentros, pensando que se suponía que a las pelirrojas no les sentaba bien el color rosa; al parecer, Ginny era una excepción; estaba como para comérsela.

-Feliz... -sollozó con más fuerza-... una noche de bodas debería... ser... ser feliz.

-Tienes razón, una noche de bodas debería ser feliz - Harry la atrajo hacía sí y ella no se resistió, aunque permanecía muy tensa- ¿Qué puedo hacer para que seas feliz?

Ginny lo miró fijamente, temblando.

-No voy a mantener relaciones sexuales contigo. Nada de sexo. Eso formaba parte de nuestro trato.

-De acuerdo, nada de sexo. ¿Qué otra cosa podría hacer para que fueras feliz? -sonrió Harry.

-¡Esto no es nada divertido! -replicó ella, apartándose bruscamente y golpeándolo en un brazo con toda la fuerza de que fue capaz.

-¡Ouch! - Harry se resintió del golpe; luego la agarró y la besó en la nariz- ¿A ti no te parece divertida esta situación? Bueno, pues a mí sí. Aquí estamos, llevamos menos de veinticuatro lloras casados y todo lo que hemos hecho ha sido discutir, excepto cuando te has puesto a llorar. Te propongo que me digas de qué forma puedo hacerte feliz y tú te niegas a responderme.

-No puedes hacer nada por mí, aparte de dejarme sola.

-Bueno, no puedo marcharme y dejarte aquí llorando durante el resto de la noche.

-¿Qué te importa a ti?

-El hecho de que estés tan alterada no es bueno para el bebé - Harry había dicho la primera cosa que le había pasado por la cabeza; una explicación que esperaba que Ginny aceptase sin discutir.

-Oh.

-Entonces, ¿qué puedo hacer para que el bebé y tú seáis felices esta noche?

-Podrías prepararnos unas palomitas, servirnos un zumo de calabaza, y quedarte levantado el resto de la noche viendo conmigo el maratón televisivo de películas del conde Drácula, que está programado para este fin de semana.

Ella misma no sabía por qué le había sugerido algo tan absurdo. Pensaría que estaba loca.

-¿Te gustan las películas de terror?

-Me encantan- dijo con una tenue sonrisa.

-A mí también- sonrió el ojiverde.

-¿Estás bromeando?- dijo Ginny mirándolo fijamente.

-Vamos, nena; quiero hacer de ti una mujer feliz levantándose, Harry le tendió la mano.

-Dame mi bata. Y no me llames «nena»- dijo soltando finalmente una gran sonrisa.

Cuando las primeras luces del alba iluminaron el cielo, Ginny dormía plácidamente en los brazos de Harry, en el sofá del salón. Un cuenco de palomitas descansaba sobre la mesa del café, al lado de dos vasos vacíos. En la pantalla de la televisión, que todavía seguía encendida, Drácula procedía a seducir a una de sus jóvenes y hermosas víctimas. Harry le acarició un brazo pensando que Ginny era tan delicada, tan frágil... y la mujer más exasperante que había conocido jamás. Y había algo vulnerable en ella. Debajo de su apariencia de mujer independiente, desafiante, latía el corazón de una niña solitaria.

Si pudiera ser paciente, tierno y delicado... consentiría Ginny que cuidase de ella? ¿Aprendería alguna vez a confiar en él? ¿O los siete meses siguientes serían un constante conflicto de voluntades? ¿Qué esperaba él de Ginny? ¿Qué esperaba de sí mismo, de su matrimonio? Sentado allí, abrazándola, con el cuerpo duro y tenso de deseo. Harry se maldijo por ser tan estúpido. Había caído en una trampa... que él mismo se había tendido.
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2024-09-29

 

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