Hola.Sí, tú. ¿Sabes quién soy? ¿Me recuerdas? ¿No? Me sorprendes.
¿Realmente no reconoces a aquel quete encerró en El Bosque? ¿Aquel por quien tantas pesadillas rasgaron tussueños? ¿Aquel a quien tanto temiste y que te condenó a la oscuridad?
Veo que comienzas a hacer memoria... Pero,¿cómo? ¿Aún no lo recuerdas con claridad?
Quiero ayudarte. Déjame relatartede nuevo lo que ocurrió esa noche, diez años atrás
Era una fría noche de octubre, la más fría que habíaconocido el año. El aire olía a cera y a miedo, y los árboles del bosque queabrazaba la parte posterior de las casas de la calle Pinhallow se mecían en unadanza lenta y fantasmagórica, arrojando sobre los porches artificialmenteiluminados ráfagas de negras sombras. Pequeñas figuras ataviadas con brillantesrecortes de telas multicolores y máscaras de plástico se movían entre lascalles, picando en cada una de las puertas en busca de bolsas de dulces de lasque apropiarse.
Era la noche de Halloween, la más aterradora de las nochespara los niños. Pero no para ti. No, tú no creías en esas cosas. A tus doceaños, y cargando sobre tus hombros tan escasa experiencia, ya te considerabasuna de las personas más maduras de toda tu ciudad. Y, en tu opinión, Halloweenera solo una fiesta para críos.
"Los espíritus noexisten", afirmabas con aplomo alzando la barbilla. Ay, si supieras cuánequivocada estabas, y lo poco que te faltaba para comprobar por ti misma quelas brujas y las ánimas en pena éramos tan reales como tú
Pero no podías saberlo. No tenías modo alguno deaveriguarlo. Y por ello, cuando tu padre llegó a casa ese 31 de octubre con ungran paquete rectangular para ti, sonreíste y lo abriste con entusiasmo y sintemor.
Un cuadro. Eso fue lo que te encontraste. Nada puede ser másinofensivo que un cuadro, ¿verdad? O al menos, en caso de que se tratase de unsimple cuadro. Pero en la noche de Halloween todo es posible, y las cosassimples dejan de existir por unas horas.
Sin borrar esa sonrisa de tu rostro, corriste escalerasarriba, hasta tu cuarto, y con ayuda de tu padre colgasteis el cuadro sobre lacama. Diste varios pasos atrás para contemplarlo desde otra perspectiva yasentiste, satisfecha.
La imagen representaba un bosque en tinieblas, con variosárboles bajos coronados por exuberantes copas de hojas grisáceas. La nieblablanquecina recorría el paisaje a ras del suelo, y te diste cuenta entonces deque la mayoría de los árboles parecían tener une textura extraña, dando laimpresión de haber sido pintados con una pintura diferente; precisamente esosárboles mostraban, además, un aspecto viejo y putrefacto, como si llevasensiglos muertos. Sin saber por qué te estremeciste.
Esa fue la primera vez que te vi. Tan frágil, tan inocente ycon una vida tan efímera
Eras una presa fácil.
Tu madre frunció el ceño al ver el cuadro. A ella no leagradaba. Lo encontraba demasiado
tétrico. Pero tu padre rio diciendo que esosolo eran tonterías.
Tú no hiciste ningún comentario, y apenas fuiste conscientede que ellos se fueron, dejándote sola frente al cuadro.
De pronto, las velas que tu madre había encendido en laventana en honor a los difuntos se apagaron, y una brisa gélida hizo que lascortinas se sacudiesen, proyectando sombras alargadas y móviles sobre laalfombra, a tus pies.
Cientos de susurros se prendieron en el aire, resonando unospor encima de otros, como si te hallases en la cueva donde residía la esenciadel eco.
Los susurros provenían del cuadro, en concreto de losárboles, que de repente habían empezado a balancearse, a retorcer sus ramascomo si de encrespadas serpientes se tratasen.
Gritaste y diste un paso atrás, aterrada, mientras lossusurros se oían cada vez más altos, hasta convertirse en agudos gritos dedolor implorando ayuda
llamándote.
Yo me divertía más que nunca, el lacerante pánico que teñíatus ojos claros era un bello edén en el que relajarme, y me sentí vivo alescuchar el palpitar de tu corazón desbocado marcando el ritmo de tus gritos deterror.
Entonces, la puerta de tu cuarto se abrió de golpe, yentraron tus padres.
Tú te volviste hacia ellos, confusa y con las mejillasempapadas de lágrimas.
Ellos te preguntaron qué había ocurrido, pero tú no supistecontestar. Los susurros habían cesado; el cuadro estaba ahí, tan estático einofensivo como unos minutos antes, y las velas habían recuperado sus llamas.
Tus padres volvieron a preguntarte, pero tú estabas absortaen la contemplación del fuego que coronaba las pequeñas torres de cera,bailando sobre sí mismo y escupiendo volutas de etéreo humo. Cómo Hacer Jabón Casero, Metodos y Recetas 2023
Ellos no te habrían creído, y lo sabías. Tú misma tratastede convencerte de que te lo habías imaginado. Pero había sido tan real
Cuando tus padres se fueron de nuevo, aún confundidos y algomolestos, te quedaste quieta, mirando de nuevo el cuadro con algo similar a unreverencial respeto. Pero la imagen estaba ahí, ridículamente inmóvil, como sise riera de ti
Y entonces reparaste en algo que antes debiste de haberpasado por alto: en el cuadro, en la esquina superior derecha, escrito con algoque parecía tinta de un repulsivo color negro rojizo, aparecía la frase: "Estoy detrás de ti".
Por acto reflejo te volviste, asustada, pero por supuestoahí no había nada. Nada de lo que asustarte
o nada que tú vieras, al menos.
Sacudiste la cabeza y te fuiste corriendo.
Pasaron un par de horas antes de que te viese de nuevo. Eranlas once y media de la noche, y tú llegaste agotada a la cama. Aparentemente,habías olvidado la presencia del cuadro, suspendido apenas unos centímetros porencima de tu cabeza.
Te tumbaste bajo las sábanas, encogiéndote sobre ti misma,cerrando los ojos, abrazando la posibilidad del sueño. Tu madre entró entoncesen tu habitación y se acercó despacio a ti. Se inclinó y besó tu mejilla. Túsonreíste sin abrir los ojos, sintiéndote protegida. ¡Protegida! Como si ellahubiese podido hacer algo para impedir tu marcha.
Me reí por lo bajo mientras tu madre se iba, no sin antesdedicar una mirada de desconfianza hacia el cuadro. Apagó la luz y desapareció.
Salí de mi escondite con la felicidad atascando mi alma enun éxtasis infinito. Otra noche más. Otra víctima más.
Pero aún no era el momento. Debía esperar a las doce, justoa medianoche.
Y, mientras aguardaba, me deslicé bajo tu cama y escuchédivertido cómo temblabas de miedo. Alcé despacio unos gélidos dedos de humonegro que se colocaron a través del colchón hasta tocar tu cálida piel. Túahogaste un grito y te incorporaste, palpando con desesperación en busca dealgo que no ibas a encontrar.
Hacía tiempo que yo no me lo pasaba tan bien. Te observaba,veía tu pánico, tus temblores, tus lágrimas de ácido miedo.
Lasnubes negras cubrieron la luna que relucía fuera, en mitad del firmamento, y laoscuridad más absoluta nació en tu habitación. De nuevo sonreí. La oscuridadera mi elemento, mi territorio, mi hogar, el aire que me llenaba de vida.
Lossusurros comenzaron de nuevo. Eran cientos, miles incluso. Peticiones desocorro dirigidas a ti, todas mezcladas con una agónica pincelada de dolorosaresignación.
¿Dequé servía pedir ayuda a los vivos cuando se está muerto?
Meacerqué de nuevo a ti y me coloqué en la cama, a tu lado. Alzaste tus ojosllorosos y me miraste sin llegar a verme realmente, limitándote a intuirme,como intuyen los ancianos que se acerca su final, como intuyen las aves que seaproxima una tormenta.
Elreloj de la mesa de tu cama lanzó destellos rojizos por todo tu cuarto cuandolas brasas de mi mirada se reflejaron sobre su cristal polvoriento: faltabansolo siete minutos para medianoche.
Lossusurros lo llenaban todo, y el aire olía a azufre y muerte. Me inclinédespacio hacia ti. Había decidido cómo quería aprovechar esos últimos minutos.
Ibaa contarte un cuento.
Ylo hice. Arropado por tu llanto apenas amortiguado por las sábanas bajo las quete escondías, te relaté la historia de un ánima cruel y despiadada que viajabapor el mundo oculta en un viejo lienzo pintado por un loco muchos años atrás.Te conté cómo, todas las noches de Halloween, justo a medianoche, el ánima atrapabaentre sus brazos un alma pura e inocente a la que llevarse consigo,arrastrándola a un mundo de desolación y oscuridad, de agonía y desesperación,de susurros y lágrimas, convirtiéndola en un árbol muerto que a la mañanasiguiente había aparecido en el bosque del cuadro sin un cómo ni un por qué.
Entonces,tú te levantaste, gritando con todas tus fuerzas, empleando hasta el últimoretazo de vida que quedaba en tu pecho, y corriste hacia la puerta de tuhabitación. Pero ni siquiera llegaste a tocarla. Porque de pronto, el alientogélido y putrefacto de la muerte rozó tu cuello.
Shhhh. Calla. Quédate quieta.
No grites, no huyas, tu vida haterminado.
No tienes escapatoria.
Susurra un último adiós.
Estoydetrás de ti.
"Estoy detrás de ti" - Potterfics, tu versión de la historia
¿Realmente no reconoces a aquel quete encerró en El Bosque? ¿Aquel por quien tantas pesadillas rasgaron tussueños? ¿Aquel a quien tanto temiste y que te c
potterfics
es
https://potterfics.es/static/images/potterfics-estoy-detras-de-ti-potterfics-1838-0.jpg
2024-09-17
El contenido original se encuentra en https://potterfics.com/historias/152603
Todos los derechos reservados para el autor del contenido original (en el enlace de la linea superior)
Si crees que alguno de los contenidos (texto, imagenes o multimedia) en esta página infringe tus derechos relativos a propiedad intelectual, marcas registradas o cualquier otro de tus derechos, por favor ponte en contacto con nosotros en el mail [email protected] y retiraremos este contenido inmediatamente