Malo - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

MALO



Se casaron luego de dos años de relación. Ella estudiaba enfermería para el hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas, y él era un funcionario del ministerio de magia, como su padre. El señor Arthur Weasley murió trágicamente a manos de Voldemort, en la denominada por el Profeta- batalla final. La señora Molly Weasley vive en la Madriguera con su hija Ginnevra y el esposo de su hija Harry Potter, los gemelos y sus demás hermanos. El señor y la señora Granger vivían al Norte de Inglaterra, y casi nunca veían a su querida hija.

Hermione decidió conservar su apellido. Sentía que sería lo único cercano a sus padres.

Por su parte, el matrimonio tuvo dos hijos: Una adorable pequeña llamada de unos meses Liliana, de cabello rojo fuego como su padre y ojos miel como su madre, y un pequeño llamado Stephen, de cabello castaño y ojos verdes, de cuatro años de edad.

Los Weasley/Granger llevaban cinco años de casados. Eran como la familia perfecta, ¿qué más podrían desear?: Se conocían hace prácticamente toda la vida, y tenían dos hijos maravillosos. Eran mejores amigos del niño-hombre-que-sobrevivió (Harry Potter) y vivían en una hermosa y pequeña casa.
Pero detrás de las paredes del hogar de aquellos jóvenes se escondía un secreto bastante aterrador. Nada parecido a fantasmas, asesinatos en serie ni mucho menos violaciones. Hermione Granger sufría uno de los problemas más dolorosos en una familia


Apareciste una noche fría,
con olor a tabaco sucio y a ginebra
el miedo ya me recorría
mientras cruzaba los deditos tras la puerta.
Tu carita de niño guapo
se la ha ido comiendo el tiempo por tus venas,
y tu inseguridad machista
se refleja cada día en mis lagrimitas.

Un día Harry, Ginnevra y sus hijos visitaron a Hermione en su casa. Eran algo así como las 3 de la tarde. Ron no estaba. Había salido con unos amigos muggles, y tenía pensado volver más allá de las diez de la noche.
A eso ya de las 10 y algo, mientras Ginny subía a sus hijos a su auto, Ron llegó. Ginny saludó con afecto a su hermano, pero éste ni se inmutó. Caminaba como si estuviese mareado, mirando directamente a su esposa. Hermione estaba pálida, y se movía con cierta dificultad para ocultarse detrás de Harry, quien miraba a su amigo como si se tratase de un extraño.

-Hermione...-bramó Ron, acercándose a la castaña y al muchacho de lentes-

-Ro-Ronald...-dijo la muchacha, con cierta dificultad-

-Hermione ¿qué te pasa?-preguntó Harry disimuladamente-

-Na-nada, Harry, pero será mejor que se vayan.-dijo Hermione-

-Pero...-protestó Harry, pero la muchacha lo miró suplicante, lo que el joven entendió como un por favor, Harry...- Oh, está bien- se acercó a su amiga y, mientras la abrazaba, le susurró al oído:- Cuídate mucho. Si tienes un problema me mandas a la lechuza. Estaré en tu chimenea en seguida.

-Gracias. Adiós-dijo la muchacha- Adiós, Gin.

-Hasta luego, Hermione-dijo Ginny, mientras el auto de la pareja Potter/Weasley encendía su motor-

-Hermione...mi vida-dijo Ron, tambaleándose hacia Hermione-

-Ron... ¿có-como te fue?-dijo Hermione, con cierto tono de temor en la temblorosa voz-

-¿Por qué mejor no te callas, y vamos a la cama?-dijo Ron, acercándose a su esposa como si se tratase de cualquier muchacha, de cualquier mujer que está dispuesta a venderse. Desprendía un hedor mezcla de cigarro y alcohol, y sus ojos demostraban maldad, una maldad que Hermione sólo había visto en Severus Snape.

-No, Ron, por favor. Estoy cansada. Anda a dormir.-dijo Hermione. Entró a la casa, seguida atentamente por el pelirrojo, quién cerró la puerta con un sigilo tenebroso, y una sonrisa malévola asomándole en los labios- Niños, vayan a dormir, ¿si?-les dijo a sus hijos, principalmente a Stephen, que se había puesto de pie para abrazar a su padre.-

Una vez más no por favor
que estoy cansada y no puedo con el corazón.
Una vez más no mi amor por favor,
no grites que los niños duermen.

El pequeño tomó a su hermana y la puso en un cochecito. Emprendió camino al segundo piso, y, en cuanto sus cuerpecitos se perdieron detrás de una pared, Ron estalló:

-¡Siempre estás cansada, ¿no?! ¿Acaso ves a otro hombre cuando yo no estoy?

No, amor, cálmate por favor-dijo Hermione. Cada día le costaba más reconocer esos ojos verdes que un día la miraron con ternura. Ahora su cara de muchacho bondadoso y algo torpe había desaparecido, para dar paso a una persona fría, sin piedad e insensible. Las lágrimas se asomaban lentamente por los ojos de la castaña, al ver que su marido sostenía su cabeza como si escuchase ruidos fortísimos.- Ron... vamos a dormir, ¿si?

-¡¡Cállate!!-gritó él, e hizo lo que se veía venir: Alzó la mano y abofeteó la mejilla derecha de su mujer, haciendo que Hermione Granger cayese con pesadez al suelo.

La muchacha sollozaba, y, entre lágrimas, decía:

No, por favor...

Pero los golpes se repetían, y era imposible utilizar magia, ya que el pelirrojo había hecho un hechizo para que su mujer no hiciese magia si él no quería.

-¡¡Que te calles!!-chilló Ron, una vez más, y la golpeó por cuarta vez-

-No grites, por favor, golpéame, pero no grites... Lil’ y Stephen duermen.. No grites por favor...

Ron se detuvo. Miró a la castaña con odio, y gritó:

-¡¡Harás lo que yo te diga!!

Hermione agachó la cabeza.

-¿Qué debo hacer, Ron, para que todo esto se detenga?

Ron la observó durante unos segundos, examinando cada recoveco de su rostro...

-Nada...-dijo, y dicho esto, salió de la habitación en la que estaban y cerró la puerta detrás de él, haciendo un ruido que, al instante, hizo que la pequeña Lily llorase-

Voy a volverme como el fuego
voy a quemar tu puño de acero
y del morao de mis mejillas saldrá el valor
para cobrarme las heridas.

Hermione corrió a la habitación de Lily, y enseguida sintió un fuerte olor a tabaco. Sus mejillas aún le ardían y sentía inflamada la zona de los golpes.

-Tranquila, Lil’, todo va a estar bien. Sabes que papá es un buen hombre, no llores...-decía Hermione balanceando a su pequeña entre los brazos, tratando de calmarla. Pero era imposible.
La muchachita lloraba cada vez más fuerte.

-¡¡¿¿QUE NO PUEDES HACER NADA BIEN??!!-exclamó Ron desde el piso de abajo- ¡¡CALLA A ESA CRIATURA O YA SABES LO QUE TE ESPERA!!

Hermione aferró a Lily a su cuerpo, como si algo o alguien se la pudiera quitar en cualquier momento. En ese momento, Lily hizo silencio. La habitación estaba oscura, lo que hizo que Hermione diera rienda suelta a sus lágrimas. Acostó nuevamente a la pelirroja en su cuna, y la criatura se durmió enseguida.

La castaña fue al baño y se miró en el espejo. ¿Quién era aquella muchacha que le devolvía la mirada? Rostro cansado, evidencias de golpes en las mejillas, cabellos desordenados... esa no podía ser ella... ¿Dónde había quedado la chica que una vez fue al baile del Torneo de los Tres Magos con Viktor Krum?
No podía seguir permitiendo esa injusticia... Ron no la golpearía NUNCA MÁS. Ese día, el pelirrojo había puesto el último poco de agua que faltaba para que el vaso en el que Hermione guardaba su paciencia se derramara por completo. Cobraría todo lo malo que Ronald Billius Weasley Prewett le había hecho, y nada podría detenerla.

l se creía mejor que la raza femenina, superior y un rey en todas las cosas. Decía querer a su mujer frente a los demás, pero... no se daña a la persona que se ama, y eso todos lo saben. Hermione no aguantaba más. Enjuagó su rostro con la fría agua que salía del lavabo, tomó una toalla y se secó. Salió del baño y fue a la salita en la que estaba Ron.


-Ron, Madeline llamó. Necesita mi ayuda.-dijo al llegar a la puerta de la casa. Pero no hubo respuesta. Ron dormía en un pequeño sillón, mientras la colilla de un cigarrillo se apagaba en un cenicero y una botella de cerveza muggle se derramaba en el piso. Se acercó al pelirrojo sigilosamente y, casi por inercia, comenzó a limpiar la cerveza del suelo. Luego, observó a su marido. ¿Ron? No. Ese no era Ron.

Dejó de limpiar el desastre y se secó las lágrimas que comenzaban a caer. Sintió un odio indescriptible hacia ese desconocido que ocupaba el sillón favorito de Ron. Porque no, ese hombre NO era Ron. Ron la amaba, la cuidaba, la protegía y peleaba por estupideces con ella. Pero Ron no la golpeaba, no le faltaba el respeto y no la insultaba. La castaña no se explicaba cómo su vida podía cambiar tanto en tan poco tiempo.

Tomó una pluma de la mesita de la sala y, en un pequeño papel, escribió: Cuando recobres la conciencia no estaré aquí. No me esperes, no llegaré jamás

Llamó a sus hijos a la sala y los ayudó con los bolsos que cargaban. A partir de ese momento, su vida cambiaría radicalmente. Caminaron hacia el umbral de la casa y, dando un último vistazo a esa pequeña vivienda, salieron del lugar y se adentraron en la fría noche.

Entre sutiles sollozos, Hermione buscó su celular (aparato muggle para hacer llamadas) y marcó el número telefónico de Ginny. Ella se había acomodado a las necesidades muggles de su marido.

-¿Ginny?-dijo Hermione al escuchar la voz de su pelirroja amiga al otro lado de la línea-

-¿Herms?-contestó Ginnevra, preocupada, al notar un triste tono en la voz de la castaña-

-Sí, soy yo
Umm
Yo
-comenzó Hermione, sollozando, tratando de no romper en llanto-

-¿Estás bien?-dijo, preocupada, la muchacha-

-No, no lo estoy. Quería saber si podemos ir a la Madriguera los niños y yo. Al llegar te contaré lo sucedido.

Se escuchó por detrás de Ginny la voz de Harry, preguntando por el estado de su amiga de toda la vida.

-Bien
puedes venir. Pero ven por polvos flú. Madeline tiene, tu vecina.

-Está bien. Iré a verla. Nos.. vemos.

-Sí. Cuídate


Y colgaron. Hermione se dirigió con pesadez a la casa de su vecina de enfrente. Golpeó la puerta y, disculpándose por la hora y por la molestia que podría causar, le dijo a Madeline que iría a casa de Ginny y le pidió prestada su chimenea.
Primero se fue Stephen y luego Hermione y Lily con el equipaje. Cuando los pies de la castaña pisaron nuevamente el suelo, bajó la vista por instinto y una sensación de timidez la invadió por completo. ¿Cómo demonios podría comunicarle todo lo que había vivido a la familia de
su esposo? Levantó la mirada para encontrarse con unos ojos verde esmeralda que la observaban con cautela a través del cristal de unos anteojos. Le sonrío desganada a Harry mientras sus hijos corrían a los brazos de su abuela Molly. Le echó una mirada a la madriguera y notó que poco había cambiado. Volvió a mirar a su amigo y se lanzó a sus brazos, llorando descontroladamente.
l la abrazó y volvió a sentirse un adolescente de 15 años. Volvió a recordar, sin querer, aquellas peleas entre sus dos mejores amigos de siempre.
Hermione abrió los ojos y los entornó para tratar de ver a través de sus lágrimas. Se encontró con una menuda muchacha de cabellera rojiza. Ella le sonrió. Luego vio a dos pequeños niños, hijos de la pelirroja, jugando con sus hijos. Cuando se perdieron detrás de una mesa, la castaña suspiró.

-Yo
-comenzó Hermione, pero su amiga la interrumpió-

-No hace falta que nos des explicaciones, Herms-dijo- Yo lo sé todo. Sinceramente, yo
no pensé que mi propio hermano pudiera hacer eso.

Hermione sollozó para luego ahogar un suspiro. Se alejó un poco de Harry para encontrarse con su preocupada mirada. Una vez más, todo le parecía irreal. Ella se sentó en el sillón de mimbre más cercano y suspiró. La señora Weasley la observaba con una sonrisa reconfortante. Le ofreció un té y fue por él a la cocina. Hermione suspiró. Ginny y Harry se sentaron a su lado.

-Creo
que les explicaré todo lo que ha sucedido-dijo la castaña-

-No es necesario
Si no quieres, no debes hacerlo. No te obligaremos-repuso Harry, tomando su mano-

-Tengo que hacerlo, yo necesito desahogarme-respondió Hermione, fijando su mirada en sus zapatos, mientras escuchaba a sus hijos riendo desde la cocina-


Antes de empezar, llegó la señora Weasley con una taza de té en la mano seguida de sus nietos. Y, desde esa posición, empezó su relato. Contó cada detalle de lo que Ronald le había hecho. Luego de beber el último sorbo de té de su taza y dejarlo en la pequeña mesa que tenía enfrente, una pequeña y silenciosa explosión en la chimenea del lugar la sobresaltó. Al principio no se inmutó, pero al escuchar un silencio prácticamente deprimente levantó la mirada, sin mayores expectaciones. Pero lo que vio aparecer de ella la horrorizó.


Malo, malo, malo eres
no se daña quien se quiere, no
tonto, tonto, tonto eres
no te pienses mejor que las mujeres

Ronald Weasley había llegado a su antiguo hogar a través de los polvos flú. Tenía los ojos desorbitados gracias al alcohol y la furia. Se acercó a Hermione con pasos inestables, tambaleándose una vez más. Harry se puso de pie y se interpuso entre él y la castaña.

-Apártate, Harry-dijo Ron, sin mirar al ojiverde, con los ojos fijos en Hermione-

-Ginny, Hermione, salgan de acá-dijo Harry.-

Ambas se pusieron de pie, pero en cuanto Hermione lo hizo Ron la tomó por el antebrazo y, con un tono amenazante, le dijo:

-Tú no te vas a ningún lado


-¡Ya déjala, Ron!-gritó Harry, atrayendo nuevamente la atención del pelirrojo. Así, Hermione logró soltarse de la mano de su esposo-

-Harry, no
-susurró Hermione, preocupada por su amigo-

Ron titubeó. Observó al muchacho y luego a su esposa. Luego de suspirar, levantó su mano empuñada con rapidez y, sin pensarlo dos veces, golpeó a Harry en la nariz. Al ver esto, Ginny corrió en ayuda de su esposo y de su amiga, sacando su varita y apuntando a su propio hermano.

-Aléjate, Ginny-le dijo el pelirrojo- Si no, tendré que golpearte.

-¡Por Merlín, Ronald Weasley!-chilló la señora Weasley, desesperada- ¡No te reconozco! ¡Es tu propia hermana!

-Si vuelves a amenazar a Harry o a Hermione lo lamentarás, Ronald-dijo la pelirroja, posando la punta de su varita en el cuello de su hermano-

Hermione no sabía que hacer. Claro, y él decía quererla (cuando estaba sobrio). ¿Cómo era posible que ése hombre la quisiera a ella? Se supone que no se hace daño a las personas que se quiere. No es algo lógico, no cabe en la cabeza de alguien en buen estado mental; simplemente no tiene coherencia. Y, obviamente, Ronald se creía una especie superior, un macho con cualidades únicas. Valiente, Gryffindor de corazón. Pero, ¿cuán valiente se puede ser, cuando se debe recurrir a los golpes para comprobar que se es inferior a los demás? No, Ronald no era valiente. Probablemente no merecía ser un Gryffindor. Quizás, el viejo Sombrero Seleccionador se había equivocado por primera vez en su
vida, o existencia.

-No me amenaces
-dijo Ron, con tono amenazante-

-¡Imperio!-chilló una voz femenina. Todos se voltearon a buscar la fuente del hechizo y, boquiabiertos, pudieron comprobar que una Hermione totalmente aterrorizada empuñaba su varita, pálida, tiritando. Abrió la boca y dijo:- Vete a tu casa en Londres por polvos flú. Ahora.

Y, sin dudar ni un solo segundo, el cuerpo semiconsciente de Ron se movió con pesadez hacia la chimenea, tomó un poco de polvos y mencionó claramente el lugar al que la castaña le había ordenado ir. En una llama de fuego verde, el pelirrojo desapareció.

Ginny respiraba entrecortadamente acariciando la frente de Harry, tratando de detener la hemorragia de su nariz con un hechizo. Hermione se acercó a su amigo y, tras murmurar unas palabras, la sangre dejó de caer de la nariz del ojiverde.

-¿Están bien?-dijo Harry, preguntando por las dos mujeres. Ellas asintieron- ¿Dónde están los niños?

-Arriba, en su habitación-dijo la señora Weasley acercándose a su yerno- Con un hechizo anti-ruido. Están bien.

-Hermione
-dijo Ginny- Esto es
horrible. Debes
denunciarlo, sí. Sé que puedes hacerlo.

La castaña miró a su antigua amiga con los ojos empañados mientras la señora Weasley escribía un hechizo en un pergamino para evitar la entrada de Ron al lugar.

-No puedo
No aún
-susurró en un lastimero sollozo-

-Tranquila-dijo Harry, abrazándola- Aquí estarán bien.

Hermione suspiró mientras se aferraba a Harry como si en cualquier momento fuera a caer a un abismo eterno. No quería volver a ver a Ron, no quería vivir con él rodeándola.

Pasaron unos meses desde aquél incidente frente a la chimenea de la Madriguera. Hermione no había vuelto a saber de Ron, pero ella y sus hijos estaban bien. Vivían con los Weasley en aquella casa que la castaña conocía a la perfección, pero que desgraciadamente le traía demasiados recuerdos de su esposo.

El día es gris cuando tu estás,
y el sol vuelve a salir cuando te vas
y la penita de mi corazón
yo me la tengo que tragar con el fogón.

Un caluroso día de Otoño, ella, sus hijos y Harry fueron al pueblo muggle más cercano a comprar unas cosas de hogar que la señora Weasley les había encargado. Caminaban felices, riendo, como si nada hubiese pasado hacía unos meses atrás. Los dos adultos sostenían bolsas de supermercado en las manos, mientras que los pequeños disfrutaban de un helado de chocolate cada uno.

-Hermione
-se escuchó una voz proveniente del sur. Hermione se volteó temerosa al reconocer vagamente esa tono cálido pero un tanto agresivo.

-Ron
-suspiró-

Súbitamente, las nubes taparon el brillante sol otoñal y dejaron al pequeño pueblo en una pasiva y gris oscuridad. Harry se interpuso discretamente entre su amiga y Ronald, mientras este decía:

-Tranquilo, Harry, yo sólo quiero ver a mi mujer y a mis hijos.

-Ron
-dijo Hermione, en un susurro lo bastante animoso como para ser escuchado por el pelirrojo- En unos días te llegará una carta de demanda. No lo niegues y no tendrás mayores problemas.

-¿Qué?-preguntó Harry, sorprendido- ¿Lo demandaste en un juzgado muggle?

-¿Muggle?-preguntó Ron, atónito. Luego se acercó más a su mujer y, amenazante, dijo:- ¿Me demandaste?...

-Sí que lo hice Ronald
-respondió Hermione-

Ron observó con ira y tristeza a Hermione, y luego echó un vistazo a sus dos pequeños hijos. Jugaban atrás de su madre sin percatarse de la incómoda situación que se producía entre los adultos.

-Pero
-balbuceó el pelirrojo, como un adolescente de quince años- ¿Cómo se supone que podré defenderme si no sé nada sobre muggles?...

-Ese-apuntó Hermione- no es mi problema. Yo tengo mi abogado, y en cuanto llegue la carta deberás conseguirte uno. Me pareció haberte dicho alguna vez que esto no se quedaría así. No soy tan débil como creías, ¿no?.

El hombre dio una última mirada de desprecio a su mujer y se volteó para continuar su camino hacia el sur. Probablemente, al llegar a casa, destrozaría todo a su paso. Pero a ella ya no le importaba. Estaba comenzando una nueva vida y nada de lo que su esposo dijera, hiciera o pensara le afectaría. Estaba decidida a no dejarse pisotear nuevamente por aquél hombre al que tanto había amado durante su adolescencia. Hermione Granger ya no era una niña que temía contar su realidad: estaba dispuesta a todo para recuperar la vida que Ronald Weasley le había arrebatado sin piedad.

-¿Lo denunciaste en un juzgado muggle?-le preguntó Harry a su amiga, sentándose en una banca cercana luego de la partida del pelirrojo- Sabes que él no entiende nada de eso.

-Quizás por eso lo denuncié allí-sonrió ella. Sabía que su marido tenía pocas posibilidades de entender en tan poco tiempo el sistema judicial muggle londinense- Espero que pague por todo lo que me hizo.

-Lo hará-la tranquilizó el ojiverde-. Estoy seguro.

Ella sonrió nostálgicamente. Sabía que eso era lo correcto, que estaba bien denunciar al pelirrojo en un juzgado muggle por el maltrato que había recibido de su parte. Debía hacerlo por el bien de sus hijos, por su bien físico. Pero, a pesar de todo y muy en el fondo de su corazón, le dolía aceptar que las cosas nunca serían las mismas junto a Ron. Añoraba aquellos tiempos en los que al parecer eran felices, esos tiempos en que sus peleas se basaban en cosas tan insignificantes como el P.E.D.D.O.

-¿Estás bien?-le preguntó Harry, luego de un triste silencio-

-Sí, sí
-dijo ella en un hilo de voz- Debemos irnos. Probablemente la señora Weasley se está preocupando.

Llegaron a la Madriguera y, una vez que los pequeños se fueron a las habitaciones, la castaña comenzó a relatar lo que había sucedido esa tarde. Molly les prometió a los jóvenes que no dejaría que Ron volviese a lastimar a Hermione. Sabía que algún día el hombre pagaría por todo lo que le había hecho a su mujer.


La semana de Navidad llegó y la Madriguera comenzó a prepararse para la celebración favorita de los pequeños y, ¿por qué no?, de Harry. Como era de esperarse, al pelirrojo le llegó la carta del juzgado de familia. Lo citaban a juicio pocos días antes del veinticinco de Diciembre. Hermione consiguió a uno de los mejores abogados de Londres: un hombre mayor experto en casos de violencia intrafamiliar llamado Cole Wood. Ronald, por su parte, logró obtener a un abogado con el poco dinero que le quedaba. El hombre definitivamente no tenía instinto para guardar su dinero de forma segura.

-Hermione
-dijo Ron, en un momento del juicio en que declaraba. El juez alegó que no podía dirigirse a la demandante mientras él hacía su declaración- Yo te quiero
perdóname
Detén está locura, por favor.

-No se hace daño a las personas que se quieren, Ronald-comentó ella secamente-

-No seré indiferente a ti si detienes todo esto, te lo prometo
-dijo él, débil-

-Prefiero tu indiferencia si sólo volverás a herirme-dijo ella, esbozando una sonrisa- Puede seguir, Wood.

El juicio duró unas pocas horas con un rápido veredicto: Ron fue condenado a cinco años de prisión. Wood hizo gala de todo su carácter, determinación e inteligencia para hacer pagar al hombre que había lastimado tanto a aquella indefensa joven madre de dos hijos. Ronald era débil, ignorante y cruel. Todo sentimiento de arrepentimiento que la castaña pudo sentir por un pequeño instante desaparecieron de su mente al ver a los guardias de seguridad poner las frías esposas en las muñecas de Ron. Una sonrisa triunfante se dibujó sinceramente en los labios de Hermione, y, de pronto, vio como todo en su mundo comenzaba a cambiar. El juez dio por terminada la jornada y ella estrechó la mano de aquél hombre que había hecho posible que su marido pagase la condena que se merecía. Cole Wood sonrió a la castaña y luego se retiró por las anchas puertas de madera del lugar. Harry, Ginny y la señora Weasley corrieron al encuentro de ella y la muchacha los abrazó. Su nueva vida sería con ellos. Stephen y Lily se aferraron a su madre, felices sin saber por qué reían. Ella besó sus mejillas y, con lágrimas de felicidad, se encaminó hacia la salida con su nueva familia. Quizá en algún futuro lejano volvería a encontrar el amor. Quizá se reencontraría con Víctor Krum, o alguna nueva persona entraría en su vida. Pero en ese momento sólo le bastaba el cariño y la seguridad que le brindaban la Madriguera y sus habitantes. Sólo le bastaba el ver reír a sus hijos, no llorar todas las noches. Pronto buscaría todas sus pertenencias en la casa que había comprado junto a su, próximamente, ex marido. Luego pondría aquella acogedora casita en venta y, cuando al fin se vendiese, su nueva vida estaría a punto de comenzar. Sólo le faltaría pedir la orden de divorcio, nuevamente junto a Wood, para ser, finalmente feliz. Ron, pasara lo que pasara, siempre sería aquél hombre malo que había arruinado tantos años de su juventud. Aquellos pocos buenos momentos no alcanzarían jamás a superar todo el daño que el hombre le había causado. Pero en ese momento, Hermione Granger era feliz. Sí
feliz.

 

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MALOSe casaron luego de dos años de relación. Ella estudiaba enfermería para el hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas, y él era un funciona

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2023-02-27

 

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