CAPÍTULO 1: Eris Morwen.
"Eris Morwen. El lado sensible de Severus Snape"
Eris se miraba en el espejo. Estaba nerviosa y no lograba concentrarse. Sabía que él la esperaba desde hacía mucho tiempo. Estaría abajo, impaciente. Moviendo el pié como energúmeno y dando vueltas por todo el salón. Alzó la cabeza y miró a su lechuza, que reposaba tranquilamente en su percha.
- ¿Qué voy a hacer?- Se dijo, mirando lo que estaba usando. No tenía nada que hiciera gala, de que era la esposa de aquel hombre. De aquel señor.
- ¡Morwen!- escuchó un grito, a mitad de la escalera y sus manos temblaron con vigor. Tenía que existir una idílica luna de miel, pero ella no tenía nada qué ponerse.
Alzó la cabeza una vez más, cuando la puerta de su clóset estaba abierta. Se atrevió a acercarse, a contemplar lo que estaba adentro. A Severus Snape, no le gustaba que husmeara en sus enseres personales. Sin embargo, aquella puerta, era algo que no podía dejar pasar.
Lo abrió con delicadeza. Desde que se había casado con aquel hombre, con Severus Snape, veía las cosas desde otro punto de vista.
Eris Morwen era una jovencita extremadamente nerviosa y enferma. Desde muy joven, casi una niña, había sufrido de un colapso inexplicable y terminó en el suelo de su habitación. Los médicos de la época, no sabían de qué se trataba y decidieron recetarle, una gran cantidad de medicinas, con la esperanza de que mejorara. Su madre Anastacia Morwen, una mujer con parientes Muggles, siempre tuvo la esperanza de que la situación en el hogar mejorara. Sin embargo, Anastacia tenía un marido dominante y un hijo, que era capaz de matarla, con el solo hecho de hacerle honor a su sangre pura.
Su hija, había desarrollado una fuerte asma que le resurgía, siempre que se ponía nerviosa. Con su padre, eso sucedía a cada momento. En uno de sus arrebatos, la había dejado en la calle, bajo la lluvia. Para cuando su madre pudo salir a buscarla, Eris estaba pálida y tiritaba de frío. Su condición se agravó y tardó muchos meses en sanar y en ver el sol. Aquella vida era ligeramente mala, pero sin embargo, ellas se tenían a sí mismas.
En pleno auge de Voldemort, Anastacia supo que su esposo era un fiel adepto y realmente, ella no tenía interés alguno en formar parte de las filas del Señor Oscuro. Se negó a recibir la marca tenebrosa y decidió ocultar a su hija en un desván. Guardaba la llave consigo, para que su padre nunca pudiera encontrarla. Sin embargo, la niña creció y creció y no pudo entrar más en aquel desván. Su hermano Nathaniel, se unió felizmente a la causa. Su esposo, exigía que toda la familia le fuese fiel a la causa. Anastacia seguía negándose.
Sin embargo, los problemas no solamente se trataban de eso. Anastacia, era una pariente lejana de Tonks, el esposo de Andrómeda Black. No había problema con ello, puesto que nadie conocía ese secreto. Sin embargo, Bellatrix Lestrange estaba encima de aquella gran verdad. No tardó en descubrirlo, gracias a una carta que descuidadamente, Anastacia había dejado. Su pariente, quería saber cómo estaban las cosas en aquella casa de las Black. Andrómeda estaba preocupada por su matrimonio y lo que eso conllevaba. La casa de las Black, ellas solo la visitaban para reuniones con el señor tenebroso.
Siempre se lo decía. "Párate derecha", "No le mires si no quiere que lo hagas", "No hables con la boca llena y no lo hagas, si no te lo piden". Solo trataba de ayudarla, trataba de sacarla de esa angustia. Pero no, nada de eso resultaría.
Eris era muy asustadiza, como para ser una buena mortífaga de talle. Narcisa Black se convirtió en su tutora de etiqueta y Bellatrix Lestrange exigió a la fuerza, ser su tutora en cuanto a combates. Prácticamente, le había entregado a su hija, para que viviera con ellas.
Anastacia lo presentía. Sabía que su hija, estaba siendo mirada como sirvienta única y exclusivamente. Aún así, Narcisa tenia grandes esperanzas, de amoldarla y hacerla "ella". Bellatrix, solo quería divertirse con el secreto que sabía de su madre. Eris era despertada constantemente, muy temprano, para las prácticas. Bellatrix era muy estricta. Ella creía, a diferencia de su hermana, que era un caso perdido.
Con el tiempo, Eris aprendió a usar "medianamente" sus poderes. Aprendió a realizar un Avada kedavra, menos que eficaz. Bellatrix perdía su paciencia y Narcisa, intentaba evitar algún tipo de asesinato.
Severus Snape, entró en escena, mucho después. Anastacia era una mujer muy complicada, para que él pudiera intimidarla. Parte del resentimiento que le tenía, era haber fracasado dos veces en el amor. Deseaba matarla, acabar con su vida, pero su varita siempre fallaba. Siempre se equivocaba. No podía lastimarla, pese a sus desmesurados intentos. Ella, le recordaba mucho a Lily Evans Potter. Indomable, un petardo en cuerpo y huesos.
Anastacia y Snape se llevaban lo suficientemente mal, como para encontrarse enfrentados en una de las cenas que Lucius ofrecía como anfitrión en reuniones mortífagas. Su esposo odiaba, que peleara con un hombre tan importante, como lo era Severus Snape. Éste, una vez llegó a descubrir, como su esposo la abofeteaba, por haberle respondido a Snape, cuando no debía. Su rostro estaba morado, sus lágrimas caían con desenfreno.
Eris, heredaba los "Lloriqueos" de su madre. Era lo suficientemente sensible, como para sacarlo de quicio. Su largo y Lazio cabello negro, solía cubrir su rostro, cuando lloraba y tenía miedo.
Bellatrix le reclamaba. Algunas veces, pasaba a supervisar su entrenamiento. Le obligaba a asesinar a cualquier cosa que viera. Sobretodo a su conejo negro, que su madre le había regalado en un cumpleaños. Si quería ser mortífaga, no podía sentir el dolor en su carne. Debía ser frívola y sanguinaria. Eris lloró por meses, a su conejito negro. El único recuerdo que su madre le había dejado, antes de dejarla en aquella casa.
Pero las cosas cambiaron drásticamente. Anastacia conoció a su hija, reformada. La sensibilidad, poco a poco quedaba atrás. Se había convertido en toda una adolescente refinada. Sin embargo, las cosas con su esposo iban de mal en peor. Incluso con Severus Snape, con quién se encontró un día en un solitario salón de la mansión Black.
Anastacia le exasperaba, pero no pretendía verle morir, como había sucedido con Lily. Mientras estaba en el salón, ella le exigía que acabase con su vida, si era tan valiente. Una lástima que no fuese mortífaga, pero ella no deseaba serlo. Y no lo iba a ser nunca.
Severus se encontró en una diatriba. Eris miraba desde el salón, con los ojos llenos de terror. No quería perder a su madre. Bastante tenía ya, con soportar a Nathaniel y a su padre.
Pero de todas formas, tuvo que perderla. En manos de Nathaniel y Bellatrix, se fraguó un plan nefasto. El señor Tenebroso quería que su padre probara su lealtad y acometiera un asesinato, contra su esposa. Aquella que se negaba a formar parte del convenio. Su padre bien pudo hacerlo, pero su madre había huido de la mansión, con su hija. Sin embargo, no se salvó de Bellatrix Lestrange y de Nathaniel Morwen.
Anastacia murió, mientras Eris quedó encerrada en aquel armario. Salió tiempo después, con uso de su magia. Su carácter cambió totalmente, como si se tratase de un solo movimiento de varita.
La situación entre Severus Snape y Eris, no mejoró mucho. Eris podía parecer fría por fuera, pero era muy endeble por dentro. Severus Snape lo sabía y prefería prescindir de ella. De una minucia como ella. No valía nada para él y lo mejor era mantenerse alejado de ella.
Eris vivió sola por largos años. Su padre estaba allí, pero era como no tenerlo. De todas formas, aprendía las artes de los asesinos, las artes de aquellos entes malignos. Eris forjaba su carácter de acuerdo a lo que sentía y no se dejaba influenciar por Nathaniel.
Se convirtió en una mujer ligeramente desconfiada, pero altamente temerosa. No había obtenido ese poder que ostentaban sus parientes y no tenía esos mismos deseos de matar. De solo pensar en sangre, su asma regresaba hasta su pecho, con violencia.
Sin embargo, su padre tenía mucho dinero y eso le servía al señor tenebroso, para financiar su campaña. Nunca había querido matar a Eris, por que Anastacia había heredado una buena suma de dinero, por parte de Andrómeda Black. Si Eris sobrevivía, ella heredaría aquel dinero y podría ser utilizado por el señor oscuro. Para ello, el mismo, ordenó un casamiento. Su padre estaba muy feliz, de que el candidato escogido, hubiese sido Severus Snape.
Severus, no estaba muy agraciado de encontrarse casado con alguien y mucho menos, con Eris. Sin embargo, las palabras de su señor tenebroso, eran ley y debían ser cumplidas.
Eris y Snape pronto se casaron, pero a pesar de su actitud fría y déspota con ella, algunas cosas eran diferentes. Pese a que ellos no hablaban mayor cosa, Severus Snape parecía procurar que cada necesidad de su esposa, estuviera cubierta. Al entrar en su hogar, Eris observó el claustro en el que vivirían y recordó el armario en el que solía estar encerrada. Miró a su alrededor y sin decir ni una sola palabra, subió las escaleras hacia la habitación principal.
Lo cierto era, que al levantarse, la casa estaba totalmente cambiada. Era tan habitable, como ninguno pudiera imaginar, proviniendo de alguien tan ermitaño como Snape. Había enormes ventanales. Las cortinas viejas y raídas, estaban limpias y blancas. El salón estaba impecable, ni una sola mota de polvo. Y a la cocina, ya no le faltaban repisas ni estaba llena de grasa vieja. Eris se preguntó, si su mirada había dicho algo, pero nuevamente, Severus no le habló al respecto.
Eris solo tenía una muda de ropa y un par de zapatillas. Su padre, había decidido dejarle sin un centavo y adueñarse de sus pertenencias. Realmente no importaba, ella no quería nada de eso. No lo necesitaba. Sin embargo, ahora que estaba casada con Severus y debía asistir a reuniones, las cosas se complicaban mucho.
Mientras pensaba en eso y miraba lo único que había podido rescatar, se encontró con un extraño objeto en el sofá. Al caminar a su alrededor, notó que era un hermoso vestido y unos zapatos nuevos. Se preguntó quién había dejado aquello y luego, dudó que hubiese sido su propio esposo. Severus, no era un hombre que sentía deseos de hacer regalos. Milagrosamente hablaba y dormía, apenas. De todas formas, eso no dejó de asombrarle.
Cualquier cosa que a ella no le agradase, la casa cambiaba. Cierto día quiso encontrar un libro en la repisa de libros, que Severus tenía en su casa y encontró uno lleno de polvo. Estornudó muchas veces, llena de alergia. Al día siguiente, era como si los libros relucieran de limpios. Fotos Porno y actrices porno
También cuando quiso alcanzar ciertos enseres en la cocina, para hacer una cena. Terminó resbalándose, cuando una de las repisas estuviera rota. Severus nunca curó su mano, pero seguramente había arreglado la cocina, acorde a sus necesidades.
La luna de miel se anunciaba pronto. Severus no tenía en mente, decirle a qué destino quería dirigirse y Eris, no iba a ser tan tonta, como para preguntárselo. Con mucha extrañeza, miró un papel junto a la cama, mientras ella dormía. Decía que viajarían y que se alistara en treinta minutos. Eris hizo lo que le pidieron y misteriosamente, había un vestido nuevo para esa ocasión. Con sus accesorios correspondientes y sus zapatos. Nuevamente, eso no dejaba de sorprenderle. Se detuvo frente al espejo y recogió su cabello en un delicado moño. A Severus no le importaba qué hiciera con su aspecto, pero no podía evitar notar el cambio que ella, había hecho desde que había comenzado a dejar los trajes en su cama.
El viaje que harían, Venecia. No pudo ser más particular, de lo que ya significaba. Pese a que mencionaba que eran esposos, no se comportaban como dos esposos cualesquiera. Severus era muy respetuoso y pese a negarse abiertamente a hacer de la vida de Eris, un cuento de hadas, nunca le había obligado a realizar alguna acción que no deseara. Nunca la había forzado a nada, pese a que ella podía escoger si deseaba dormir en la misma cama o no.
Pasaron innumerables tardes, juntos. No charlaban con frecuencia, en realidad no charlaban, pero disfrutaban de los tiempos juntos en el silencio de cada quién. Severus, había encontrado un punto similar en Eris. Ambos habían tenido una vida lejos de ser perfecta y se habían visto forzados, a amoldar su carácter, a las exigencias. Se encontraron en parques, en banquillos. Snape solo la miraba, mientras ella paseaba y admiraba los lagos y las brillantes luces. La esperaba todas las noches, despierto, mientras ella iba a un club de lectura y regresaba luego. Por cortesía, más no por interés. Eris no lo agradecía con palabras, pero no podía negar que eso que ocurría, estaba muy lejos de lo que esperaba. Esperaba que la torturara, que la incomodara. Lo hacía, con comentarios fríos, con su silencio y su malhumor, pero siempre había sido un caballero con ella.
Sus ataques de asma recrudecían, cuando Severus le indicaba que la guerra tenía que seguir. Se encontró una tarde, en un café, relatándole su vida. Eris solo escuchaba.
No necesitaba que ella lo supiera, pero los momentos se dieron, se prestaron, para que él comenzara un monólogo sobre lo que era su vida. Una niñez traumática, una adolescencia llena de problemas, de humillaciones y de dolores, para una adultez prácticamente completa, al servicio de su señor tenebroso. Eris estaba asombrada de todo lo que ese hombre era y de las circunstancias que había vivido.
Era un poco más de un mes, de luna de miel. Sabía que Severus necesitaba alejarse de las críticas, de los molestos comentarios, por la poca cosa que tenía por esposa. Y lo hacía por ella, para que dispersara su mente y no siguiera torturándose psicológicamente.
Eris solía usar esas revistas de pasatiempos. Le había mostrado a Snape cómo hacer un crucigrama. Habían jugado ajedrez una noche y hasta la había llevado a cenar, en otra noche.
Aquellos meses, parecieron un milagro, para todo lo que le había sucedido en su vida. Severus Snape nunca conversó, acerca de lo que había experimentado. Seguía tan silencioso y abstraído, como siempre actuaba. Ciertamente eso no le incomodaba, ya que había comenzado a colocar las agresiones, en su mínima expresión.
Por alguna curiosa razón, Severus desde aquél viaje le apodaba de una forma que no entendía. Al principio la conocía como "Borniert", una terminación Alemana, que ella desconocía. Solía hacerlo, cuando algo le disgustaba. Pero bien, ¿Qué no le disgustaba a él?
La situación cambió drásticamente, al regresar. Lord Voldemort había sido derrocado por tercera vez y Severus, se había ausentado demasiado. Justamente, debía presentarse en una reunión en la gran mansión Black. Sabía lo que Eris sentía, cuando se lo decía y a veces, prefería no hacerlo. Pero aún así, debía presentarse con su esposa.
Eris escuchaba lo que Severus comentaba, con una voz sería, pero no cortante. Ella temblaba de miedo, con solo pensar en lo que iba a encontrarse allí. No podría soportar, mirar a aquellas personas a los ojos, otra vez. Había sufrido tanto en ese lugar. Severus casi nunca insistía en su argumento. Sabía que él llevaba la última palabra en todo eso.
Esa noche, la cena estuvo muy callada. Severus sabía, que su esposa estaba angustiada por lo que sucedería al día siguiente. Apenas probaba la cena y sabía que se iría a dormir sin cenar. No la presionaría a que hiciera algo que no deseaba. Ese era su sistema, las reglas de su hogar. No las cambiaría, no lo necesitaba.
Eris se fue a dormir sin cenar, como el predijo. La encontró dormida en la cama, con el vestido que debía usar al día siguiente. No quiso perturbarla, la dejaría dormir y luego, decidiría qué haría con ella. Lentamente cerró la puerta y se dirigió a la habitación de huéspedes que tenía esa casa. La había acondicionado, así que no le molestaba dormir en ella.
A la mañana siguiente, Severus ya estaba despierto, cuando Eris aún dormía. La torpe Eris, siempre durmiendo y olvidando todo. La contempló desde la puerta y se dirigió a hacer el desayuno. No cocinaba, pero tenía elfos a su servicio, que podían ayudarle en el asunto. Eris no había comido nada y realmente, estaba demasiado delgada. Necesitaba reponerse.
Alzó la cabeza, cuando oyó los tímidos pasos de la joven. Sabía que su esposo odiaba que se despertara tarde. Bajó con mucha lentitud, con otro traje que él le había regalado. Severus apenas la miró y con un gesto desdeñoso le obligó a ocupar un lugar en aquella mesa. Eris tenía miedo de fallar ese día y hacerle quedar mal. Por que, él era Severus Snape. Sabía que el señor tenebroso, le tenía mucha estima y ella, no quería arruinarlo.
El desayuno estaba más calmado, de lo que solía estarlo. Eris apenas había intercambiado una que otra palabra. Unas como "Pásame aquella copa, por favor" o "¿Podrías pasarme la sal?", nada que ameritara una charla. Ella sabía que él también odiaba las reuniones en la mansión Black. Gruñía cada vez que oía que se iban a dar allí, las fiestas que el señor tenebroso, casi siempre ordenaba organizar. Ya había estado allí y entendía de qué se trataba todo ese asunto. No solo era comida.
CAPÍTULO 2: Elena Rosié.
"Elena Rosié. La nueva Lily, de Severus Snape"
Elena Rosié era diferente a muchas mujeres que conocía. Su gusto y pasión por cambiar su humor por cualquier cosa, era lo que le caracterizaba. Severus Snape, conocía perfectamente, que cambiar su humor a conveniencia, era una de sus facilidades.
Elena Rosié era una mujer muy distinguida, distinta de las de su clase, pero extremadamente impulsiva de vez en cuando. Ligeramente parecida a Bellatrix Lestrange, aunque mucho menos aguerrida. Mucho menos fiera.
Como todo lo que Severus tenía que cumplirle a su amo y señor, tenía que casarse con Elena. Ella tenía, un interesante poder oculto, que la hacía llamativa para su señor tenebroso.
El poder del dinero para adquirir, el poder de construír nuevas formas de obtener ese preciado poder. Su padre, tenía una tienda en Hogsmade, había hecho fortuna y se le conocía su inclinación por el sentimiento de pureza.
La vida de Elena Rosié no era tan desdichada, como otras. Elena disfrutó de un primer matrimonio, muy interesante. Su ex esposo, murió en una batalla por su señor y ella, fue condenada a la cárcel, en Azkaban.
Estuvo largo tiempo presa, un periodo del cuál ella detestaba hablar. En ese tiempo, su padre se hacía viejo y requería de un heredero, que cuidara de su fortuna. Sin embargo, como vieja costumbre de preservar su legado, él quería que se casara su única hija, para poder heredarle su fortuna.
Elena, estuvo dispuesta a casarse y fue entonces, cuando su señor, escogió a Severus Snape para la tarea.
Severus Snape y Elena, tenían diferencias muy marcadas, pero similitudes marcadas también. Amantes del silencio, sin hablar a no ser que se les pidiese y especiales para sarcasmos. Solo que Elena, era mucho más temerosa que él.
Tanto, que podía llegar a ser una barrera entre lo que quería demostrar y lo que en realidad era. Severus lo sabía, ella fingía gracias al miedo que sentía. Solamente eso, no era nada más. ¿Elena, una mujer que odiara a los sangre sucia? No, Elena no era nada de eso.
Elena solo estaba confundida.
Y por un momento, él también se confundió. Se perdió entre las redes de Bellatrix Lestrange. El sexo ocasional era divertido hasta cierto punto. Bellatrix amaba usar lugares conocidos, lugares peligrosos e iba a resultar muy obvio, terminar en su propio hogar.
Para Elena también, ahora que sus sábanas tenían su aroma a mujer y su aliento. Pronto no tardó en descubrirlo, no tardó en saber que su esposo, el que podría ser el ideal luego de tanto, simplemente le engañaba.
No deseó verlo más, no deseó verlo nunca más. Lágrimas derramó por él, su señor le hizo enamorarse de él y luego, de una estocada en su cama, él la estaba engañando con Bellatrix Lestrange, la mujer que más odiaba en el mundo. La mujer más chocante y detestable en el mundo.
Y así lo amaba, que lloró por él. Que sus cabellos color fuego, se alzaron rebeldes, cuando su mano puso sobre su rostro. Le había mentido ¿Qué podía esperar, más que un buen golpe?
Estuvo largos años fuera de su hogar, ambos estuvieron largo tiempo separados. Pero su señor quería que se casaran y eso debían hacer. Por eso regresó luego de tanto tiempo.
A casarse. A buscarla, simplemente para hacer una vida a su lado, que ninguno de los dos quería. Que ninguno de los dos quería emprender.
Pero Elena sabía mentir. Elena era una mujer muy difícil de clasificar. Severus la conocía como bipolar, un día feliz y al otro, simplemente lo odiaba. Ya estaba acostumbrado.
Se parecían, ambos sentían similar en diversos casos. Pero solo él la conocía detrás de su máscara de mentiras, que solía usar cuando se encontraba con el mundo exterior. O al menos, creía conocerla con solo dormir con ella.
Quizá estaba equivocado. Nunca conoció a Lily, por ser su amigo y parecía, que no conocía totalmente a su nueva Lily, solo por dormir con ella.
Contrato de Sangre I - Fanfics de Harry Potter
Eris se miraba en el espejo. Estaba nerviosa y no lograba concentrarse. Sabía que él la esperaba desde hacía mucho tiempo. Estaría abajo, impaciente. Movie
potterfics
es
https://potterfics.es/static/images/potterfics-contrato-de-sangre-i-fanfics-de-harry-potter-4004-0.jpg
2024-11-04
El contenido original se encuentra en https://potterfics.com/historias/46146
Todos los derechos reservados para el autor del contenido original (en el enlace de la linea superior)
Si crees que alguno de los contenidos (texto, imagenes o multimedia) en esta página infringe tus derechos relativos a propiedad intelectual, marcas registradas o cualquier otro de tus derechos, por favor ponte en contacto con nosotros en el mail [email protected] y retiraremos este contenido inmediatamente